Esparce
Esparce. Encuentra docenas de esparce con fotos para copiar y compartir.
Es fácil ver las faltas de los demás, pero ¡qué difícil es ver las nuestras propias! Exhibimos las faltas de los demás como el viento esparce la paja, mientras ocultamos las nuestras como el jugador tramposo esconde sus dados.
Buda
Nadie yerra solo para sí, sino que esparce su aberración sobre los que lo rodean y él a su vez de ellos la recibe.
Séneca
Palabras En La Noche
Cecilia, dulce amiga. Hoy yo quisiera hablarte
con la verdad que nace de un corazón pequeño.
Decirte cómo un día yo quise condenarte.
A ti que fuiste solo la luz para mi sueño.
A ti que fuiste siempre la luz para mi vida,
la luz parada en medio de mi existencia vana,
la luz suave y callada, la luz dulce, esparcida,
valiente en la tristeza, luciente en la mañana.
A ti, blanca presencia del día silencioso,
escala de ternura, licor que yo he bebido.
a ti, prado o colina que esparce su reposo.
A ti a quien tantas veces mi amor ha entristecido.
Decirte, suavizarte, hablarte del rocío,
hablarte de la noche que baja lenta a verte,
cual baja ya tu vida, más dulce al pecho mío,
que quiso un día amarte y vino a deshacerte...
Cecilia, dulce amiga. Hoy yo quisiera hablarte
con la verdad que nace de un corazón pequeño.
Decirte cómo un día yo quise condenarte.
A ti que fuiste solo la luz para mi sueño.
A ti que fuiste siempre la luz para mi vida,
la luz parada en medio de mi existencia vana,
la luz suave y callada, la luz dulce, esparcida,
valiente en la tristeza, luciente en la mañana.
A ti, blanca presencia del día silencioso,
escala de ternura, licor que yo he bebido.
a ti, prado o colina que esparce su reposo.
A ti a quien tantas veces mi amor ha entristecido.
Decirte, suavizarte, hablarte del rocío,
hablarte de la noche que baja lenta a verte,
cual baja ya tu vida, más dulce al pecho mío,
que quiso un día amarte y vino a deshacerte...
Carlos Bousoño
Estar En Ti
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Solo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Solo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.
Antonio Gamoneda
Cristales de tu ausencia acribillan mi voz, que se esparce en la noche por el glacial desierto de mi alcoba. Yo quisiera ser ángel y soy loba. Yo quisiera ser luminosamente tuya y soy oscuramente mía.
Gloria Fuertes
El ángel que presidió mi nacimiento dijo: Pequeña criatura, fruto de la dicha y de la risa, ve y esparce amor.
William Blake
Alicatado Para Una Tarde de Verano
Para traspasar las hojas,
la luz se pone de lado.
Se despereza el aroma
y hay un sopor que, despacio,
deshilachan las zumbonas
avispas del emparrado.
La paz del jardín se esparce
por el brillo del acanto
y la tarde se inaugura
al regarse el empedrado.
Hay rincones invisibles
con amores encalados
y persianas donde crece
la penumbra del verano.
El mirador se remira
en los reflejos más altos.
Alguna risa que llega
por el silencio rampando
y el agua, dueña y señora
por fuentes y por regatos.
El aire tiene un desgaire
de mimbre desangelado.
El arrayán cuadricula
la dicha de estar mirando.
Desde los poyetes, rastras
en macetas de geráneos
cuelgan hasta el arriate
buscando su olor mojado.
El silencio se despierta
picoteado de pájaros.
Las glicinias se retuercen
sobre sus pomos morados
y son de azulejo y frío
los zócalos y los bancos.
El chirrido del portón
anuncia el rito diario.
Las sillas, de recia anea.
El vino, de mano en mano.
La amistad, como beberse
la tarde de un solo trago.
"De Mis amados odres viejos"
Para traspasar las hojas,
la luz se pone de lado.
Se despereza el aroma
y hay un sopor que, despacio,
deshilachan las zumbonas
avispas del emparrado.
La paz del jardín se esparce
por el brillo del acanto
y la tarde se inaugura
al regarse el empedrado.
Hay rincones invisibles
con amores encalados
y persianas donde crece
la penumbra del verano.
El mirador se remira
en los reflejos más altos.
Alguna risa que llega
por el silencio rampando
y el agua, dueña y señora
por fuentes y por regatos.
El aire tiene un desgaire
de mimbre desangelado.
El arrayán cuadricula
la dicha de estar mirando.
Desde los poyetes, rastras
en macetas de geráneos
cuelgan hasta el arriate
buscando su olor mojado.
El silencio se despierta
picoteado de pájaros.
Las glicinias se retuercen
sobre sus pomos morados
y son de azulejo y frío
los zócalos y los bancos.
El chirrido del portón
anuncia el rito diario.
Las sillas, de recia anea.
El vino, de mano en mano.
La amistad, como beberse
la tarde de un solo trago.
"De Mis amados odres viejos"
Rafael Guillén
Otoño
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Juan Ramón Jiménez
Nocturno
A Ángel González
Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras corren cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
Corazones y lobos. De pronto se ilumina
en su sillín con prisas la línea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo.
Luces almacenadas, que brotan de los bares,
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El día es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometría perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco su vida, me acerco, te lo digo,
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada.
De "Rimado de ciudad"
A Ángel González
Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras corren cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
Corazones y lobos. De pronto se ilumina
en su sillín con prisas la línea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo.
Luces almacenadas, que brotan de los bares,
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El día es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometría perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco su vida, me acerco, te lo digo,
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada.
De "Rimado de ciudad"
Luis GarcÃa Montero
Es el amor de Dios el más puro y genuino, lo encontramos en todo lo que nos rodea, en el azul del cielo, en una sonrisa, en la generosidad, en el oxígeno que respiramos, en cada atardecer, cuando amanece. Se esparce en la naturaleza que es un reflejo de la creación. Cada día se constituye en un regalo generoso de Dios !
Carlos Casanti
La luna me inspira, me alienta, me toca, me conmueve, sensibiliza mi ser, genera un cumulo de emociones y sensaciones, a la luz de la luna escribo mis poemas, la musa llega y se posa y son las letras las que fluyen creando conceptos, en la sutil mirada del amor veo tu adorable silueta, percibo tu delicado aroma que cual bella flor se esparce generoso en el ambiente.
carlos Casanti
Salvaje
Bebo el agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.
Así paso los días, morena y descuidada,
sobre la suave alfombra de la grama aromada.
Comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.
Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi cabello sombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a savia, a yerbabuena y a flores de centeno.
¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!
Bebo el agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.
Así paso los días, morena y descuidada,
sobre la suave alfombra de la grama aromada.
Comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.
Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi cabello sombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a savia, a yerbabuena y a flores de centeno.
¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!
Juana de Ibarbourou
El amor es una magia, una simple fantasía, es como un sueño
Y al fin yo lo encontre es como una luz q se esparce por el alma
Y recorre como el agua hasta q llena el corazon.
Y al fin yo lo encontre es como una luz q se esparce por el alma
Y recorre como el agua hasta q llena el corazon.
katerin arauz
Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo, y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece.
Homero