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Descansa ( 2 )

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Toma tu descanso. Tu mente recobrará las energías y una idea nueva y evidente tendrás ante tus ojos. Quien descansa en su labor produce mucho más que aquel que por ella se deja esclavizar.


Efraín Gutiérrez Zambrano


??El orden político descansa en dos principios conexos,? ?opuestos e irreductibles:? ?la autoridad y la libertad...? ?ni la autoridad ni la libertad pueden constituirse aparte,? ?ni dar origen a un sistema que les sea exclusivamente propio?; ?lejos de esto,? ?se hallan condenadas a hacerse perpetuas y mutuas concesiones.


Pierre Joseph Proudhon




Mi Corazón…

Una máquina perfecta, y trabaja sin ningún interés,
No descansa, y nos mantiene todos los sentidos atentos,
A todo lo que nos rodea en lo externo.

Música, armonía y acordes, son los que oímos en su trabajar,
Latidos coordinados, ritmo y melodías podemos interpretar.
Pareciera que no ve, que no siente, que solo trabaja, pero; Cuando se enamora, se descontrola y nos bloquea los sentidos,A veces quisiéramos tranquilizar, pero él no nos escucha, y nos arrastra al más allá,a mundos que no conocemos y que nos dan mucho miedo.

Mi corazón, no entiende lo que pasa? Y mucho menos lo que pasará?
Mi corazón, se tranquiliza al pensarte, al mirarte lejos en este momento.
Mi corazón, cuando te encuentra me empuja y quisiera abrazarte.
Mi corazón, sonríe a veces sin razón.
Mi corazón, se acelera al solo escuchar tú voz.
Mi corazón, late fuerte, fuerte, para que lo escuches,
Pero que tristeza que tú no oigas sus latidos,
y no todos podamos controlar nuestros sentidos.


cisne25


Una fría noche, por momentos me pregunto en donde me encuentro, luego regreso a la realidad y descubro que sigo aquí inconforme con lo que soy, inconforme con lo que tengo, con lo que me toco vivir. Si el amor toca a mi puerta lo rechazo, no deseo involucrarme, no deseo sentir dolor, no deseo sentir ansiedad, no deseo sufrir. La soledad carcome mi alma, cada día me debilito mas, no sé si sucumbir a vivirlo o dejar que lentamente desfallezca hasta ya no sentir nada. Insensible a todo, falto de emociones, sin deseos de vivir, es como una herida abierta. Cuando duermo todo es diferente, mi mundo es otro, pero parece que ni siquiera tengo derecho a eso, mi sueño es débil, muy corto, mi cuerpo no descansa pues mi mente me sacude con pensamientos dolorosos que no me dejan en paz. Cuánto dolor mas debo soportar, cuanta tristeza llenara mi ser hasta quedar satisfecha al impregnar mi cuerpo, mi alma y mi mente…


GatoSolitario


Si no hubiera sido por tu ida todos los records de Schumacher serían tuyos, por que sencillamente has sido el mejor piloto de todos los tiempos, descansa en paz con Dios.


Rubens Barrichello


Como método científico, el método experimental descansa totalmente en la verificación experimental de una hipótesis científica.


Claude Bernard




El credo libertario descansa sobre un axioma central: de que ningún hombre o grupo de hombres puede tener el derecho de agredir a la persona o a la propiedad de cualquier otro. Esto puede ser llamado el axioma de la no agresión. Agresión es definida como la iniciación del uso, o la amenaza, de violencia física contra la persona o propiedad de cualquier otro. Agresión es consecuentemente sinónimo de invasión.


Murray Rothbard


Lo cierto es que una gran responsabilidad descansa sobre los hombres de Estado de todas las naciones, no solo para cumplir las promesas de reducción de armamentos, pero para mantener la confianza de los pueblos del mundo con la esperanza de una paz duradera.


Frank B. Kellogg


Pero esa guitarra es el compañero perfecto para la voz humana. Descansa en contra de su instinto, contra su corazón, y cuando las toca las vibraciones van hacia el exterior para que todos lo oyeran, pero la vibración también te golpea en su cuerpo.


Jason Mraz




Sabes, creo que de la economía global como un triángulo invertido, que descansa sobre los hombros de los consumidores estadounidenses. Y si el consumidor estadounidense no puede tener suficiente ingreso disponible, a fin de mantener un nivel de vida que crea más oportunidades de generación en generación, eso es malo para todos.


Hillary Clinton


La voz del intelecto es suave, pero no descansa hasta que se ha ganado una audiencia.


