Doce ( 2 )
Doce. Encuentra docenas de doce con fotos para copiar y compartir.
En los primeros seis a doce meses de una guerra con los Estados Unidos y Gran Bretaña, que correré yo salvaje y lograr la victoria en victoria.
Isoroku Yamamoto
La gente no sabe dónde ponerme. Terry Gilliam me utiliza como un policía peculiar en 'Doce monos', y entonces él me contrató de nuevo para ser un empleado de afeminado hotel en 'Miedo y asco en Las Vegas'. Otra vez, yo estaba filmando la película independiente 'The Opposite Souler 'y seis días a la semana, estoy jugando a este gran perro cachorro, entonces yo vengo a juego de la' NYPD Blue 'y convertirse en la basura.
Christopher Meloni
Es difícil producir un documental de televisión que es a la vez incisivo y sondeo cuando cada doce minutos se está interrumpida por doce conejos bailando cantando sobre papel higiénico.
Rod Serling
Los primeros diez, doce o quince años de vida se excavan de valor moral inherente para dar cabida a un régimen de formación básica para la edad adulta que muchos de los niños más pobres ni siquiera pueden vivir en saberlo.
Jonathan Kozol
Por aquellos días, habiendo aumentado el número de los discípulos, los helenistas se quejaron contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en el servicio diario. Los Doce reunieron la Asamblea de los discípulos y les dijeron: "No es conveniente que descuidemos la Palabra de Dios por el servicio de las mesas: ¿qué les parece? Busquen, pues, de entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos de sabiduría y Espíritu para confiarles este oficio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra." Toda la asamblea estuvo de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles, quienes, después de orar, les impusieron las manos. La Palabra de Dios se difundía y el número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente. Incluso un gran número de sacerdotes aceptaron la fe.
Sagradas Escrituras
Que mi vida como poeta comienza. Quiero que la vida del poeta. He trabajado durante más de doce años, de mil páginas de prosa. Ahora, quiero que la facilidad de la poesía. La brevedad del poema.
Maxine Hong Kingston
Cuando usted entra corte usted está poniendo su destino en manos de doce personas que no eran lo suficientemente inteligente como para salir de un jurado.
Norm Crosby
JESÚS
De padres terrenales José y María
Hijo del altísimo.
Nació en Belén de Judea
Vivió su niñez y adolescencia
En Nazaret.
Bautizado por juan el Bautista.
Y entonces comenzó su ministerio.
Enseñaba y predicaba
Y la gente se maravillaba.
Caminaba libertando y sanando
Enfermos y esclavos del pecado.
Junto a sus doce discípulos
Recorrían pueblos.
Los discípulos aprendían del maestro
Mas la gente no le reconocían su rostro.
Esperaban a Elías, pero Jesús les dijo;
Ya vino Elías y no lo reconocieron
E hicieron con él lo que quisieron.
El mundo estaba perdido y en tinieblas
Más la luz que es Jesús.
Vino a redimirnos
Y a salvarnos de nuestros pecados.
Jesús enseñaba mediante parábolas
Y no todos comprendían sus palabras.
La gente corría a él para ser sanados
Y los fariseos por envidia blasfemaban contra Jesús.
Traicionado por su discípulo Judas Iscariote
Entregado frente al concilio para ser burlado.
Recibió cuarenta azotes y fue crucificado;
Pero después de tres días resucito de entre los muertos
He aquí que vive por los siglos de los siglos… Amen.
De padres terrenales José y María
Hijo del altísimo.
Nació en Belén de Judea
Vivió su niñez y adolescencia
En Nazaret.
Bautizado por juan el Bautista.
Y entonces comenzó su ministerio.
Enseñaba y predicaba
Y la gente se maravillaba.
Caminaba libertando y sanando
Enfermos y esclavos del pecado.
Junto a sus doce discípulos
Recorrían pueblos.
Los discípulos aprendían del maestro
Mas la gente no le reconocían su rostro.
Esperaban a Elías, pero Jesús les dijo;
Ya vino Elías y no lo reconocieron
E hicieron con él lo que quisieron.
El mundo estaba perdido y en tinieblas
Más la luz que es Jesús.
Vino a redimirnos
Y a salvarnos de nuestros pecados.
Jesús enseñaba mediante parábolas
Y no todos comprendían sus palabras.
La gente corría a él para ser sanados
Y los fariseos por envidia blasfemaban contra Jesús.
Traicionado por su discípulo Judas Iscariote
Entregado frente al concilio para ser burlado.
Recibió cuarenta azotes y fue crucificado;
Pero después de tres días resucito de entre los muertos
He aquí que vive por los siglos de los siglos… Amen.
Victor Alfredo Ticlla Calla
NUESTRO DIOS
Nuestro Dios creó las cosas maravillosas
Visibles e invisibles.
Nuestro Dios creó la tierra y los mares
Y todas las cosas que existen en el universo entero.
Hizo al hombre a su imagen y semejanza
Quien estuvo con Abraham, Isaac, Jacob y Moisés
Y las doce tribus de Israel,
Y que nos prometió estar siempre con nosotros.
Dios es hacedor de prodigios y milagros,
No hay cosa imposible para el señor.
Y todos cantamos grandes y maravillosas son tus obras
Justos y verdaderos son tus caminos.
Todos levantamos nuestras manos diciendo;
Señor digno eres de recibir
La gloria, la honra, la alabanza y el poder
Porque tu creaste todas las cosas y por tu voluntad existen.
Tu palabra es eficaz y verdadera
Para aprender sabiduría de la biblia.
Tus mandamientos que nos diste
Es por y para nuestro bien y para obedecerlas.
De tal manera amó al mundo
Que dio a su único hijo Jesús…
Que al Mesías cantamos de corazón
Con tu sangre nos has redimido para DIOS
Y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro DIOS.
Declaramos nuestra alabanza
Al que es rey de reyes y señor de señores,
Al omnipresente Dios
Al verbo de Dios sea nuestra adoración.
Cantamos al que es, el principio y el fin…
Te amo Jehová fortaleza mía
Roca mía y castillo mío y mi libertador
Tú me das todo conforme al deseo de mi corazón.
Mi alabanza es para el que vive por los siglos de los siglos.
Jehová es mi pastor nada me faltará
En lugares de delicados pastos me hará descansar
Junto a aguas de reposo me pastoreara.
Aunque ande en valle de sombra de muerte
No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo,
Jehová es mi luz y mi salvación.
