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Dioses ( 4 )

Dioses. Encuentra docenas de dioses con fotos para copiar y compartir.


La búsqueda de dios es una ocupación inútil, pues no hay nada que buscar donde nada existe. A los dioses no se les busca, se les crea.


Maximo Gorki


Lo que define al ateísmo es la reducción del hecho religioso al hecho humano: son los hombres los que han creado a los dioses.


Roger Garaudy




A fin de cuentas, un héroe es alguien que quisiera discutir con los dioses, y así debilita a los demonios para combatir su visión.


Norman Mailer


Amantes Ii

Desnudos afrentamos el cuerpo
como dos ángeles equivocados,
como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
boca que busca la boca, estatuas erguidas
que en la piedra inventan el beso
sólo para que un relámpago de sangres juntas
cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
sentados como dioses ebrios
para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
en tu cuerpo soy el incendio del ser.


Jorge Gaitán Durán


Los dioses son cosas frágiles; pueden ser asesinados con un atisbo de ciencia o una dosis de sentido común.


Chapman Cohen


Los dioses no protegen a los tontos, los tontos son protegidos por tontos más capaces.


Larry Niven




¿Se dirá que los dioses cascan las nubes cuando las nubes son malditas por el trueno, se dirá que lloran cuando aúlla la atmósfera? ¿Serán los arcoíris el color de sus túnicas?.


Dylan Thomas


El tiempo que pasa uno riendo es tiempo que pasa con los dioses.


Proverbio Japonés


Mitla

Señoras del presente y del olvido
las hormigas recorren
los espacios del silencio
arrastrando grumos de vida
hacia el mundo de las sombras

Como vampiros con las alas abiertas
en el horizonte borroso
los escuálidos señores de la muerte
sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso
sin ser tocados por el viento o la hora

Entre peñascos rotos que un día acabarán
sobre el sabino antiguo que un día caerá
sin la memoria mínima de los dioses extintos
ni del Bigaña estricto que se volvió humedad
miro el sol que se muere

Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muros
con su temblor y frío

En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas


Homero Aridjis




Mujer Dormida

¿Dormida? ¿Hecha cuajado río o luna?
¿Fuera de ti, pálida voz de la tierra?
¿Labio de mármol que oscuro anhelo calla?
No oso acercar manos que tiemblan
a la desnuda y yerma saudade de tu cuerpo.
Bajo las pestañas no sé qué cabalgadas;
qué perfecci6n de bosques y senderos;
qué bueyes con cuernos de laurel adornados
con pardas muchachas en los lomos florecidas.
O nada, o solo el negro sueño, olvido;
dos profundos pozos sin eco y sin llegada,
tu frente sin huella un mar de nieve,
el corazón como una estrella acostumbrada.
Y el blanco amor que te cubre, nube,
granizo es ya, que te conserva, nítida,
como una paloma posada más allá del arrullo.
Lejos de ti; amarte, verte de lejos;
la cabellera, mortaja de tu sueño.
En soledad, sin hombres y sin dioses.
Grises peñascos; mazorcas huecas; hiedra.

De "Anillos de agua"


Ricardo Carballo Calero


Casa de Piel

Igual que en esas series
de cajas chinas, donde va el espacio
acotándose más y más, ciñéndose
a una cuadrada almendra de vacío
en la que todo es íntimo y sensible
a la añorada percepción, el cielo
y el suelo, la ciudad, el edificio,
la planta, el cuarto, el lecho, son tabiques,
progresivos contornos de una carne,
última estancia del saber.

No estamos
juntos, sino trabados, como maclas
de pirita (sistema irregular)
que sueñan con que vientres
y labios se acomoden,
hasta formar el más perfecto sitio
de una desesperada situación.

¿Nunca logran
los amantes, los diestros
en el más hondo menester, su dicha
completa? Siglos llevan pretendiéndola,
y ahora estoy seguro
de que podré, comendador de mármol,
traspasar tu pared, ya trabajada
por dientes y por uñas.

El aguardo
se torna situación: axila, muslo,
senos, vientre, confluyen
en la encantada grieta donde el tiempo se hace
eternidad. Y sigo
ahondando en ti, buscando en ti la cifra
de todo. Y me arrodillo,
y me alzo. Gesticulo
como un torpe feliz que encuentra oro
y lo admira lucir de gloria, y quiere
regarlo con su sangre,
para que luzca más prohibido.

