Hay tanta justicia en la caridad y tanta caridad en la justicia que no parece loca la esperanza de que llegue el día en que se confundan.
La injusticia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado.
La felicidad es ciega, sobrado arrogante para ver precipicios bajo las flores que cubren su camino.
No es tan culpable el que desconoce un deber como el que lo acepta y lo pisa.
Colectividad que no sabe pensar, no puede vivir.
La caridad es un deber; la elección de la forma, un derecho.
Cuanto más se dividen los obstáculos son más fáciles de vencer.
La pasión para el hombre es un torrente; para la mujer, un abismo.
Con la ignorancia armonizan bien los errores.
Entre los que son igualmente malos no hay paz si no es la impuesta por el miedo de alguno, que es peor.
Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie.
El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído.
Es raro, muy raro, que nadie caiga en el abismo del desengaño sin haberse acercado voluntariamente a la orilla.
La compasión, buena siempre, es en muchos casos la celestial precursora de la justicia.
Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón comprende instantáneamente.
El amor vive más de lo que da que de lo que recibe.
Los grandes egoístas son el plantel de los grandes malvados.
Lo más fácil de todo es hacer el mal; tan fácil que se hace solo
El culpable no solo es un hombre malo, sino un mal calculador
Las virtudes son hermanas que se abrazan estrechamente; cuando una cae, todas vacilan; cuando una se levanta, todas cobran ánimo