Aroma
Aroma. Encuentra docenas de aroma con fotos para copiar y compartir.
¿puede alguien recordar el amor?. Es como querer conjurar el aroma de las rosas en un sótano. PodrÃas ver la rosa, pero el perfume, jamás. Y esa es la verdad de las cosas, su perfume.
Arthur Miller
Consideremos los lirios del campo cuya fragancia es efÃmera; nosotros somos como ellos, la flor desaparece y se pierde el aroma.
Christina Rossetti
El sol nos habla por medio de la luz, con aroma y color lo hacen las flores, el aire con las nubes, nieve, y lluvia.
Hermann Hesse
¿Puede uno recordar el amor? Es como tratar de evocar el aroma de las rosas en un sótano. Puedes ver la rosa, pero nunca el perfume.
Arthur Miller
Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas.
Buda
Nada mas... atesora mi corazón!
en este momento de tanta nostalgia;
que el viento me pueda traer tu aroma...!
en este momento de tanta nostalgia;
que el viento me pueda traer tu aroma...!
Jackselins Arteaga
Un verdadero poeta no se moleste en ser poético. Tampoco un jardinero del aroma de las rosas.
Jean Cocteau
Donde la mano siente el pinchazo de las espinas, los ojos descubren un ramo de rosas espléndidas, llenas de aroma.
JosemarÃÂa Escrivá de Balaguer
Te me escapabas, de cristal y aroma, por el aire, que entraba y que salÃa, dueño de ti por dentro. Y yo quedaba fuera, en el dintel de siempre, prisionero de la celda exterior
Antonio Gala
México tiene un lugar para los extranjeros, tiene un canto extraño. Decir México es decir dulce, dulce México. La palabra México, No Argentina, no Brasil, no. Es México la palabra divina, la palabra mágica, la palabra sabia. Es su sonido y es el color que aparece en el cerebro cuando la decimos; es su aroma. México
Chavela Vargas
LeÃa mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien preferÃa releer las obras que me habÃan gustado. (...) Asà pues, no tenÃa este punto en común con los demás, y leÃa mis libros a solas y en silencio. Los releÃa y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Solo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentÃa feliz.
Haruki Murakami
Yo soy como el espinito, que en la sabana florea, le doy aroma al que pasa y espino al que me menea... Presidente Fox...no se meta conmigo, caballero, porque sale espinado
Hugo Chávez
Me encantan los perfumes. Cada mañana, cuando mi novia y yo bajamos al patio en nuestro bloque de pisos en el que estamos, nos asalta el más delicioso aroma - jazmÃn alrededor de una puerta. Casi me desmayo.
Alan Rickman
La lucha contra la religión es la lucha contra aquel mundo cuyo aroma espiritual es la religión. La miseria religiosa, es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra ella
Karl Marx
¿Y para qué quieren ser libres si no saben ser libres? La libertad no es gracia que se recibe ni derecho que se conquista. Se es libre aunque se carezca de libertad. Los hierros y las cárceles no impiden que un hombre sea libre. La libertad de un hombre no es como la libertad de los pájaros que se satisface en el vaivén de un aroma. La libertad de un hombre está en su conciencia.
Ermilo Abreu Gómez
Ahora ?ha comentado cuando hemos salido del bosque?, un café de verdad y no esa bazofia de Nescafé. ?¿Qué quieres decir con café de verdad? ?le he preguntado. ?En Marios tienen auténtico café de filtro. Lo hacen con café en grano. Se puede oler cómo lo muelen y lo tuestan. ?El aroma del café me parece estupendo. En cambio, el sabor no ?he replicado. ?Nunca has probado el café de verdad ?me ha corregido confiado?. Espera y verás. Marios
Jo Walton
Cuando el gallo menudea
la garganta se me afina
y el juicio se me clarea.
Yo soy como el espinito
que en la sabana florea
le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea.
la garganta se me afina
y el juicio se me clarea.
Yo soy como el espinito
que en la sabana florea
le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea.
Alberto Arvelo Torrealba
cuando hueles su delicioso aroma y acaricias sus pétalos aterciopelados, en tu cerebro ocurren todo tipo de correlaciones.