¿Es ésta
la habitación del hombre? En ella gasto
mis años de verdor. El ostensible
vacío luz se hace. Nace el mundo
de nuevo. Ya probado
el fruto está: seremos como dioses.


Alfonso Canales


Iban Mirándome Al Pasar

En una cueva de un monte lejano
me refugié. Y era de día
y cantaba el agua en el agua
y el aire soñaba en el aire.

Me refugié para no huirme
y no encontrarme. Era de noche
y el monte aquel era de luz.

Nunca supe de procesiones
como aquéllas: vestían clámides
transparentes, sin fibrias, iban
mirándome al pasar.

Lo que no tiene fin no se posee
ni nos posee: las miradas,
suyas y mías, eran formas
de otra forma de amor.

No hay dioses muertos si son dioses,
ni aquella cueva, ni aquel monte,
ni aquella luz, ni clámides
sin fimbrias, pues abrí
los ojos, y hasta el pecho
surgió el río del río.


Ángel Crespo


Desierto Sájara

Sí. Yo tuve un mar sobre mi arena.
Un mar grande sin límites, compacto.
La tierra de oro que abrasa soledades
estuvo henchida augusta del mar que ya no soy.

Picaban gaviotas mi cuerpo remeciente,
movíanse las naves arriba de mis olas.
Pues yo era el mar que hervía sobre la arena rubia,
la arena saturada que hoy clama por su agua.

¡Oh el mar aquí fantasma, el mar que finge el viento,
desmelenando dunas, al aventar mi arena!
¡Ay mar del agua espesa, la que corpórea y dura
ansían caminantes de mi desierto blando!

¿Qué arcángeles de fuego evaporar pudieron
tanto mar que hube, llevándolo a un abismo?
Es mi arena abrasada la más sedienta boca
que clama por un agua que le bebieron dioses.

Los hombres me caminan, soñándome poblado
de aquel mar que fue mío, el mar sobre el desierto.
Yo les mullo mi carne, les recibe mi arena
y se quejan de sed junto a mi sede sin huelgo.

¡Ay mar de mi génesis, el mar que me escurrieron
a una zanja de llamas: cuánto pesa la arena!


Carmen Conde




Hierve la sangre juvenil, se exalta lleno de aliento el corazón, y audaz el loco pensamiento sueña y cree que el hombre es, cual los dioses, inmortal.


Rosalía De Castro


Cuando el Cielo se vacía de Dios, la tierra se llena de ídolos.


Karl Barth


Con todas las fuerzas en contra, perseverar. Jamás doblegarse. Mostrarse fuerte atrae el auxilio de los dioses.


Johann Wolfgang Von Goethe


Los seres humanos pueden vivir sin dioses pero los dioses le deben la vida a los seres humanos, es decir, son una extensión imaginaria de la realidad, el resultado de una insatisfacción.


Luís García Montero


Estoy Aquí Sentada...

Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras
como con una cesta de fruta verde, intactas.

Los fragmentos
de mil dioses antiguos derribados
se buscan por mi sangre, se aprisionan, queriendo
recomponer su estatua.
De las bocas destruidas
quiere subir hasta mi boca un canto,
un olor de resinas quemadas, algún gesto
de misteriosa roca trabajada.
Pero soy el olvido, la traición,
el caracol que no guardó del mar
ni el eco de la más pequeña ola.
Y no miro los templos sumergidos;
sólo miro los árboles que encima de las ruinas
mueven su vasta sombra, muerden con dientes ácidos
el viento cuando pasa.
Y los signos se cierran bajo mis ojos como
la flor bajo los dedos torpísimos de un ciego.
Pero yo sé: detrás
de mi cuerpo otro cuerpo se agazapa,
y alrededor de mí muchas respiraciones
cruzan furtivamente
como los animales nocturnos en la selva.
Yo sé, en algún lugar,
lo mismo
que en el desierto cactus,
un constelado corazón de espinas
está aguardando un hombre como el cactus la lluvia.
Pero yo no conozco más que ciertas palabras
en el idioma o lápida
bajo el que sepultaron vivo a mi antepasado.