Sigmund Freud


Los milagros de la iglesia me parece que no descansa tanto en los rostros o voces o el poder curativo que vienen pronto a nuestro encuentro desde lejos, sino en nuestras percepciones están haciendo más fina, por lo que por un momento nuestros ojos pueden ver y nuestros oídos pueden escuchar lo que hay sobre nosotros siempre.


Willa Cather


La monopolización del dinero y la banca es el pilar fundamental sobre el que descansa el Estado moderno. De hecho, es probable que sea convertido en el instrumento más preciado para aumentar los ingresos del Estado. En ningún otro lugar puede el Estado hacer la conexión entre la redistribución de gastos y la explotación de retorno de forma más directa, rápida y segura que al monopolizar el dinero y la banca. Y en ningún otro lugar hay planes estatales menos claros que aquí.


Hans-Hermann Hoppe




Las huellas en la arena que dejó tu sobrino, hoy el mar las borra de allí, porque regresan a su lugar de origen. Él ahora descansa en paz, sabemos que el dolor de su partida es mucho, pero recuerda que todos, ya sea tarde o temprano, nos reuniremos y estaremos juntos de nuevo. Muchos ánimos y fuerza




Delegados Domination la violencia física sobre la que descansa a los dominados.


Theodor Adorno


Los Diez Mandamientos no han sido reemplazados como base moral sobre la que descansa la sociedad.


Edwin Louis Cole


El verdadero snob nunca descansa, siempre hay un objetivo superior de alcanzar, y hay, por lo mismo, siempre más y más gente a mirar con desdén.


Russell Lynes


Toda sociedad descansa en última instancia en el reconocimiento de principios comunes e ideales comunes, y si no tiene apelación moral o espiritual a la lealtad de sus miembros, debe inevitablemente caerá en pedazos.


Christopher Dawson


Me gustaría tener algo más que sugirió dijo en su totalidad. Cuando se da todos los detalles, la mente descansa satisfecho, y la imaginación pierde el deseo de usar sus propias alas.


Thomas Bailey Aldrich


Lo que llamamos bienes raíces - la base sólida para construir una casa en - es la amplia base sobre la que descansa casi toda la culpa de este mundo.


Nathaniel Hawthorne


Ninguna teoría es buena si no lo permite, no descansa, pero el mayor trabajo. Ninguna teoría es bueno, sino solo con la condición de que uno lo utilizan para ir más allá.


Andre Gide


Recordemos siempre que nuestro interés se centra en la concordia, no en conflicto, y que nuestra verdadera eminencia descansa en las victorias de la paz, no a los de la guerra.


William McKinley


La fuerza de la mente descansa en la sobriedad, por lo que mantiene su motivo sin nubes por la pasión.


Pythagoras


Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que llega a casa y descansa su cabeza sobre su edad, almohada familiar.


Lin Yutang


La voz del intelecto es una suave, pero no descansa hasta haber logrado hacerse escuchar.


Sigmund Freud


Mientras estés durmiendo ingresaré a tu mente para que sueñes conmigo. Te amo con todas mis fuerzas amor, eres un chico encantador que cada día me enamora más y más. Descansa cariño mío.






Descansa pronto amore mío, cierra tus lindos ojos y sueña que el mundo es solo para los dos. Yo me esforzaré por hacer tus sueños realidad y seremos felices como si viviéramos dentro de una canción de amor. Buenas noches, mi amor.




La ley no se empuja sobre el hombre, sino que descansa en lo profundo de él, para despertar cuando llegue la llamada.


Martin Buber


Nada es hermoso, único hombre: en este pedazo de ingenuidad descansa todo la estética, es la primera verdad de la estética. Añadamos inmediatamente su segundo: nada es feo, pero degenerado hombre - el dominio del juicio estético se define con la misma.


Friedrich Nietzsche


Medicina descansa sobre cuatro pilares - la filosofía, la astronomía, la alquimia y la ética.


Paracelso


La perfecta claridad de todas las representaciones en el sueño, que descansa en la creencia absoluta en su realidad, nos recuerda los estados de la humanidad anterior, en los que la alucinación era frecuente y se enseñoreaba de tiempo en tiempo de comunidades enteras a la vez y aún de pueblos enteros. Así, en el sueño rehacemos una vez más la tarea de la humanidad anterior.