Aunque un ejército acampe contra mí,no temerá mi corazón
Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado
Porque Jehová es mi refugioy mi sustento quien me levanta.
Nuestro Dios creó las cosas maravillosas
Visibles e invisibles.
Nuestro Dios creó la tierra y los mares
Y todas las cosas que existen en el universo entero.
Hizo al hombre a su imagen y semejanza
Quien estuvo con Abraham, Isaac, Jacob y Moisés
Y las doce tribus de Israel,
Y que nos prometió estar siempre con nosotros.
Dios es hacedor de prodigios y milagros,
No hay cosa imposible para el señor.
Y todos cantamos grandes y maravillosas son tus obras
Justos y verdaderos son tus caminos.
Todos levantamos nuestras manos diciendo;
Señor digno eres de recibir
La gloria, la honra, la alabanza y el poder
Porque tu creaste todas las cosas y por tu voluntad existen.
Tu palabra es eficaz y verdadera
Para aprender sabiduría de la biblia.
Tus mandamientos que nos diste
Es por y para nuestro bien y para obedecerlas.
De tal manera amó al mundo
Que dio a su único hijo Jesús…
Que al Mesías cantamos de corazón
Con tu sangre nos has redimido para DIOS
Y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro DIOS.
Declaramos nuestra alabanza
Al que es rey de reyes y señor de señores,
Al omnipresente Dios
Al verbo de Dios sea nuestra adoración.
Cantamos al que es, el principio y el fin…
Te amo Jehová fortaleza mía
Roca mía y castillo mío y mi libertador
Tú me das todo conforme al deseo de mi corazón.
Mi alabanza es para el que vive por los siglos de los siglos.
Jehová es mi pastor nada me faltará
En lugares de delicados pastos me hará descansar
Junto a aguas de reposo me pastoreara.
Aunque ande en valle de sombra de muerte
No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo,
Jehová es mi luz y mi salvación.
Aunque un ejército acampe contra mí,no temerá mi corazón
Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado
Porque Jehová es mi refugioy mi sustento quien me levanta.
Victor Alfredo Ticlla Calla
SOY BOLIVIANO
Si fuera poeta,
Que conceptos hermosos
Diría de Bolivia;
Si fuera filosofo
Que pensamientos hermosos
Daría por mi Bolivia;
Pero no lo soy.
Pero tampoco es necesario serlo.
Porque cuando uno aprecia su patria,
Lo hace de todo corazón;
Es por eso que estos versos
Son para mi Bolivia.
Yo amo a Bolivia...
No… por lo que es corazón de América
No… por su nombre
No… por su gente
No… por lo que posee todo y de todo
No… por su riqueza
No… por lo que es
No… por lo que es tierra firme;
Si es que amo a Bolivia
Es porque “yo” nací
En esta “tierra hermosa”.
Bolivia…
Tierra de turismo,
Tierra de bellas mujeres,
Tierra de arte y deporte,
Tierra del altiplano, llano y oriental,
Tierra con abecedario de cimas,
Tierra de hermosos y valientes etnias,
Tierra linda con nueve departamentos,
Tierra hermosa con ciento doce provincias,
Oh… oh… que linda… eres Bolivia…
Bolivia por el libertador “Bolívar”
Rojo por la sangre de nuestros héroes,
Amarillo por nuestra riqueza,
Verde por nuestra abundante flora y fauna.
Mi patria es bella
Como la estrella manantial.
No hay riqueza
Como la riqueza
De mi Bolivia…
Bolivia de gran biodiversidad.
Desde aquel año 1825
Tienes paz y libertad;
Pero la belleza de esta tierra
Que lo tienes mi Bolivia;
Por siempre lo será…
Y “yo” por mi Bolivia
Anhelo… y grito…
Bondad…
Optimismo…
Libertad…
Integridad…
Valentía y voluntad…
Inteligencia…
Arte….
Y “yo” por mi Bolivia,
Orgulloso canto mi himno…
Boliviano de corazón,
Orgulloso de nacer en este país,
Libre ya soy…
Inocente yo fui…
Valiente ahora soy.
Increíbles lugares posee mi país, por eso con
Amor y voluntad yo grito…!!!
SOY BOLIVIANO
Si fuera poeta,
Que conceptos hermosos
Diría de Bolivia;
Si fuera filosofo
Que pensamientos hermosos
Daría por mi Bolivia;
Pero no lo soy.
Pero tampoco es necesario serlo.
Porque cuando uno aprecia su patria,
Lo hace de todo corazón;
Es por eso que estos versos
Son para mi Bolivia.
Yo amo a Bolivia...
No… por lo que es corazón de América
No… por su nombre
No… por su gente
No… por lo que posee todo y de todo
No… por su riqueza
No… por lo que es
No… por lo que es tierra firme;
Si es que amo a Bolivia
Es porque “yo” nací
En esta “tierra hermosa”.
Bolivia…
Tierra de turismo,
Tierra de bellas mujeres,
Tierra de arte y deporte,
Tierra del altiplano, llano y oriental,
Tierra con abecedario de cimas,
Tierra de hermosos y valientes etnias,
Tierra linda con nueve departamentos,
Tierra hermosa con ciento doce provincias,
Oh… oh… que linda… eres Bolivia…
Bolivia por el libertador “Bolívar”
Rojo por la sangre de nuestros héroes,
Amarillo por nuestra riqueza,
Verde por nuestra abundante flora y fauna.
Mi patria es bella
Como la estrella manantial.
No hay riqueza
Como la riqueza
De mi Bolivia…
Bolivia de gran biodiversidad.
Desde aquel año 1825
Tienes paz y libertad;
Pero la belleza de esta tierra
Que lo tienes mi Bolivia;
Por siempre lo será…
Y “yo” por mi Bolivia
Anhelo… y grito…
Bondad…
Optimismo…
Libertad…
Integridad…
Valentía y voluntad…
Inteligencia…
Arte….
Y “yo” por mi Bolivia,
Orgulloso canto mi himno…
Boliviano de corazón,
Orgulloso de nacer en este país,
Libre ya soy…
Inocente yo fui…
Valiente ahora soy.
Increíbles lugares posee mi país, por eso con
Amor y voluntad yo grito…!!!
SOY BOLIVIANO
Victor Alfredo Ticlla Calla
Tengo 65 años y creo que me pone en la geriatría. Pero si había quince meses de cada año, solo sería 48. Ese es el problema con nosotros. Nos Número todo. Tomar las mujeres, por ejemplo. Creo que se merece tener más de doce años entre las edades de 28 y 40 años.