Rosario Castellanos


Safo

Ese hombre es igual a los dioses
frente a frente sentado escuchando
tu dulce voz y tu encantadora risa.

Eso es lo que provoca un tumulto
en mi pecho. De solo mirarte
mi voz tiembla, mi lengua desfallece.

De inmediato, un ligero fuego corre
por mis miembros; mis ojos
enceguecen y mis oídos retumban.

Brota el sudor: un temblor
me acosa. Empalidezco más
que la hierba y a punto estoy de morir.

De "W.C.W. :Doce versiones"


Alberto Girri


Amantes

Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
desconocidos que se estrechan a tientas,
cicatrices con que el rencoroso deseo
señala a los que sin descanso se aman:
el tedio, la sospecha que invencible nos ata
en su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
dos astros sanguinarios, dos dinastías
que hambrientas se disputan un reino,
queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
con que el cielo afrenta a los que se aman.
Solo para que mil veces nos incendie
el abrazo que en el mundo son los que se aman
mil veces morimos cada día.


Jorge Gaitán Durán


A Un Poeta Sajón

Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo,
pesó como la nuestra sobre la tierra,
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tú que viniste no en el rígido ayer
sino en el incesante presente,
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
tú que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la épica,
tú que tejiste las palabras,
yú que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al Señor
sino a la espada de tu rey,
tú que con júbilo feroz cantaste,
la humillación del viking,
el festín del cuervo y del águila,
tú que en la oda militar congregaste
las rituales metáforas de la estirpe,
tú que en un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tú que tanto querías a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.


Jorge Luis Borges


La gran limpieza. Todos los dioses y Budas amontonados en la hierba.


Shiki Masaoka


El Extranjero

Tú eres Aquiles, el hermoso perdedor,
el de la espada de hierro,
el de la radiante cabeza coronada,
el mejor.
La verdad que sí,
¡Oh dioses inmortales!
que eres realmente bello.
Y no me extraña en absoluto
que Helena perdiera el aliento

y su peplo de seda,
al verse frente a ti
arrojadas al mar sus sandalias de cuero.

Yo soy Tersites, el guerrero aplastado por tu brazo
y el peso brutal de tus caballos.
Yo soy el que te ama
en medio del fragor de las batallas,
mordido y ensangrentado por tus perros.

1990


Elsa López


Si usted cree, como los griegos, que el hombre está a merced de los dioses, debe escribir tragedias. El fin es inevitable desde el principio. Pero si cree que el hombre puede resolver sus propios problemas y que no está a merced de nadie, entonces probablemente escriba melodramas.


Lillian Hellman


Usted puede quitarle al hombre sus dioses, solo dándole otros.


Carl Jung


Viento de otoño; no hay para mí dioses, no hay budas.


Shiki Masaoka




Ahora bien, lo que han establecido los hombres no siempre es apropiado, ya sea justo o injusto; en cambio, lo que establecieron los dioses está siempre en su lugar, sea justo o injusto.


Johann Wolfgang Von Goethe


Todos los hombres son dioses para su perro. Por eso hay gente que ama más a sus perros que a los hombres.


Aldous Huxley


Donde miremos hay frescor de luces de dioses y de Budas.


Shiki Masaoka


Por El Silencio Sigues...

Por el silencio sigues
embriagada y sonámbula

Detrás de los espejos
se desnuda tu nombre

Difusa entre las lámparas
es mortal tu pupila

Naciendo con el día
llevas un luto largo
de vasijas y cuerpos

Tu revelación no cesa nunca
en la noche sin huellas

Al fondo de tu voz que niega
hay otra voz que afirma

Tus dioses desplazados
se recrean sigilosos
en la realidad invisible.


Homero Aridjis


Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no lo apartéis de vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en desiertos o cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestras insidias; miradlos como a dioses terrestres, merecedores de estatuas y simulacros.


Leonardo Da Vinci


Todos somos ateos respecto a la mayoría de dioses en los que la humanidad ha creído alguna vez. Algunos simplemente vamos un dios más allá.


Richard Dawkins


No veo que la genética ofenda a los dioses porque no pienso que haya dioses de ningún tipo allá arriba.


James Watson


¿dioses? tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo se ni tengo medios para saberlo. Pero se, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros.


Epicuro


La luz ligera que envuelve las imágenes de los dioses ha prefigurado la luz impasible de la inteligencia.