Friedrich Nietzsche


Más tarde comencé a merodear por el umbral del sueño. A veces creo que se descansa mejor en la frontera que separa la vigilia y el sueño que durmiendo. La mente erra bajo el crepúsculo de ambos estados y es capaz de desvelar las verdades que guardan tanto la luz del día como los sueños. Todo aquello que no estamos preparados para descubrir pervive en ese límite, a la espera de encontrarse con ese rincón desprotegido de la psique.


Robin Hobb


La razón descansa y tiene su fin en sí misma; se da la existencia y se explana por sí misma.


Georg Wilhelm Friedrich Hegel


Medí los cielos y ahora mido las sombras. Mi mente tenía por límite los cielos, mi cuerpo descansa encerrado en la Tierra.


Johannes Kepler


Queremos demostrar al presidente del Gobierno que para encontrar vagos y corruptos debe estar en otro lado más cerca de él y no entre los jornaleros andaluces. Queremos demostrarle que cuando el Gobierno descansa, los jornaleros pueden trabajar.


Juan Manuel Sánchez Gordillo


Observa el rebaño que ante ti desfila apacentándose: no sabe lo que es ayer ni lo que es hoy, corre de un lado a otro, come, descansa, hace la digestión, vuelve a correr, y así de la mañana a la noche, día tras día, atado a muy poca distancia con su placer y desplacer a la estaca del momento y, por ello, sin melancolía ni hastío.


Georg Wilhelm Friedrich Hegel


Milly o la tierra natal

¿Por qué, pues, pronunciar ese nombre de patria?
En su exilio brillante se estremece mi pecho
y resuena de lejos en el alma afligida
como lo hacen los pasos o la voz de un amigo.

¡Oh montañas veladas por la niebla de otoño,
valles que entapizaban las escarchas del alba,
sauces cuya corona deshojaba la poda,
viejas torres doradas por el sol de la tarde,

muros negros del tiempo, lomas, cuestas abruptas,
manantial donde van a beber los pastores,
gota a gota esperando aguas raras y límpidas,
con sus urnas dispuestas mientras hablan del día!

Choza que hace brillar el fulgor de la lumbre
y que amaba el viajero por humear a lo lejos,
sólo objetos, ¿o acaso tenéis alma también
que se pega a nuestra alma y a la fuerza de amar?

Yo vi cielos azules cuya noche es sin brumas,
toda de oro hasta el alba bajo un brillo de estrellas
que en su curva infinita redondeaban la cúpula
de cristal que jamás ha empañado algún viento.

Y vi montes cargados de limones y olivas
reflejar en las aguas sus inquietos perfiles;
y en sus valles profundos al impulso del céfiro
balancearse la espiga y la cepa madura;

en los mares que apenas son un leve murmullo
vi del agua luciente la ondulante cintura
apretando y soltando en sus pliegues azules
de sus riscos mellados los contornos inciertos

extenderse en el golfo como mantos de luz,
y blanqueando el escollo con sus flores de espuma
llevar hasta lo lejos de un poniente rojizo
islas» que eran el lecho como de oro del sol;

allí abriéndose a mí me mostraban sin límite
todo un mar infinito donde habita el misterio;
vi las cumbres altivas, cual del aire pirámides,
donde estío fundía el abrigo invernal,

descendiendo en peldaños hasta el fondo de valles
con laderas pobladas por aldeas y frondas,
con picachos y rocas que se yerguen, bajando
en pendientes de hierba para huir deslizándose,

mientras curvas humeantes, con un ruido de trueno
sus torrentes de espuma y sus ríos en polvo,
en sus flancos que son ya de luz ya de sombra,
con oleadas oscuras y con islas radiantes,

se ven valles profundos caros al soñador,
ascendiendo, bajando y ascendiendo otra vez,
y allí desde la raíz de sus amplias murallas,
entre abetos y robles por la tierra esparcidos,

en los lagos o espejos que a su sombra dormitan
dar sus verdes reflejos o su imagen oscura,
y en el tibio azul claro de estas límpidas aguas
ser la nieve un temblor y algo fluido los cerros.

Visité esas orillas y ese albergue divino
que la sombra del vate eligió como tumba,
esos campos que pudo la Sibila-" mostrarle,
y el Elíseo y Cumas; y a pesar de todo eso
no está allí el corazón...

Pero existe también una estéril montaña
que no tiene ni bosques ni hontanares, con una
cumbre humilde minada por la acción de los años,
que por su propio peso día a día se inclina

y que pierde su tierra derramada en barrancos
conservando un boj seco de raíz descarnada,
con roquedos a punto de caer si los pisa
con su pata ligera algún chivo nervioso.