James Thurber
Creo que mi papel favorito jugaba Sarah Baker 'Doce 1. Fue mi primera película, y trabajó con profesionales increíbles que tenían esa ética de trabajo fuerte que de inmediato lo aprendido a trabajar en esta industria.
Alyson Stoner
Rechacé doce películas del año pasado... Películas de dinero enorme, pero yo no tenía respeto por el escritor o el trabajo.
Shia LaBeouf
Jesús tomó doce hombres de las filas inferiores de negocio y les forjó en una organización que conquistó el mundo.
Bruce Barton
I trabajado noche y día durante doce años para evitar la guerra, pero no pude. El Norte estaba loco y ciego, que no nos dejaba gobernamos a nosotros mismos, y así llegó la guerra.
Jefferson Davis
Lo más difícil es pasar doce horas al día acomodar el resto del mundo, y luego ir a casa por la noche y criticarlo. Sería curioso acerca de lo que iba a escribir si no tiene que preocuparse de ofender.
Sloane Crosley
Antes de que el reloj marque las doce de la noche, déjame aprovechar la ocasión para hacerte saber que tu has madurado mucho en este año. ¡Feliz cumpleaños!
Sé que puedo cantar. Esa es la razón por la que empecé a tocar música cuando tenía doce años de edad.
Kesha
Cuando empezamos a ganar campeonatos, existía un acuerdo entre los doce jugadores. Todos sabíamos cuáles eran los roles a desempeñar. Conocíamos nuestras responsabilidades y capacidades
Michael Jordan
Estoy orgulloso de encontrar, a partir de dos observaciones astronómicas, que Chapel Hill se encuentra justo en la órbita de Júpiter y sus satélites, y que el período de su revolución es de unos doce años.
William Hooper
La mayor influencia? He tenido varios momentos diferentes - pero el mayor para mí fue Bob Dylan, que era un tipo que llegó cuando tenía doce o trece años y acaba de cambiar todas las reglas acerca de lo que significaba para escribir canciones.
Jackson Browne
El hecho es que las encuestas que los medios de comunicación para mostrar abiertamente admiten que menos del doce por ciento de sus clientes creen que están haciendo un buen trabajo, mientras que el margen de beneficio medio de la televisión se encuentra en el barrio del ochenta por ciento.
L. Neil Smith
Pero cuando yo tenía doce años tomé mi primera gran visión de una de las fuerzas fundamentales de la existencia, cuyo devoto que estaba destinado a ser de por vida - es decir, de belleza.
Georg Brandes
Detrás del hombre es el árbol de la vida, que produce doce frutos, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal está detrás de la mujer, la serpiente se trenzan alrededor.
A. E. Waite
Yo había estado involucrado en el periodismo desde hace mucho tiempo - mi padre es un periodista, que ha escrito muchos libros, y cuando yo tenía doce años me escribió informes sobre los partidos de fútbol locales de los periódicos.
Colum McCann
Yo soy un padre. El nombre de mi hijo Max y el nombre de mi hija es Billie Gracia. Hace doce años Max nació con Síndrome de Down. Su viaje se ha complicado por las convulsiones infantiles, apnea del sueño, problemas alimenticios y ahora, la pubertad!
John C. McGinley
En el servicio aprendió a leer, a escribir y a sumar, y perdió la inocencia. Abrió la tahona, se casó, tuvo doce hijos, compró un calendario y se sentó a ver pasar el tiempo. Los patriarcas antiguos debieron ser bastante parecidos al señor Ramón.
Camilo José Cela
Con doce años ya me había convertido en una persona bastante responsable. Pero antes era un golfillo. Combatíamos el hambre choriceando huevos en las tiendas
Santiago Carrillo
La primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez veces y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, en singular y en plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y cabellera en catorce.
Roberto Bolaño
Las reglas de los Juegos del Hambre son sencillas: en castigo por la rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos, para que participen. Los veinticuatro tributos se encierran en una enorme arena al aire libre en la que puede haber cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado. Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana.
Suzanne Collins
Pronto supo Ti Noel que esto duraba ya desde hacía más de doce años y que toda la población del Norte había sido movilizada por la fuerza para trabajar en aquella obra inverosímil. Todos los intentos de protesta habían sido acallados en sangre. Andando, andando, de arriba abajo y de abajo arriba, el negro comenzó a pensar que las orquestas de cámara de Sans-Souci, el fausto de los uniformes y las estatuas de blancas desnudas que se calentaban al sol sobre sus zócalos de almocárabes entre los bojes tallados de los canteros, se debían a una esclavitud tan abominable como la que había conocido en la hacienda Monsieur Lenormand de Mezy. Peor aún, puesto que había una infinita miseria en lo de verse apaleado por un negro, tan negro como uno, tan belfudo y pelicrespo, tan narizñato como uno; tan igual, tan mal nacido, tan marcado a hierro, posiblemente, como uno. Era como si en una misma casa los hijos pegaran a los padres, el nieto a la abuela, las nueras a la madre que cocinaba.
Alejo Carpentier
A un hombre de gran nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Francisco de Quevedo
Milly o la tierra natal
¿Por qué, pues, pronunciar ese nombre de patria?
En su exilio brillante se estremece mi pecho
y resuena de lejos en el alma afligida
como lo hacen los pasos o la voz de un amigo.
¡Oh montañas veladas por la niebla de otoño,
valles que entapizaban las escarchas del alba,
sauces cuya corona deshojaba la poda,
viejas torres doradas por el sol de la tarde,
muros negros del tiempo, lomas, cuestas abruptas,
manantial donde van a beber los pastores,
gota a gota esperando aguas raras y límpidas,
con sus urnas dispuestas mientras hablan del día!
Choza que hace brillar el fulgor de la lumbre
y que amaba el viajero por humear a lo lejos,
sólo objetos, ¿o acaso tenéis alma también
que se pega a nuestra alma y a la fuerza de amar?
Yo vi cielos azules cuya noche es sin brumas,
toda de oro hasta el alba bajo un brillo de estrellas
que en su curva infinita redondeaban la cúpula
de cristal que jamás ha empañado algún viento.