María Zambrano


Ni los demonios ni los dioses existen, son todos productos de las actividades síquicas del hombre.


Sigmund Freud


El ajedrez, interesantísimo; es juego de dioses: ¡manejar a nuestro antojo un mundo en pequeño con todas sus figuras! Quién sabe si el mundo no será en resumidas cuentas más que eso, un gran tablero de ajedrez al que unos seres superiores juegan con nosotros como nosotros jugamos con las figuras del ajedrez.


Jacinto Benavente


La Casa En Ruinas

Une rose dans les ténèbres
S. M.

Hoy he vuelto a la casa donde un día
mi infancia campesina conociera
el pavor y la extraña melodía
de encontrar otra vez lo que muriera.

Ya nada atemoriza, nada altera
el ritmo de la sangre. Aquí vivía
(cuando era mi vida primavera)
la que a los niños en dioses convertía.

Vacío el caserón, rotas las jarras
que las rosas colmaron de belleza,
en vano vine en busca de mí mismo:

todo es inútil ya, perdidas las amarras,
y vencedoras las ruinas, es la pobreza
la única rosa nacida en el abismo.


Gastón Baquero


Aeternum Vale

Un dios misterioso y extraño visita la selva.
Es un dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Cuando la hija de Thor espoleaba su negro caballo,
le vio erguirse, de pronto, a la sombra de un añoso fresno.
Y sintió que se helaba su sangre
ante el dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

De la fuente de Imer, en los bordes sagrados, más tarde,
la Noche a los dioses absortos reveló el secreto;
El Águila negra y los Cuervos de Odín escuchaban,
y los Cisnes que esperan la hora del canto postrero;
y a los dioses mordía el espanto
de ese dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

En la selva agitada se oían extrañas salmodias;
mecía la encina y el sauce quejumbroso viento;
el bisonte y el alce rompían las ramas espesas,
y a través de las ramas espesas huían mugiendo.
En la lengua sagrada de Orga
despertaban del canto divino los divinos versos.

Thor, el rudo, terrible guerrero que blande la maza,
-en sus manos es arma la negra montaña de hierro,-
va a aplastar, en la selva, a la sombra del árbol sagrado,
a ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Y los Dioses contemplan la maza rugiente,
que gira en los aires y nubla la lumbre del cielo.

Ya en la selva sagrada no se oyen las viejas salmodias,
ni la voz amorosa de Freya cantando a lo lejos;
agonizan los Dioses que pueblan la selva sagrada,
y en la lengua de Orga se extinguen los divinos versos.

Solo, erguido a la sombra de un árbol,
hay un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.


Ricardo Jaimes Freyre


Alumbramiento

vino de mí
salió del fondo
el médico aplaudía
yo vine con el mar en la barriga
como un intenso parasol
un mapamundi

yo era la esfera que rodó en la madrugada
de corazón latí como un caballo
lo digo así

es que la crin
me perfumó

el vientre se movía
como suelen moverse los rebaños
venía con mi molusco mi amapola
mi potranco
con mi gorrión redondo

yo no podré faltar jamásme dije
a nuestra cita
así que estoy aquí
con esta fiesta
brincando por el talle

hice mi baile de rosas
mi aleteo
mugí como los barcos
el vientre daba vueltas

me esperaba
oculta en el carmín
donde el médico buscaba con su ceño

yo empujaba
el ventarrón del orbe en mi testuz
soplaba como un faro
Como los dioses marinos de los cuentos
una granada real a punto de volar

recuerdo que por suerte
César me retuvo del cabello
estaba emocionado
sin saber si tintinear o si envidiarme
de entero dedicado a mis pulmones
expirando inspirando y expirando
me miraba de adentro de sus ojos
como solo una vez me mirará
en toda la vida de su vida
y a mi vientre que cambia de paisaje

y así
vino de mí
salió del fondo
nos bendijo de un golpe con su grito
se puso a beber sol como una fiera
de lana o amaranto

yo estaba enamorada y me reía
de loca de centella de rodillas
quería besar el sxo el vellocino
de César que lloraba
tomar a mi criatura
correr a derrocharla por las calles

qué llovizna de leche que cabalga
toda la luz del mundo en el pezón

De "Verbo madre" 1995


Ana Istarú