Deepak Chopra
Lo único cierto era que se llevaron todo: el dinero, las brisas de diciembre, el cuchillo del pan, el trueno de las tres de la tarde, el aroma de los jazmines, el amor. Sólo quedaron los almendros polvorientos, las calles reverberantes, las casas de madera y techos de cinc oxidado con sus gentes taciturnas, devastadas por los recuerdos.
Gabriel GarcÃÂa Márquez
Escribo para el pueblo, aunque no pueda leer mi poesÃa con sus ojos rurales. Vendrá el instante en que una lÃnea, el aire que removió mi vida, llegará a sus orejas, y entonces el labriego levantará los ojos, el minero sonreirá rompiendo piedras, el palanquero se limpiará la frente, el pescador verá mejor el brillo de un pez que palpitando le quemará las manos, el mecánico, limpio, recién lavado, lleno de aroma de jabón mirará mis poemas, y ellos dirán tal vez: «Fue un camarada». Eso es bastante; ésa es la corona que quiero.
Pablo Neruda
Anhelaba volver a la inconsciencia de entonces, a sentir tanto amor sin saberlo y a confundirlo con las risas y el pan untado con poco más que el aroma de la mermelada.
Fue la mejor época de su vida.
Aunque quedarÃa sembrada de bombas
Fue la mejor época de su vida.
Aunque quedarÃa sembrada de bombas
Markus Zusak
La casa de los Iniciados gnósticos debe estar llena de belleza. Las flores que embalsaman el aire con su aroma, las bellas esculturas, el orden perfecto y el aseo hacen de
Samael Aun Weor
Mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas.»
Manuel Vicent
Narciso
No es el lirio de nieve, no es el pálido lirio
el que refleja dulcemente en mi, su blancura:
en el gélido cáliz de su belleza pura
jamás pudo brindarme ni la paz ni el delirio.
Ni la dulce azucena de cándida clausura
bajo el azul erguida como trémulo cirio:
el sol que la desflora con radiante martirio
dice que su virtud no es par de su hermosura.
Solo erigen tu cuerpo los flancos de la diosa,
su sonrosada pulpa, su gracia procelosa,
la tersura y el ritmo de su vibrante curva.
Y solo tu pudieras, ingrávido narciso,
convertido en aroma, guardar el indeciso
palpitar de la Amada que mi soñar conturba.
No es el lirio de nieve, no es el pálido lirio
el que refleja dulcemente en mi, su blancura:
en el gélido cáliz de su belleza pura
jamás pudo brindarme ni la paz ni el delirio.
Ni la dulce azucena de cándida clausura
bajo el azul erguida como trémulo cirio:
el sol que la desflora con radiante martirio
dice que su virtud no es par de su hermosura.
Solo erigen tu cuerpo los flancos de la diosa,
su sonrosada pulpa, su gracia procelosa,
la tersura y el ritmo de su vibrante curva.
Y solo tu pudieras, ingrávido narciso,
convertido en aroma, guardar el indeciso
palpitar de la Amada que mi soñar conturba.
Carlos López Narváez
Aromas
Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.
Por aquà huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.
Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.
Y asà hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.
Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.
Por aquà huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.
Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.
Y asà hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.
Baldomero Fernández Moreno
En Tu Propia Mano Me Diste de Comer
-como a los pájaros-
pan y queso con aroma de hinojo, anÃs, matalahúva.
Acercaste el cáliz a mi boca
y yo lo recibà como si un hambre inmortal me delatara.
Estrené falda nueva, zapatos de tacón, trenzas de oro.
Y luego fui al olvido.
(Pero siempre lo supe:
que nada amaba tanto
y no habrÃa camino más largo
que el de quererte a solas.)
1992
-como a los pájaros-
pan y queso con aroma de hinojo, anÃs, matalahúva.
Acercaste el cáliz a mi boca
y yo lo recibà como si un hambre inmortal me delatara.
Estrené falda nueva, zapatos de tacón, trenzas de oro.
Y luego fui al olvido.
(Pero siempre lo supe:
que nada amaba tanto
y no habrÃa camino más largo
que el de quererte a solas.)
1992
Elsa López
¿Qué importa que la estrella esté remota y deshecha la rosa?. Aún tendremos el brillo y el aroma.