Y vi montes cargados de limones y olivas
reflejar en las aguas sus inquietos perfiles;
y en sus valles profundos al impulso del céfiro
balancearse la espiga y la cepa madura;
en los mares que apenas son un leve murmullo
vi del agua luciente la ondulante cintura
apretando y soltando en sus pliegues azules
de sus riscos mellados los contornos inciertos
extenderse en el golfo como mantos de luz,
y blanqueando el escollo con sus flores de espuma
llevar hasta lo lejos de un poniente rojizo
islas» que eran el lecho como de oro del sol;
allí abriéndose a mí me mostraban sin límite
todo un mar infinito donde habita el misterio;
vi las cumbres altivas, cual del aire pirámides,
donde estío fundía el abrigo invernal,
descendiendo en peldaños hasta el fondo de valles
con laderas pobladas por aldeas y frondas,
con picachos y rocas que se yerguen, bajando
en pendientes de hierba para huir deslizándose,
mientras curvas humeantes, con un ruido de trueno
sus torrentes de espuma y sus ríos en polvo,
en sus flancos que son ya de luz ya de sombra,
con oleadas oscuras y con islas radiantes,
se ven valles profundos caros al soñador,
ascendiendo, bajando y ascendiendo otra vez,
y allí desde la raíz de sus amplias murallas,
entre abetos y robles por la tierra esparcidos,
en los lagos o espejos que a su sombra dormitan
dar sus verdes reflejos o su imagen oscura,
y en el tibio azul claro de estas límpidas aguas
ser la nieve un temblor y algo fluido los cerros.
Visité esas orillas y ese albergue divino
que la sombra del vate eligió como tumba,
esos campos que pudo la Sibila-" mostrarle,
y el Elíseo y Cumas; y a pesar de todo eso
no está allí el corazón...
Pero existe también una estéril montaña
que no tiene ni bosques ni hontanares, con una
cumbre humilde minada por la acción de los años,
que por su propio peso día a día se inclina
y que pierde su tierra derramada en barrancos
conservando un boj seco de raíz descarnada,
con roquedos a punto de caer si los pisa
con su pata ligera algún chivo nervioso.
Con el tiempo esos restos al caer han formado
como un cerro que mengua y que va escalonándose
hasta muros que sirven de pared protectora
a unos campos avaros que ha regado el sudor;
unas cepas con brazos que no encuentran sus arces
por la tierra serpean o en la arena se arrastran,
y hay zarzales en donde el zagal de la aldea
coge un fruto olvidado que disputa a los pájaros;
allí ovejas escuálidas de las chozas vecinas
ramonean dejando entre espinos su lana.
Lugar donde la música de las aguas de estío
o el temblor del follaje que sacuden las brisas
o los himnos que entrega el ruiseñor a los aires,
no conmueven el pecho ni el oído seducen,
sino que bajo un cielo que es de bronce perpetuo
la cigarra ensordece con su grito escondido.
Hay en estos desiertos una rústica casa
que recibe tan sólo de este monte la sombra,
con paredes golpeadas por la lluvia y los vientos,
con los musgos antiguos ocultando su edad.
En su umbral pueden verse tres peldaños de piedra
y allí puso el azar de una yedra las raíces
que mezclando cien veces sus enredos de nudos
con sus brazos esconde las injurias del tiempo,
y curvando en un arco sus volutas agrestes
es el único adorno de aquel rústico porche.
Un jardín que desciende por el flanco de un cerro
muestra cara al poniente un sediento arenal.
No sujeta, la piedra que el invierno ha tiznado
es el triste jalón del recinto minúsculo.
Esa tierra que hieren las azadas exhibe
sus entrañas desnudas de la hierba y la sombra;
ni esmaltadas alfombras ni el verdor hecho bóveda,
ni un arroyo en los bosques, ni frescor ni murmullo;
solamente seis tilos que el arado olvidó,
con un poco de hierba extendida a sus pies
dan en tiempo de otoño sombra tibia y escasa,
que es más grata a la frente bajo un cielo tan duro;
árboles que en sus frondas, en mi infancia feliz,
albergaron los sueños más hermosos que tuve.
En aquellos lugares que suspiran por agua
hay un pozo en la roca que el frescor nos esconde,
y allí el viejo, después, de muy largos esfuerzos,
mientras gime descansa su urna sobre el brocal;
la era donde el mayal sobre tierra pisada
bate rítmicamente las dispersas gavillas,
y la blanca paloma y el humilde gorrión
se disputan la espiga que el rastrillo olvidó;
y esparcidas por tierra, herramientas del campo,
yugos rotos y carros que duermen bajo porches,
ejes ya sin los rayos que quebró la rodada,
y la reja inservible que embotaron los surcos.
Nada alivia la vista de su estéril prisión,
ni las cúpulas áureas de soberbias ciudades,
ni la senda de polvo, ni a lo lejos un no,
ni los blancos tejados a la luz de la aurora.
Solamente esparcidos de distancia en distancia
los refugios agrestes que los pobres habitan,
junto a sendas estrechas que dispuso el desorden,
con tejados de bálago y paredes ahumadas,
se ven donde el anciano que se sienta a la puerta,
en su cuna de juncos duerme al niño que llora.
¡Una tierra sin sombra, sin colores los cielos,
unos valles sin agua! ¡Y allí está el corazón!
Éstos son los lugares, los sagrados parajes
de los cuales el alma rememora la imagen,
y que forjan de noche mis ensueños más bellos
hechizando los ojos con antiguas visiones.
Allí cada momento, cada aspecto del monte,
cada ruido que se alza por la noche en los campos,
cada mes que retorna como un paso del tiempo,
y hace verdes o mustia esos bosques y prados,
y la luna que mengua o que crece en la sombra,
y la estrella que asciende por la oscura colina,
los rebaños del monte que la escarcha ha expulsado
y que vuelven al valle con su andar vacilante,
viento, espino florido, hierba verde o marchita,
y la reja en el surco y en los prados el agua,
todo me habla una lengua que resuena aquí dentro,
con palabras que entienden los sentidos y el alma:
resonancias, perfumes, tempestades y rayos,
y peñascos, torrentes, y esas dulces imágenes
y esos viejos recuerdos que en nosotros dormitan,
que un lugar nos conservan y devuelven más dulce.
Allí está el corazón que se vuelve a encontrar;
todo allí me recuerda, me conoce y me ama.
Allí abundan amigos en todo este horizonte,
en cada árbol releo una historia pasada
y también cada piedra tiene un nombre que es suyo;
«¿qué más da que este nombre, como Palmira o Tebas,»
no recuerde los fastos de un imperio grandioso
ni la sangre vertida a la voz de un tirano
o esos grandes que el hombre llama azotes de Dios?
El lugar cuya trama nos cautiva la mente,
que aún rebosa de fastos que no olvida nuestra alma,
me parece tan grande como el campo glorioso
que fue cuna o sepulcro de un imperio inseguro.