Con el tiempo esos restos al caer han formado
como un cerro que mengua y que va escalonándose
hasta muros que sirven de pared protectora
a unos campos avaros que ha regado el sudor;

unas cepas con brazos que no encuentran sus arces
por la tierra serpean o en la arena se arrastran,
y hay zarzales en donde el zagal de la aldea
coge un fruto olvidado que disputa a los pájaros;

allí ovejas escuálidas de las chozas vecinas
ramonean dejando entre espinos su lana.
Lugar donde la música de las aguas de estío
o el temblor del follaje que sacuden las brisas

o los himnos que entrega el ruiseñor a los aires,
no conmueven el pecho ni el oído seducen,
sino que bajo un cielo que es de bronce perpetuo
la cigarra ensordece con su grito escondido.

Hay en estos desiertos una rústica casa
que recibe tan sólo de este monte la sombra,
con paredes golpeadas por la lluvia y los vientos,
con los musgos antiguos ocultando su edad.

En su umbral pueden verse tres peldaños de piedra
y allí puso el azar de una yedra las raíces
que mezclando cien veces sus enredos de nudos
con sus brazos esconde las injurias del tiempo,

y curvando en un arco sus volutas agrestes
es el único adorno de aquel rústico porche.
Un jardín que desciende por el flanco de un cerro
muestra cara al poniente un sediento arenal.

No sujeta, la piedra que el invierno ha tiznado
es el triste jalón del recinto minúsculo.
Esa tierra que hieren las azadas exhibe
sus entrañas desnudas de la hierba y la sombra;

ni esmaltadas alfombras ni el verdor hecho bóveda,
ni un arroyo en los bosques, ni frescor ni murmullo;
solamente seis tilos que el arado olvidó,
con un poco de hierba extendida a sus pies

dan en tiempo de otoño sombra tibia y escasa,
que es más grata a la frente bajo un cielo tan duro;
árboles que en sus frondas, en mi infancia feliz,
albergaron los sueños más hermosos que tuve.

En aquellos lugares que suspiran por agua
hay un pozo en la roca que el frescor nos esconde,
y allí el viejo, después, de muy largos esfuerzos,
mientras gime descansa su urna sobre el brocal;

la era donde el mayal sobre tierra pisada
bate rítmicamente las dispersas gavillas,
y la blanca paloma y el humilde gorrión
se disputan la espiga que el rastrillo olvidó;

y esparcidas por tierra, herramientas del campo,
yugos rotos y carros que duermen bajo porches,
ejes ya sin los rayos que quebró la rodada,
y la reja inservible que embotaron los surcos.

Nada alivia la vista de su estéril prisión,
ni las cúpulas áureas de soberbias ciudades,
ni la senda de polvo, ni a lo lejos un no,
ni los blancos tejados a la luz de la aurora.

Solamente esparcidos de distancia en distancia
los refugios agrestes que los pobres habitan,
junto a sendas estrechas que dispuso el desorden,
con tejados de bálago y paredes ahumadas,

se ven donde el anciano que se sienta a la puerta,
en su cuna de juncos duerme al niño que llora.
¡Una tierra sin sombra, sin colores los cielos,
unos valles sin agua! ¡Y allí está el corazón!

Éstos son los lugares, los sagrados parajes
de los cuales el alma rememora la imagen,
y que forjan de noche mis ensueños más bellos
hechizando los ojos con antiguas visiones.

Allí cada momento, cada aspecto del monte,
cada ruido que se alza por la noche en los campos,
cada mes que retorna como un paso del tiempo,
y hace verdes o mustia esos bosques y prados,

y la luna que mengua o que crece en la sombra,
y la estrella que asciende por la oscura colina,
los rebaños del monte que la escarcha ha expulsado
y que vuelven al valle con su andar vacilante,

viento, espino florido, hierba verde o marchita,
y la reja en el surco y en los prados el agua,
todo me habla una lengua que resuena aquí dentro,
con palabras que entienden los sentidos y el alma:

resonancias, perfumes, tempestades y rayos,
y peñascos, torrentes, y esas dulces imágenes
y esos viejos recuerdos que en nosotros dormitan,
que un lugar nos conservan y devuelven más dulce.