León Felipe
Galope Súbito
A veces cruza mi pecho dormido
una alada magnolia gimiendo,
con su aroma lascivo, una campana
tocando a fuego, a besos,
una soga llanera
que enlaza una cintura,
una roja invasión de hormigas blancas,
una venada oteando el paraÃso
jadeante, alzado el cuello
hacia el éxtasis,
una falda de cámbulos,
un barco que da tumbos
por ebrio mar de noche y de cabellos
un suspiro, un pañuelo que delira
bordado con diez letras
y el laurel de la sangre,
un desbocado vendaval, un cielo
que ruge como un tigre,
el puñal de la estrella fugaz
que solo dos desde un balcón han visto,
un sorbo delirante de vino besador,
una piedra de otro planeta silbando
como la leña verde cuando arde,
un penetrante rÃo que busca locamente
su desenlace o desembocadura
donde nada la Bella Nadadora,
un raudal de manzana y roja miel,
el arañazo de la ortiga más dulce,
la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
tejiendo su delirio,
un clarÃn victorioso levantado hacia el alba,
la doble alondra del color del maÃz
volando sobre un celeste infierno
y veo, dormido, un precipicio súbito
y volar o morir...
A veces cruza mi pecho dormido
una persona o viento,
un enjambre o relámpago,
un súbito galope:
es el amor que pasa en la grupa de un potro
y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.
A veces cruza mi pecho dormido
una alada magnolia gimiendo,
con su aroma lascivo, una campana
tocando a fuego, a besos,
una soga llanera
que enlaza una cintura,
una roja invasión de hormigas blancas,
una venada oteando el paraÃso
jadeante, alzado el cuello
hacia el éxtasis,
una falda de cámbulos,
un barco que da tumbos
por ebrio mar de noche y de cabellos
un suspiro, un pañuelo que delira
bordado con diez letras
y el laurel de la sangre,
un desbocado vendaval, un cielo
que ruge como un tigre,
el puñal de la estrella fugaz
que solo dos desde un balcón han visto,
un sorbo delirante de vino besador,
una piedra de otro planeta silbando
como la leña verde cuando arde,
un penetrante rÃo que busca locamente
su desenlace o desembocadura
donde nada la Bella Nadadora,
un raudal de manzana y roja miel,
el arañazo de la ortiga más dulce,
la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
tejiendo su delirio,
un clarÃn victorioso levantado hacia el alba,
la doble alondra del color del maÃz
volando sobre un celeste infierno
y veo, dormido, un precipicio súbito
y volar o morir...
A veces cruza mi pecho dormido
una persona o viento,
un enjambre o relámpago,
un súbito galope:
es el amor que pasa en la grupa de un potro
y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.
Eduardo Carranza
Amor
El amor es fragante como un ramo de rosas.
Amando, se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas
de todas las umbrÃas y todas las praderas.
Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en los gajos de los ceibos frondosos!
¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de floridas y agrestes primaveras
queda en mi piel morena de ardiente transparencia
perfumes de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras
y unge mi piel de frescas esencias campesinas.
El amor es fragante como un ramo de rosas.
Amando, se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas
de todas las umbrÃas y todas las praderas.
Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en los gajos de los ceibos frondosos!
¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de floridas y agrestes primaveras
queda en mi piel morena de ardiente transparencia
perfumes de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras
y unge mi piel de frescas esencias campesinas.
Juana de Ibarbourou
Sobre Unos Lirios
(APUNTES)
I
Mancebos como prÃncipes,
os habéis alejado del jardÃn
y crecéis en mi alma,
en algún oculto declive.
Morados y blancos, malvas y amarillos
son los colores de vuestras vestiduras,
y espolvoreados de plata
desafiais al tiempo.
Cuando sopla la brisa
de mi corazón enamorado,
sonreÃs lentamente
como si recordarais.
II
Os llevaba conmigo,
como un manojo de prÃncipes
que rodean al maestro
en el ejercicio de la mañana.
Luego engalanabais
mi mÃsera vivienda,
pero vuestros verdes espadines
me recordaban nuestra distancia.
III
Os amo,
flores lejanas,
jóvenes reyes
del monte misterioso.