¡Nada es vil! ¡Nada es grande! Todo el alma lo mide.
Al nombrar una choza puede un pecho agitarse,
y sobre monumentos de los héroes y dioses
el pastor pasa y silba y desvía los ojos.
He aquí el banco rústico que servía a mi padre,
y la sala que oyó su voz fuerte y severa,
cuando aquí los pastores, en sus rejas sentados,
le contaban los surcos hechos en cada hora;
o tal vez palpitante de sus días de gloria
nos contaba la historia de los regios cadalsos;
y aún viviendo el combate en que había luchado,
al contarnos su vida la virtud enseñaba.
Y el vacío lugar en que siempre mi madre,
al suspiro más leve de su casa salía
para hacernos llevar o la lana o el pan,
y vestir la indigencia o dar vida al hambriento;
y aquí están las cabañas donde su mano amante
las heridas curaba con aceite y con miel,
y muy cerca del lecho del anciano expirante
no dejaba de abrir ese libro que da
todavía esperanza al que deja la vida,
recogiendo suspiros que eran casi estertores
y llevando hacia Dios su postrera ansiedad,
y cogiendo la mano del menor de nosotros,
a la viuda y al niño, de rodillas ante ella,
les decía enjugando de sus ojos las lágrimas:
«Os doy un poco de oro, devolvedlo en plegarias.»
Y el umbral a la sombra donde nos acunaba,
y la rama de higuera que curvaba su mano,
y el estrecho sendero que cuando las campanas
en el templo lejano atronaban el alba,
tras sus pasos subíamos al altar del Señor
con el fin de ofrecerle dos inciensos muy puros
que eran nuestra inocencia junto con nuestra dicha.
Y su voz aquí mismo, muy piadosa y solemne,
nos hablaba de un Dios que en la madre sentíamos,
señalando la espiga encerrada en su germen,
el racimo que daba su brebaje aromático,
la ternera" trocando plantas verdes en leche,
y la peña agrietada por manar de las fuentes,
y la lana de oveja que a las zarzas se roba
para así tapizar dulces nidos de pájaros,
y aquel sol siempre exacto en sus doce mansiones
repartiendo en su entorno estaciones y horas,
y esos astros nocturnos salvo a Dios incontables,
mundos que el pensamiento casi no osa escalar,
enseñaba la fe hija de agradecidos,
y hacía admirar a nuestra simple infancia
que el insecto invisible a los ojos y el astro
en los cielos tenían padre igual que nosotros.
Esos brezos y campos, esos prados y viñas
tienen muchos recuerdos y sus sombras amadas.
Aquí mismo jugaban mis hermanas, y el viento
las seguía jugando con sus rubios cabellos;
allí con los pastores en la cumbre del cerro
encendía fogatas con ramaje y espinos,
y mis ojos, pendientes de las llamas del fuego
las veían ondear horas y horas enteras.
Allí contra el furor del temible aquilón
este sauce vacío nos prestaba su tronco,
y yo oía silbar en su fronda ya muerta
brisas que aún rememora como música el alma.
Y aquí el álamo está, inclinado al abismo,
que en el tiempo de nidos nos mecía en su copa,
y el arroyo en los prados cuyas aguas dormidas
lentamente inundaban nuestras barcas de caña,
y la encina, la peña, el molino monótono,
y aquel muro que al sol, en los días de otoño,
me veía sentado, cerca de los ancianos,
contemplando el crepúsculo con atenta mirada.
Todo aún sigue en pie y en su sitio renace;
aún seguimos las huellas de mi andar por la arena;
sólo un corazón falta que lo pueda gozar.
¡Ay de mí! Que la luz disminuye y se pierde.
Como espigas en la era, dispersó la existencia
lejos de la paterna heredad a los hijos,
y a la madre también, y ese hogar tan amado
se parece a los nidos de los cuales ha huido
la veloz golondrina en los largos inviernos.
Ya la hierba que crece en las losas antiguas
borra en torno a los muros los senderos domésticos,
y la hiedra, flotando como un manto de luto,
cubre a medias la puerta y hasta invade el umbral.
Tal vez pronto... ¡Oh Dios mío, oh presagio funesto!,
tal vez pronto un extraño al que nadie conoce,
con el oro en la mano del lugar se hará dueño,
oh lugares que habitan, según nuestra memoria,
tantas sombras queridas, familiares, y entonces
todos nuestros recuerdos de las cunas y tumbas,
huirán a su voz igual que las palomas
echarán a volar de su nido en el árbol
de los bosques que el hacha abatió para siempre,
y que ya no sabrán donde van a posarse.
¡No permitas, Señor, tanto llanto y ofensa!
No toleres, Dios mío, que nuestra humilde herencia
pase de mano en mano a vil precio comprada,
como el techo de gentes que vivieron del vicio,
arruinados, o el campo que fue de unos proscritos.
Que un extraño avariento venga con paso altivo
y que pise el humilde surco que años atrás
fue también nuestra cuna sobre un campo de hierba,
a expoliar a los huérfanos, a contar sus monedas
donde sólo tenía la pobreza un tesoro,
blasfemando tu nombre aquí bajo estos pórticos
donde antaño mi madre enseñaba a la voz
de sus hijos los cánticos que exaltaban tu gloria.
Ah, prefiero cien veces que entregada a los vientos
penda roto el tejado sobre el muro decrépito;
que las flores mortuorias, los espinos, las malvas,
broten entre las ruinas de los atrios deshechos.
Que el lagarto dormido allí al sol se caliente,
que en las horas del sueño Filomela allí cante,
que el humilde gorrión y las fieles palomas
allí junten en paz bajo el ala a sus crías,
y que el ave del cielo tenga allí su nidada
donde antaño durmió la inocencia en su lecho.
Ah, si el número escrito por los altos destinos
alcanzara la edad de los blancos cabellos,
ojalá, feliz viejo, allí mengüen mis días
entre tales recuerdos de mis simples amores.
Y ojalá cuando sean los benditos tejados
y estos tristes escombros para mí solamente
todo un pueblo de sombras, ojalá pueda entonces
reencontrar en los nombres, en los mismos lugares,
tantos seres amados que los ojos no ven.
Y vosotros que acaso viviréis cuando yo
sea helada ceniza, si queréis dedicarme
algo grato al recuerdo, elevadme algún día...