Allí está el corazón que se vuelve a encontrar;
todo allí me recuerda, me conoce y me ama.
Allí abundan amigos en todo este horizonte,
en cada árbol releo una historia pasada

y también cada piedra tiene un nombre que es suyo;
«¿qué más da que este nombre, como Palmira o Tebas,»
no recuerde los fastos de un imperio grandioso
ni la sangre vertida a la voz de un tirano

o esos grandes que el hombre llama azotes de Dios?
El lugar cuya trama nos cautiva la mente,
que aún rebosa de fastos que no olvida nuestra alma,
me parece tan grande como el campo glorioso

que fue cuna o sepulcro de un imperio inseguro.
¡Nada es vil! ¡Nada es grande! Todo el alma lo mide.
Al nombrar una choza puede un pecho agitarse,
y sobre monumentos de los héroes y dioses
el pastor pasa y silba y desvía los ojos.

He aquí el banco rústico que servía a mi padre,
y la sala que oyó su voz fuerte y severa,
cuando aquí los pastores, en sus rejas sentados,
le contaban los surcos hechos en cada hora;

o tal vez palpitante de sus días de gloria
nos contaba la historia de los regios cadalsos;
y aún viviendo el combate en que había luchado,
al contarnos su vida la virtud enseñaba.

Y el vacío lugar en que siempre mi madre,
al suspiro más leve de su casa salía
para hacernos llevar o la lana o el pan,
y vestir la indigencia o dar vida al hambriento;

y aquí están las cabañas donde su mano amante
las heridas curaba con aceite y con miel,
y muy cerca del lecho del anciano expirante
no dejaba de abrir ese libro que da

todavía esperanza al que deja la vida,
recogiendo suspiros que eran casi estertores
y llevando hacia Dios su postrera ansiedad,
y cogiendo la mano del menor de nosotros,

a la viuda y al niño, de rodillas ante ella,
les decía enjugando de sus ojos las lágrimas:
«Os doy un poco de oro, devolvedlo en plegarias.»
Y el umbral a la sombra donde nos acunaba,

y la rama de higuera que curvaba su mano,
y el estrecho sendero que cuando las campanas
en el templo lejano atronaban el alba,
tras sus pasos subíamos al altar del Señor

con el fin de ofrecerle dos inciensos muy puros
que eran nuestra inocencia junto con nuestra dicha.
Y su voz aquí mismo, muy piadosa y solemne,
nos hablaba de un Dios que en la madre sentíamos,

señalando la espiga encerrada en su germen,
el racimo que daba su brebaje aromático,
la ternera" trocando plantas verdes en leche,
y la peña agrietada por manar de las fuentes,

y la lana de oveja que a las zarzas se roba
para así tapizar dulces nidos de pájaros,
y aquel sol siempre exacto en sus doce mansiones
repartiendo en su entorno estaciones y horas,

y esos astros nocturnos salvo a Dios incontables,
mundos que el pensamiento casi no osa escalar,
enseñaba la fe hija de agradecidos,
y hacía admirar a nuestra simple infancia

que el insecto invisible a los ojos y el astro
en los cielos tenían padre igual que nosotros.
Esos brezos y campos, esos prados y viñas
tienen muchos recuerdos y sus sombras amadas.

Aquí mismo jugaban mis hermanas, y el viento
las seguía jugando con sus rubios cabellos;
allí con los pastores en la cumbre del cerro
encendía fogatas con ramaje y espinos,

y mis ojos, pendientes de las llamas del fuego
las veían ondear horas y horas enteras.
Allí contra el furor del temible aquilón
este sauce vacío nos prestaba su tronco,

y yo oía silbar en su fronda ya muerta
brisas que aún rememora como música el alma.
Y aquí el álamo está, inclinado al abismo,
que en el tiempo de nidos nos mecía en su copa,

y el arroyo en los prados cuyas aguas dormidas
lentamente inundaban nuestras barcas de caña,
y la encina, la peña, el molino monótono,
y aquel muro que al sol, en los días de otoño,

me veía sentado, cerca de los ancianos,
contemplando el crepúsculo con atenta mirada.
Todo aún sigue en pie y en su sitio renace;
aún seguimos las huellas de mi andar por la arena;

sólo un corazón falta que lo pueda gozar.
¡Ay de mí! Que la luz disminuye y se pierde.
Como espigas en la era, dispersó la existencia
lejos de la paterna heredad a los hijos,

y a la madre también, y ese hogar tan amado
se parece a los nidos de los cuales ha huido
la veloz golondrina en los largos inviernos.
Ya la hierba que crece en las losas antiguas

borra en torno a los muros los senderos domésticos,
y la hiedra, flotando como un manto de luto,
cubre a medias la puerta y hasta invade el umbral.
Tal vez pronto... ¡Oh Dios mío, oh presagio funesto!,