Comprendo que hayáis huido
del jardÃn y su gente;
nada atrae allÃ
a vuestra altiva sencillez.
Entre estas cuatro paredes,
¿os resultaré un triste inoportuno?
Y sin embargo vuestro dulce aroma
me llega como la respiración de un amigo.
IV
Desde muchos años,
nadie habÃa sabido acompañarme
con esta gentileza
que me cautiva.
Cautivadores sois,
inexpresables,
y vuestra presencia ha sido en estos dÃas
como el sueño de mi juventud.
Cuando la pálida púrpura
del capullo se aje,
¿qué imagen entristecedora
os llevaréis de m�
V
Os puse junto al recuerdo
de una jovencilla desaparecida,
porque me gusta rodearme
de seres que no dañan al amor.
Quizás entre ella y vosotros
hay un diálogo inefable
que yo nunca entenderÃa,
porque soy un hombre.
De "Las iusiones"
(APUNTES)
I
Mancebos como prÃncipes,
os habéis alejado del jardÃn
y crecéis en mi alma,
en algún oculto declive.
Morados y blancos, malvas y amarillos
son los colores de vuestras vestiduras,
y espolvoreados de plata
desafiais al tiempo.
Cuando sopla la brisa
de mi corazón enamorado,
sonreÃs lentamente
como si recordarais.
II
Os llevaba conmigo,
como un manojo de prÃncipes
que rodean al maestro
en el ejercicio de la mañana.
Luego engalanabais
mi mÃsera vivienda,
pero vuestros verdes espadines
me recordaban nuestra distancia.
III
Os amo,
flores lejanas,
jóvenes reyes
del monte misterioso.
Comprendo que hayáis huido
del jardÃn y su gente;
nada atrae allÃ
a vuestra altiva sencillez.
Entre estas cuatro paredes,
¿os resultaré un triste inoportuno?
Y sin embargo vuestro dulce aroma
me llega como la respiración de un amigo.
IV
Desde muchos años,
nadie habÃa sabido acompañarme
con esta gentileza
que me cautiva.
Cautivadores sois,
inexpresables,
y vuestra presencia ha sido en estos dÃas
como el sueño de mi juventud.
Cuando la pálida púrpura
del capullo se aje,
¿qué imagen entristecedora
os llevaréis de m�
V
Os puse junto al recuerdo
de una jovencilla desaparecida,
porque me gusta rodearme
de seres que no dañan al amor.
Quizás entre ella y vosotros
hay un diálogo inefable
que yo nunca entenderÃa,
porque soy un hombre.
De "Las iusiones"
Juan Gil-Albert
Soneto de La Nieve TodavÃa
Mira cómo se quema el Guadarrama
en sus torres azules. Esa loma
tiene un poco de nieve, una paloma
que ha librado sus alas de la llama.
Qué desierta de pájaros la rama
donde a la luz mi corazón se asoma,
como un clavel de invierno sin aroma
como un campo segado de retama.
Crezco de amor bajo este sol tendido,
y crecen las montañas imitando
el hielo que mi ardor no te ha deshecho.
Bajo un ave de nieve estoy vencido
y están sus alas frÃas coronando
una sierra de sangre por mi pecho.
Mira cómo se quema el Guadarrama
en sus torres azules. Esa loma
tiene un poco de nieve, una paloma
que ha librado sus alas de la llama.
Qué desierta de pájaros la rama
donde a la luz mi corazón se asoma,
como un clavel de invierno sin aroma
como un campo segado de retama.
Crezco de amor bajo este sol tendido,
y crecen las montañas imitando
el hielo que mi ardor no te ha deshecho.
Bajo un ave de nieve estoy vencido
y están sus alas frÃas coronando
una sierra de sangre por mi pecho.
José GarcÃÂa Nieto
Recordando Un Perfume
La vida me adelanta un mensajero
delgado. Pone cada
cosa viva en el aire su existencia
como invisibles alas.
A ciegas avanzamos
y el olor es un hilo
de Ariadna que nos lleva de la mano
fuera del laberinto.
Nuestros sabuesos van buscando rastros
y damos a un aroma
alcance y lentamente recreamos
el tiempo entre la sombra.