Pero no, no elevéis nada que me recuerde;
sólo cerca del sitio donde duerme la humilde
esperanza de aquellos que llamamos cristianos,
en los campos cavadme ese lecho que quiero,
como el último surco donde va a germinar
otra vida. Extended sobre mí un lecho herboso
que el cordero del pueblo ramonee en primavera,
donde todos los pájaros que años ha mis hermanas
consiguieron que fueran del lugar habitantes,
aquí acudan a amar y también a cantar
en mis noches tranquilas. Y para señalar
mi lugar de reposo, que despeñen rodando
de las altas montañas un fragmento de roca;
sobre todo que no haya un cincel que lo talle
ni que borre ese musgo de los días antiguos
que oscurece su cara, y que al paso de inviernos,
incrustado en la piedra, dé en sus letras vivientes
una fecha a sus años; y que no haya ni cifras
ni mi nombre grabado en tal página agreste.
Ante la eternidad toda edad se confunde,
y Aquel que con su voz a los muertos despierta,
aunque falte mi nombre sé que no va a olvidarme.
Allí bajo mis cielos, al pie de las colinas
que cubrieron antaño con sus sombras mi cuna,
junto al suelo natal, junto al aire y al sol,
con un sueño muy leve esperaré el despertar.
Mi ceniza mezclada con la tierra que me ama
volverá a tener vida incluso antes que el alma,
será verde en los prados y color en las flores,
en las noches de estío beberá los perfumes
y los llantos del aire; y al llegar de aquel día
que no tiene crepúsculo la primera centella
que podrá despertarme a la aurora sin fin,
cuando se abran los ojos volveré a ver lugares
que en mi vida adoré y que vi tantas veces,
nuestra aldea y sus piedras con el fiel campanario,
la montaña y el cauce seco de este torrente,
y los campos resecos; y juntando ante mí
con la nueva mirada tantos seres queridos,
cuya sombra dormía aquí cerca entre escombros,
mis hermanas, un padre y una madre que es alma,
no dejando cenizas que conserve la tierra,
igual que el viajero desembarca y dirige
al navío miradas en las que hay gratitud,
nuestras voces dirán al unísono entonces
a todo este lugar que rebosa delicias
nuestro único adiós ya sin mezcla de lágrimas.
¿Por qué, pues, pronunciar ese nombre de patria?
En su exilio brillante se estremece mi pecho
y resuena de lejos en el alma afligida
como lo hacen los pasos o la voz de un amigo.
¡Oh montañas veladas por la niebla de otoño,
valles que entapizaban las escarchas del alba,
sauces cuya corona deshojaba la poda,
viejas torres doradas por el sol de la tarde,
muros negros del tiempo, lomas, cuestas abruptas,
manantial donde van a beber los pastores,
gota a gota esperando aguas raras y límpidas,
con sus urnas dispuestas mientras hablan del día!
Choza que hace brillar el fulgor de la lumbre
y que amaba el viajero por humear a lo lejos,
sólo objetos, ¿o acaso tenéis alma también
que se pega a nuestra alma y a la fuerza de amar?
Yo vi cielos azules cuya noche es sin brumas,
toda de oro hasta el alba bajo un brillo de estrellas
que en su curva infinita redondeaban la cúpula
de cristal que jamás ha empañado algún viento.
Y vi montes cargados de limones y olivas
reflejar en las aguas sus inquietos perfiles;
y en sus valles profundos al impulso del céfiro
balancearse la espiga y la cepa madura;
en los mares que apenas son un leve murmullo
vi del agua luciente la ondulante cintura
apretando y soltando en sus pliegues azules
de sus riscos mellados los contornos inciertos
extenderse en el golfo como mantos de luz,
y blanqueando el escollo con sus flores de espuma
llevar hasta lo lejos de un poniente rojizo
islas» que eran el lecho como de oro del sol;
allí abriéndose a mí me mostraban sin límite
todo un mar infinito donde habita el misterio;
vi las cumbres altivas, cual del aire pirámides,
donde estío fundía el abrigo invernal,
descendiendo en peldaños hasta el fondo de valles
con laderas pobladas por aldeas y frondas,
con picachos y rocas que se yerguen, bajando
en pendientes de hierba para huir deslizándose,
mientras curvas humeantes, con un ruido de trueno
sus torrentes de espuma y sus ríos en polvo,
en sus flancos que son ya de luz ya de sombra,
con oleadas oscuras y con islas radiantes,
se ven valles profundos caros al soñador,
ascendiendo, bajando y ascendiendo otra vez,
y allí desde la raíz de sus amplias murallas,
entre abetos y robles por la tierra esparcidos,
en los lagos o espejos que a su sombra dormitan
dar sus verdes reflejos o su imagen oscura,
y en el tibio azul claro de estas límpidas aguas
ser la nieve un temblor y algo fluido los cerros.
Visité esas orillas y ese albergue divino
que la sombra del vate eligió como tumba,
esos campos que pudo la Sibila-" mostrarle,
y el Elíseo y Cumas; y a pesar de todo eso
no está allí el corazón...
Pero existe también una estéril montaña
que no tiene ni bosques ni hontanares, con una
cumbre humilde minada por la acción de los años,
que por su propio peso día a día se inclina
y que pierde su tierra derramada en barrancos
conservando un boj seco de raíz descarnada,
con roquedos a punto de caer si los pisa
con su pata ligera algún chivo nervioso.
Con el tiempo esos restos al caer han formado
como un cerro que mengua y que va escalonándose
hasta muros que sirven de pared protectora
a unos campos avaros que ha regado el sudor;
unas cepas con brazos que no encuentran sus arces
por la tierra serpean o en la arena se arrastran,
y hay zarzales en donde el zagal de la aldea
coge un fruto olvidado que disputa a los pájaros;
allí ovejas escuálidas de las chozas vecinas
ramonean dejando entre espinos su lana.
Lugar donde la música de las aguas de estío
o el temblor del follaje que sacuden las brisas
o los himnos que entrega el ruiseñor a los aires,
no conmueven el pecho ni el oído seducen,
sino que bajo un cielo que es de bronce perpetuo
la cigarra ensordece con su grito escondido.
Hay en estos desiertos una rústica casa
que recibe tan sólo de este monte la sombra,
con paredes golpeadas por la lluvia y los vientos,
con los musgos antiguos ocultando su edad.
En su umbral pueden verse tres peldaños de piedra
y allí puso el azar de una yedra las raíces
que mezclando cien veces sus enredos de nudos
con sus brazos esconde las injurias del tiempo,
y curvando en un arco sus volutas agrestes
es el único adorno de aquel rústico porche.
