Nadie se conoce a sí mismo hasta tanto no ha sufrido.
Es una ley casi invariable que los placeres más exquisitos son los que más caros se pagan.
El olvido llega al corazón como a los ojos el sueño.
Nada se parece tanto a un altar como una tumba.
Tened cuidado con el hombre que pide un perdón: puede caer fácilmente en la tentación de merecer dos.
Es de presumir que las mujeres tienen en más su cuerpo que su alma, puesto que la mayoría entregan su corazón sin resistencia y se resisten a entregar su cuerpo.
Las canciones más desesperados son las más bellas, y sé que algunos inmortales que son lágrimas puras.
Las canas no hacen más viejo al hombre cuyo corazón no tiene edad.
Experiencia es el nombre que los hombres le dan a sus desatinos o a sus tristezas.
¿Quién ha mirado mi oculto llanto? / ¿Quién mis amores pudo advertir? / padezco a solas y sufro tanto / que, de callarlo, voy a morir.
Una lágrima dice más que cualquier palabra. La lágrima tiene un gran valor, es la hermana de la sonrisa.
La mujer que no está enamorada se aburre siempre, en su casa, en los salones y en el teatro.
La mujer se parece a la sombra propia: si la sigues, huye; si la huyes, sigue.
Es necesario amar siempre, aún después de haber amado.
Cualquiera que haya amado tiene una cicatriz.
Tomad del amor lo que de vino toma un hombre sobrio; pero nunca os emborrachéis.
La vida es un ensueño, el amor su sueño. Y habrás vivido si has amado.
Los proyectos de felicidad son, tal vez, la única felicidad de este mundo.
El hombre es un apendriz; el dolor es su eterno maestro.
¡Días de trabajo! Son los únicos días que he vivido.