Aprovecha tus abriles y ama al hombre que te quiera, mira que el invierno es largo y corta la primavera.
Tengo los ojos rendidos de tanto mirar tu cara, si los cierro, no es que duermen, es tan solo que descansan.
El acento dulce de tu voz amada, me parece una ola de llanto que besa las playas.
Antes de yo conocerte soñaba que me amarías; ¡quién presta oído a los sueños, quién de los sueños se fía!.
Cada vez que a verte voy en tu puerta me detengo, pues temo que la alegría me trastorne el pensamiento.
En el altar de tu reja digo una misa de amor, tú eres la virgen divina y el sacerdote soy yo.
Quisiera tener un rizo de tu oscura cabellera, para gastarme los ojos en solo mirar sus hebras.
Ya viene la primavera, ya los pájaros se hermanan,¡cuánto espacio entre nosotros y cuán cerca nuestras almas!.
Creyendo darlo en tu boca he dado en el aire un beso, y el beso ha culebreado como una chispa de fuego.
Aprendí administración de las hormigas; música, oyendo los aguaceros; escultura buscando parecido a los seres en las líneas de las rocas; color, en la luz; poesía, en toda la naturaleza.
Parecía la amapola que ayer vi en el cementerio, sus rojos labios que ansiaban darme los últimos besos.
Solo le pido al Eterno que al despuntar cada día, las sombras de nuestros cuerpos sorprenda la luz unidas.
Hay en tu mirada yo no sé qué cosa, que en mis fibras penetra y penetra como espada sorda.
A la luz de tu mirada despido mis penas todas, como a la luz de los astros la hoja despide la sombra.
El agua, como un tálamo amoroso, te ofrece sus cristales movedizos donde tiendes tu cuerpo luminoso.
Fuera entre todas las cosas por abrazarte temblando, enredadera florida de tu cuerpo de alabastro.
Tiene la mariposa cuatro alas; tú tienes cuatro versos voladores; ella, al girar, resbala por las flores; tú por los labios, al girar, resbalas.
Cuando el claro día llama a mis cristales, desvelado me encuentra en la sombra trazando tu imagen.
Yo no sé qué me sucede desde que te di mi alma, que cualquier senda que tomo me ha de llevar a tu casa.
No soy dueño de mí mismo ni voy donde a mí me agrada, atado llevo el deseo al hilo de tu mirada.