La vida me adelanta un mensajero
delgado. Pone cada
cosa viva en el aire su existencia
como invisibles alas.
A ciegas avanzamos
y el olor es un hilo
de Ariadna que nos lleva de la mano
fuera del laberinto.
Nuestros sabuesos van buscando rastros
y damos a un aroma
alcance y lentamente recreamos
el tiempo entre la sombra.
Leopoldo de Luis
Pasión Y Muerte de La Luz
VIII
Mi entraña mereció, panal mestizo,
la incorruptible ley de tu voluta.
En cada nervio de clavel o fruta
un embozado arroyo de granizo.
La abeja por mi sangre se deshizo.
Vi las raÃces de tu isla enjuta,
y el atisbo tenaz de la cicuta
mezcló a tu piel su aroma fronterizo.
Tiendo la mano para recogerla
y el lento cáliz de una llaga frÃa
estanca el iris de tu simple perla.
Me ciño a su enlutada melodÃa
quemándome sin fin por retenerla
en el doble rumor de mi agonÃa.
X
El verano se agota en el racimo.
Ni avena, ni cigarra, ni amapola.
Ni el alga haciendo venas en la ola,
ni las tÃmidas ranas en el limo.
Ni la corteza que hasta el llanto oprimo
entre la tierna muchedumbre, sola,
hecha de sangre y labios la aureola
donde me corroboro y me lastimo.
Ni la centella que la liebre rubia
mueve entre los primores del rocÃo,
ni la humilde fragancia de la alubia.
Ni el caballo de sal que adiestra el rÃo;
ni la múltiple espada de la lluvia,
dirán tu arisca huella, idioma frÃo.
VIII
Mi entraña mereció, panal mestizo,
la incorruptible ley de tu voluta.
En cada nervio de clavel o fruta
un embozado arroyo de granizo.
La abeja por mi sangre se deshizo.
Vi las raÃces de tu isla enjuta,
y el atisbo tenaz de la cicuta
mezcló a tu piel su aroma fronterizo.
Tiendo la mano para recogerla
y el lento cáliz de una llaga frÃa
estanca el iris de tu simple perla.
Me ciño a su enlutada melodÃa
quemándome sin fin por retenerla
en el doble rumor de mi agonÃa.
X
El verano se agota en el racimo.
Ni avena, ni cigarra, ni amapola.
Ni el alga haciendo venas en la ola,
ni las tÃmidas ranas en el limo.
Ni la corteza que hasta el llanto oprimo
entre la tierna muchedumbre, sola,
hecha de sangre y labios la aureola
donde me corroboro y me lastimo.
Ni la centella que la liebre rubia
mueve entre los primores del rocÃo,
ni la humilde fragancia de la alubia.
Ni el caballo de sal que adiestra el rÃo;
ni la múltiple espada de la lluvia,
dirán tu arisca huella, idioma frÃo.
Sara de Ibáñez
Ola
Hacia la arena tibia se desliza
la flor de las espumas fugitivas,
y en su cristal navega el aire herido,
imperceptible, desplomado, oscuro
como paloma que de pronto niega
de su mármol idéntico el estÃo
o el miedo que en silencios se apresura
y solo huella fuese de un viraje,
melancólica niebla que al oÃdo
dejara su tranquilo desaliento.
mas el aire es quien fragua, sosegado,
la caricia sombrÃa, el beso amargo
que al fin fatigará el oculto aroma
de la arena doliente, deseosa,
ávida, estéril sombra pensativa,
cuerpo anegado en un cansancio oscuro
sometido al murmullo de aquel beso.
Hermosa asÃ, desnuda, ya no es
la carne iluminada cual la flecha
que en el viento describe lujuriosa
el temblor que después ha de entregar;
ni es la boca ardiente, enamorada,
insaciable al contacto, al beso ávida
como profundo aroma silencioso;
Ni la pasión del fuego hacia el aliento
destruyendo lo inmóvil de la sombra
para precipitarla en lo que ha sido,
sino que, ya ternura del cautivo
que sabe dónde amor le está esperando,
quiebra su forma, pierde su albedrÃo
y en un instante de candor o ala
ahogada en un anhelo suspendido,
como ciega tormenta despeñada
abandónase al cuerpo que la acosa
y a su encuentro es caricia, oscura imagen
de rudo impulso convertido en plumas
o tinieblas perdidas para siempre,
y sabe cómo al fin la arena es tumba,
frontera temblorosa donde se abren
las flores fugitivas de la espuma,
resueltas ya en silencio y lentitud.