Un jardín que desciende por el flanco de un cerro
muestra cara al poniente un sediento arenal.
No sujeta, la piedra que el invierno ha tiznado
es el triste jalón del recinto minúsculo.
Esa tierra que hieren las azadas exhibe
sus entrañas desnudas de la hierba y la sombra;
ni esmaltadas alfombras ni el verdor hecho bóveda,
ni un arroyo en los bosques, ni frescor ni murmullo;
solamente seis tilos que el arado olvidó,
con un poco de hierba extendida a sus pies
dan en tiempo de otoño sombra tibia y escasa,
que es más grata a la frente bajo un cielo tan duro;
árboles que en sus frondas, en mi infancia feliz,
albergaron los sueños más hermosos que tuve.
En aquellos lugares que suspiran por agua
hay un pozo en la roca que el frescor nos esconde,
y allí el viejo, después, de muy largos esfuerzos,
mientras gime descansa su urna sobre el brocal;
la era donde el mayal sobre tierra pisada
bate rítmicamente las dispersas gavillas,
y la blanca paloma y el humilde gorrión
se disputan la espiga que el rastrillo olvidó;
y esparcidas por tierra, herramientas del campo,
yugos rotos y carros que duermen bajo porches,
ejes ya sin los rayos que quebró la rodada,
y la reja inservible que embotaron los surcos.
Nada alivia la vista de su estéril prisión,
ni las cúpulas áureas de soberbias ciudades,
ni la senda de polvo, ni a lo lejos un no,
ni los blancos tejados a la luz de la aurora.
Solamente esparcidos de distancia en distancia
los refugios agrestes que los pobres habitan,
junto a sendas estrechas que dispuso el desorden,
con tejados de bálago y paredes ahumadas,
se ven donde el anciano que se sienta a la puerta,
en su cuna de juncos duerme al niño que llora.
¡Una tierra sin sombra, sin colores los cielos,
unos valles sin agua! ¡Y allí está el corazón!
Éstos son los lugares, los sagrados parajes
de los cuales el alma rememora la imagen,
y que forjan de noche mis ensueños más bellos
hechizando los ojos con antiguas visiones.
Allí cada momento, cada aspecto del monte,
cada ruido que se alza por la noche en los campos,
cada mes que retorna como un paso del tiempo,
y hace verdes o mustia esos bosques y prados,
y la luna que mengua o que crece en la sombra,
y la estrella que asciende por la oscura colina,
los rebaños del monte que la escarcha ha expulsado
y que vuelven al valle con su andar vacilante,
viento, espino florido, hierba verde o marchita,
y la reja en el surco y en los prados el agua,
todo me habla una lengua que resuena aquí dentro,
con palabras que entienden los sentidos y el alma:
resonancias, perfumes, tempestades y rayos,
y peñascos, torrentes, y esas dulces imágenes
y esos viejos recuerdos que en nosotros dormitan,
que un lugar nos conservan y devuelven más dulce.
Allí está el corazón que se vuelve a encontrar;
todo allí me recuerda, me conoce y me ama.
Allí abundan amigos en todo este horizonte,
en cada árbol releo una historia pasada
y también cada piedra tiene un nombre que es suyo;
«¿qué más da que este nombre, como Palmira o Tebas,»
no recuerde los fastos de un imperio grandioso
ni la sangre vertida a la voz de un tirano
o esos grandes que el hombre llama azotes de Dios?
El lugar cuya trama nos cautiva la mente,
que aún rebosa de fastos que no olvida nuestra alma,
me parece tan grande como el campo glorioso
que fue cuna o sepulcro de un imperio inseguro.
¡Nada es vil! ¡Nada es grande! Todo el alma lo mide.
Al nombrar una choza puede un pecho agitarse,
y sobre monumentos de los héroes y dioses
el pastor pasa y silba y desvía los ojos.
He aquí el banco rústico que servía a mi padre,
y la sala que oyó su voz fuerte y severa,
cuando aquí los pastores, en sus rejas sentados,
le contaban los surcos hechos en cada hora;
o tal vez palpitante de sus días de gloria
nos contaba la historia de los regios cadalsos;
y aún viviendo el combate en que había luchado,
al contarnos su vida la virtud enseñaba.
Y el vacío lugar en que siempre mi madre,
al suspiro más leve de su casa salía
para hacernos llevar o la lana o el pan,
y vestir la indigencia o dar vida al hambriento;
y aquí están las cabañas donde su mano amante
las heridas curaba con aceite y con miel,
y muy cerca del lecho del anciano expirante
no dejaba de abrir ese libro que da
todavía esperanza al que deja la vida,
recogiendo suspiros que eran casi estertores
y llevando hacia Dios su postrera ansiedad,
y cogiendo la mano del menor de nosotros,
a la viuda y al niño, de rodillas ante ella,
les decía enjugando de sus ojos las lágrimas:
«Os doy un poco de oro, devolvedlo en plegarias.»
Y el umbral a la sombra donde nos acunaba,
y la rama de higuera que curvaba su mano,
y el estrecho sendero que cuando las campanas
en el templo lejano atronaban el alba,
tras sus pasos subíamos al altar del Señor
con el fin de ofrecerle dos inciensos muy puros
que eran nuestra inocencia junto con nuestra dicha.
Y su voz aquí mismo, muy piadosa y solemne,
nos hablaba de un Dios que en la madre sentíamos,
señalando la espiga encerrada en su germen,
el racimo que daba su brebaje aromático,
la ternera" trocando plantas verdes en leche,
y la peña agrietada por manar de las fuentes,
y la lana de oveja que a las zarzas se roba
para así tapizar dulces nidos de pájaros,
y aquel sol siempre exacto en sus doce mansiones
repartiendo en su entorno estaciones y horas,
y esos astros nocturnos salvo a Dios incontables,
mundos que el pensamiento casi no osa escalar,
enseñaba la fe hija de agradecidos,
y hacía admirar a nuestra simple infancia
que el insecto invisible a los ojos y el astro
en los cielos tenían padre igual que nosotros.
Esos brezos y campos, esos prados y viñas
tienen muchos recuerdos y sus sombras amadas.
Aquí mismo jugaban mis hermanas, y el viento
las seguía jugando con sus rubios cabellos;
allí con los pastores en la cumbre del cerro
encendía fogatas con ramaje y espinos,
y mis ojos, pendientes de las llamas del fuego
las veían ondear horas y horas enteras.