tal vez pronto un extraño al que nadie conoce,
con el oro en la mano del lugar se hará dueño,
oh lugares que habitan, según nuestra memoria,
tantas sombras queridas, familiares, y entonces

todos nuestros recuerdos de las cunas y tumbas,
huirán a su voz igual que las palomas
echarán a volar de su nido en el árbol
de los bosques que el hacha abatió para siempre,

y que ya no sabrán donde van a posarse.
¡No permitas, Señor, tanto llanto y ofensa!
No toleres, Dios mío, que nuestra humilde herencia
pase de mano en mano a vil precio comprada,

como el techo de gentes que vivieron del vicio,
arruinados, o el campo que fue de unos proscritos.
Que un extraño avariento venga con paso altivo
y que pise el humilde surco que años atrás

fue también nuestra cuna sobre un campo de hierba,
a expoliar a los huérfanos, a contar sus monedas
donde sólo tenía la pobreza un tesoro,
blasfemando tu nombre aquí bajo estos pórticos

donde antaño mi madre enseñaba a la voz
de sus hijos los cánticos que exaltaban tu gloria.
Ah, prefiero cien veces que entregada a los vientos
penda roto el tejado sobre el muro decrépito;

que las flores mortuorias, los espinos, las malvas,
broten entre las ruinas de los atrios deshechos.
Que el lagarto dormido allí al sol se caliente,
que en las horas del sueño Filomela allí cante,

que el humilde gorrión y las fieles palomas
allí junten en paz bajo el ala a sus crías,
y que el ave del cielo tenga allí su nidada
donde antaño durmió la inocencia en su lecho.

Ah, si el número escrito por los altos destinos
alcanzara la edad de los blancos cabellos,
ojalá, feliz viejo, allí mengüen mis días
entre tales recuerdos de mis simples amores.

Y ojalá cuando sean los benditos tejados
y estos tristes escombros para mí solamente
todo un pueblo de sombras, ojalá pueda entonces
reencontrar en los nombres, en los mismos lugares,

tantos seres amados que los ojos no ven.
Y vosotros que acaso viviréis cuando yo
sea helada ceniza, si queréis dedicarme
algo grato al recuerdo, elevadme algún día...

Pero no, no elevéis nada que me recuerde;
sólo cerca del sitio donde duerme la humilde
esperanza de aquellos que llamamos cristianos,
en los campos cavadme ese lecho que quiero,

como el último surco donde va a germinar
otra vida. Extended sobre mí un lecho herboso
que el cordero del pueblo ramonee en primavera,
donde todos los pájaros que años ha mis hermanas

consiguieron que fueran del lugar habitantes,
aquí acudan a amar y también a cantar
en mis noches tranquilas. Y para señalar
mi lugar de reposo, que despeñen rodando

de las altas montañas un fragmento de roca;
sobre todo que no haya un cincel que lo talle
ni que borre ese musgo de los días antiguos
que oscurece su cara, y que al paso de inviernos,

incrustado en la piedra, dé en sus letras vivientes
una fecha a sus años; y que no haya ni cifras
ni mi nombre grabado en tal página agreste.
Ante la eternidad toda edad se confunde,

y Aquel que con su voz a los muertos despierta,
aunque falte mi nombre sé que no va a olvidarme.
Allí bajo mis cielos, al pie de las colinas
que cubrieron antaño con sus sombras mi cuna,

junto al suelo natal, junto al aire y al sol,
con un sueño muy leve esperaré el despertar.
Mi ceniza mezclada con la tierra que me ama
volverá a tener vida incluso antes que el alma,

será verde en los prados y color en las flores,
en las noches de estío beberá los perfumes
y los llantos del aire; y al llegar de aquel día
que no tiene crepúsculo la primera centella

que podrá despertarme a la aurora sin fin,
cuando se abran los ojos volveré a ver lugares
que en mi vida adoré y que vi tantas veces,
nuestra aldea y sus piedras con el fiel campanario,

la montaña y el cauce seco de este torrente,
y los campos resecos; y juntando ante mí
con la nueva mirada tantos seres queridos,
cuya sombra dormía aquí cerca entre escombros,

mis hermanas, un padre y una madre que es alma,
no dejando cenizas que conserve la tierra,
igual que el viajero desembarca y dirige
al navío miradas en las que hay gratitud,

nuestras voces dirán al unísono entonces
a todo este lugar que rebosa delicias
nuestro único adiós ya sin mezcla de lágrimas.


Alphonse de Lamartine