Hacia la arena tibia se desliza
la flor de las espumas fugitivas,
y en su cristal navega el aire herido,
imperceptible, desplomado, oscuro
como paloma que de pronto niega
de su mármol idéntico el estÃo
o el miedo que en silencios se apresura
y solo huella fuese de un viraje,
melancólica niebla que al oÃdo
dejara su tranquilo desaliento.
mas el aire es quien fragua, sosegado,
la caricia sombrÃa, el beso amargo
que al fin fatigará el oculto aroma
de la arena doliente, deseosa,
ávida, estéril sombra pensativa,
cuerpo anegado en un cansancio oscuro
sometido al murmullo de aquel beso.
Hermosa asÃ, desnuda, ya no es
la carne iluminada cual la flecha
que en el viento describe lujuriosa
el temblor que después ha de entregar;
ni es la boca ardiente, enamorada,
insaciable al contacto, al beso ávida
como profundo aroma silencioso;
Ni la pasión del fuego hacia el aliento
destruyendo lo inmóvil de la sombra
para precipitarla en lo que ha sido,
sino que, ya ternura del cautivo
que sabe dónde amor le está esperando,
quiebra su forma, pierde su albedrÃo
y en un instante de candor o ala
ahogada en un anhelo suspendido,
como ciega tormenta despeñada
abandónase al cuerpo que la acosa
y a su encuentro es caricia, oscura imagen
de rudo impulso convertido en plumas
o tinieblas perdidas para siempre,
y sabe cómo al fin la arena es tumba,
frontera temblorosa donde se abren
las flores fugitivas de la espuma,
resueltas ya en silencio y lentitud.
AlàChumacero
El Lecho
¡Oh soledad, mi soledad, aroma
de la muerte, naufragio
del contiguo vivir, cuchillo, llama,
que corta, quema el mundo y manos, voces
que el mundo alza como alambres para
tender los Paños, las banderas limpias
de la amistad!
¡Oh soledad, presagio
de la tierra movida o de la cal y el canto
clausurados!
La rueca
sigue girando al otro lado de la
cretona distendida como una piel que he puesto
a secar. y los ramos en que abejas,
mariposas quizá, se depositan
ajenas a esta caja donde busco
en vano el sueño.
¿Soy el mismo? El ala
de un instante separa esto que digo
de lo que dije cuando dije soy.
Y no hablemos del dÃa: encontré piedras
sobre las que el silencio reposaba,
hojas secas, mojadas por el riego
de las nubes, vibrantes hojas verdes,
instrumentos ajados, entusiasmos
dormidos, humos, lenguas.
¡Oh soledad, mi soledad, la noche
no te abandona, el sueño se derrama
sobre el clamor atenazado! Vuelco
mi tristeza en las sábanas, abrigo
mi deseo de Dios entre los párpados,
y sigo tiritando de estar solo.
"Port-Royal" 1968
¡Oh soledad, mi soledad, aroma
de la muerte, naufragio
del contiguo vivir, cuchillo, llama,
que corta, quema el mundo y manos, voces
que el mundo alza como alambres para
tender los Paños, las banderas limpias
de la amistad!
¡Oh soledad, presagio
de la tierra movida o de la cal y el canto
clausurados!
La rueca
sigue girando al otro lado de la
cretona distendida como una piel que he puesto
a secar. y los ramos en que abejas,
mariposas quizá, se depositan
ajenas a esta caja donde busco
en vano el sueño.
¿Soy el mismo? El ala
de un instante separa esto que digo
de lo que dije cuando dije soy.
Y no hablemos del dÃa: encontré piedras
sobre las que el silencio reposaba,
hojas secas, mojadas por el riego
de las nubes, vibrantes hojas verdes,
instrumentos ajados, entusiasmos
dormidos, humos, lenguas.