Allí contra el furor del temible aquilón
este sauce vacío nos prestaba su tronco,
y yo oía silbar en su fronda ya muerta
brisas que aún rememora como música el alma.
Y aquí el álamo está, inclinado al abismo,
que en el tiempo de nidos nos mecía en su copa,
y el arroyo en los prados cuyas aguas dormidas
lentamente inundaban nuestras barcas de caña,
y la encina, la peña, el molino monótono,
y aquel muro que al sol, en los días de otoño,
me veía sentado, cerca de los ancianos,
contemplando el crepúsculo con atenta mirada.
Todo aún sigue en pie y en su sitio renace;
aún seguimos las huellas de mi andar por la arena;
sólo un corazón falta que lo pueda gozar.
¡Ay de mí! Que la luz disminuye y se pierde.
Como espigas en la era, dispersó la existencia
lejos de la paterna heredad a los hijos,
y a la madre también, y ese hogar tan amado
se parece a los nidos de los cuales ha huido
la veloz golondrina en los largos inviernos.
Ya la hierba que crece en las losas antiguas
borra en torno a los muros los senderos domésticos,
y la hiedra, flotando como un manto de luto,
cubre a medias la puerta y hasta invade el umbral.
Tal vez pronto... ¡Oh Dios mío, oh presagio funesto!,
tal vez pronto un extraño al que nadie conoce,
con el oro en la mano del lugar se hará dueño,
oh lugares que habitan, según nuestra memoria,
tantas sombras queridas, familiares, y entonces
todos nuestros recuerdos de las cunas y tumbas,
huirán a su voz igual que las palomas
echarán a volar de su nido en el árbol
de los bosques que el hacha abatió para siempre,
y que ya no sabrán donde van a posarse.
¡No permitas, Señor, tanto llanto y ofensa!
No toleres, Dios mío, que nuestra humilde herencia
pase de mano en mano a vil precio comprada,
como el techo de gentes que vivieron del vicio,
arruinados, o el campo que fue de unos proscritos.
Que un extraño avariento venga con paso altivo
y que pise el humilde surco que años atrás
fue también nuestra cuna sobre un campo de hierba,
a expoliar a los huérfanos, a contar sus monedas
donde sólo tenía la pobreza un tesoro,
blasfemando tu nombre aquí bajo estos pórticos
donde antaño mi madre enseñaba a la voz
de sus hijos los cánticos que exaltaban tu gloria.
Ah, prefiero cien veces que entregada a los vientos
penda roto el tejado sobre el muro decrépito;
que las flores mortuorias, los espinos, las malvas,
broten entre las ruinas de los atrios deshechos.
Que el lagarto dormido allí al sol se caliente,
que en las horas del sueño Filomela allí cante,
que el humilde gorrión y las fieles palomas
allí junten en paz bajo el ala a sus crías,
y que el ave del cielo tenga allí su nidada
donde antaño durmió la inocencia en su lecho.
Ah, si el número escrito por los altos destinos
alcanzara la edad de los blancos cabellos,
ojalá, feliz viejo, allí mengüen mis días
entre tales recuerdos de mis simples amores.
Y ojalá cuando sean los benditos tejados
y estos tristes escombros para mí solamente
todo un pueblo de sombras, ojalá pueda entonces
reencontrar en los nombres, en los mismos lugares,
tantos seres amados que los ojos no ven.
Y vosotros que acaso viviréis cuando yo
sea helada ceniza, si queréis dedicarme
algo grato al recuerdo, elevadme algún día...
Pero no, no elevéis nada que me recuerde;
sólo cerca del sitio donde duerme la humilde
esperanza de aquellos que llamamos cristianos,
en los campos cavadme ese lecho que quiero,
como el último surco donde va a germinar
otra vida. Extended sobre mí un lecho herboso
que el cordero del pueblo ramonee en primavera,
donde todos los pájaros que años ha mis hermanas
consiguieron que fueran del lugar habitantes,
aquí acudan a amar y también a cantar
en mis noches tranquilas. Y para señalar
mi lugar de reposo, que despeñen rodando
de las altas montañas un fragmento de roca;
sobre todo que no haya un cincel que lo talle
ni que borre ese musgo de los días antiguos
que oscurece su cara, y que al paso de inviernos,
incrustado en la piedra, dé en sus letras vivientes
una fecha a sus años; y que no haya ni cifras
ni mi nombre grabado en tal página agreste.
Ante la eternidad toda edad se confunde,
y Aquel que con su voz a los muertos despierta,
aunque falte mi nombre sé que no va a olvidarme.
Allí bajo mis cielos, al pie de las colinas
que cubrieron antaño con sus sombras mi cuna,
junto al suelo natal, junto al aire y al sol,
con un sueño muy leve esperaré el despertar.
Mi ceniza mezclada con la tierra que me ama
volverá a tener vida incluso antes que el alma,
será verde en los prados y color en las flores,
en las noches de estío beberá los perfumes
y los llantos del aire; y al llegar de aquel día
que no tiene crepúsculo la primera centella
que podrá despertarme a la aurora sin fin,
cuando se abran los ojos volveré a ver lugares
que en mi vida adoré y que vi tantas veces,
nuestra aldea y sus piedras con el fiel campanario,
la montaña y el cauce seco de este torrente,
y los campos resecos; y juntando ante mí
con la nueva mirada tantos seres queridos,
cuya sombra dormía aquí cerca entre escombros,
mis hermanas, un padre y una madre que es alma,
no dejando cenizas que conserve la tierra,
igual que el viajero desembarca y dirige
al navío miradas en las que hay gratitud,
nuestras voces dirán al unísono entonces
a todo este lugar que rebosa delicias
nuestro único adiós ya sin mezcla de lágrimas.
Alphonse de Lamartine
La poesía Vogona ocupa, por supuesto, el tercer lugar entre los peores del Universo. El segundo corresponde a los azgoths de Kria. Mientras su principal poeta, Grunthos el Flatulento, recitaba su poema "Oda a un bultito de masilla verde que me descubrí en el sobaco una mañana de verano", cuatro de sus oyentes murieron de hemorragia interna, y el presidente del Consejo Inhabilitador de las Artes de la Galaxia Media se salvó al comerse una de sus piernas. Se dice que Grunthos quedó "decepcionado" por la acogida que había tenido el poema, y estaba a punto de iniciar la lectura de su poema épico en doce tomos titulado "Mis gorjeos de baño favoritos", cuando su propio intestino grueso, en un desesperado esfuerzo por salvar la vida y la civilización, le saltó derecho al cuello y le estranguló.
Douglas Adams