¡Oh soledad, mi soledad, la noche
no te abandona, el sueño se derrama
sobre el clamor atenazado! Vuelco
mi tristeza en las sábanas, abrigo
mi deseo de Dios entre los párpados,
y sigo tiritando de estar solo.
"Port-Royal" 1968
Alfonso Canales
Pinar de La Piedra
Hay una débil música enredada en mis dedos
como indolentes, verdes algas dormidas,
cuando Mayo desnuda de negros pabellones
mi errante pensamiento.
Hay un tejido espeso como aroma de mieles y de trigo,
que envuelve adormeciendo roca y nube.
Es temprano en la tarde.
El arroyo abandona su flauta entre la hierba.
Me inclino reverente para beber y el agua
pone en mis cerrados párpados su húmeda caricia.
Sobre la tierra extiendo mi pereza
y Mayo me despoja de la corteza gris y extraña de mi traje
ciñéndome triunfal con la guirnalda azul de sus ramajes lánguidos
y en el silencio olvido el remolino inquieto de mi alma.
Ahora soy complacido todo tierra,
sólo un montón de tierra donde crecen florecillas salvajes
como desnudas piernas deseadas
y hay un himno en mis labios,
un himno que levanta su corola
como la púrpura de la diana en un alba con lluvia.
Por el pinar en sombra se difunden sonrisas de armonÃa
cuando la tarde estruja jacintos olorosos
en el cáliz temblante de los árboles.
La montaña se aleja en éxtasis de humo...
Yo espero confiado que tu inicial escrita en la piedra callada
vuelva a hablarme en la noche con tu voz,
con la voz del agua en el venero,
de ese agua que rompe su lÃquido alabastro
en el silencio verde de las hierbas.
"Mientras cantan los pájaros"
Hay una débil música enredada en mis dedos
como indolentes, verdes algas dormidas,
cuando Mayo desnuda de negros pabellones
mi errante pensamiento.
Hay un tejido espeso como aroma de mieles y de trigo,
que envuelve adormeciendo roca y nube.
Es temprano en la tarde.
El arroyo abandona su flauta entre la hierba.
Me inclino reverente para beber y el agua
pone en mis cerrados párpados su húmeda caricia.
Sobre la tierra extiendo mi pereza
y Mayo me despoja de la corteza gris y extraña de mi traje
ciñéndome triunfal con la guirnalda azul de sus ramajes lánguidos
y en el silencio olvido el remolino inquieto de mi alma.
Ahora soy complacido todo tierra,
sólo un montón de tierra donde crecen florecillas salvajes
como desnudas piernas deseadas
y hay un himno en mis labios,
un himno que levanta su corola
como la púrpura de la diana en un alba con lluvia.
Por el pinar en sombra se difunden sonrisas de armonÃa
cuando la tarde estruja jacintos olorosos
en el cáliz temblante de los árboles.
La montaña se aleja en éxtasis de humo...
Yo espero confiado que tu inicial escrita en la piedra callada
vuelva a hablarme en la noche con tu voz,
con la voz del agua en el venero,
de ese agua que rompe su lÃquido alabastro
en el silencio verde de las hierbas.
"Mientras cantan los pájaros"
Pablo GarcÃÂa Baena
Mujer hermosa de piel suave y fina como la seda de aroma delicado y sonrisa eterna, su alma inquieta y a veces serena, siempre amable aun cuando padecÃa penas, dios te bendiga por ser tan bella y te de la gracia de encontrar tu alma gemela.
Alonso Mendez
MONTAÑA
Viento suave de montaña que me abrazas al pasar
Perfúmame con tu aroma y asilencia mi pensar.
Detén mi prisa incesante, sosiega mi ansiedad.
Envuélveme en tu andar paciente donde no existe la edad.
Absórbeme en tu belleza y embriágame los sentidos.
Quiero que mi conciencia viva el momento infinito.
Viento suave de montaña que me abrazas al pasar
Perfúmame con tu aroma y asilencia mi pensar.
Detén mi prisa incesante, sosiega mi ansiedad.
Envuélveme en tu andar paciente donde no existe la edad.
Absórbeme en tu belleza y embriágame los sentidos.
Quiero que mi conciencia viva el momento infinito.
Gustavo Estrada Luque