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Horizontal

Horizontal. Encuentra docenas de horizontal con fotos para copiar y compartir.


La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respetuo mutuo.


Eduardo Galeano


A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder


Eduardo Galeano




La vida es una caída horizontal.


Jean Cocteau


Quisiera Ser Convexo

Quisiera ser convexo
para tu mano cóncava.
Y como un tronco hueco
para acogerte en mi regazo
y darte sombra y sueño.
Suave y horizontal e interminable
para la huella alterna y presurosa
de tu pie izquierdo
y de tu pie derecho.
Ser de todas las formas
como agua siempre a gusto en cualquier vaso
siempre abrazándote por dentro.
Y también como vaso
para abrazar por fuera al mismo tiempo.
Como el agua hecha vaso
tu confín - dentro y fuera - siempre exacto.


Gerardo Diego


Juntos

Por cauce horizontal y paralelo,
mi mano, cabalgando en tu figura,
baja de la cadera a la cintura,
ronda los senos y ensortija el pelo.

Tu intimidad sensual levanta el vuelo
descubriendo vibrante una estructura
con ansiedad de entrega y de aventura
y la agresión de una leona en celo.

He de hacer de tu cuerpo una mordaza,
y formarán tus labios un camino
de humedad, arrastrándose en mi piel.

Verás mi círculo de amor que abraza
tu temblor en furioso torbellino,
y plantaré mi flor en tu vergel.


Francisco Alvarez


Línea horizontal camino fatal,invíertese siempre queda en el mismo vértice,destrúyese y el camino es diferente.


Miguel Visurraga Sosa




¿Qué puedo hacer con tu amor?

¿Cómo responder
a tus requerimientos de amor,
ahora en este atardecer,
si lleno de temor
recorro momentos
de amores ocultos,muertos?

¿Qué puedo hacer con tu amor
que me brindas desinteresadamente,
como lluvia que quiere saciar
mi sed de amar en agonía?

Tu amor tal vez recién en inicios
frente al mío que se consume por los ayeres.

¿Qué hacer por tu amor juvenil?
Ahora que mis fuerzas se agotan,
fuerzas agotadas
al buscar un amor no hallado,
y llegas tú en mi fin
en el recodo del descanso horizontal,
hallándome cadáver...frío.


Miguel Visurraga Sosa


Vigilia

Esta puerta, tal vez cerrada al viento.
Todo parece -¿contra quién?- cerrado.
Hasta las nubes de la lejanía,
horizontal penumbra, y tantas rejas,

ventanales hostiles. Hace otoños,
la oscura chimenea, fuego ausente,
sólo ofrece cenizas para el frío
consuelo, antiguas lágrimas del aire,

y estas paredes blancas que me ciegan,
y la estancia en clausura y tantos pájaros
con alas nuevas, cántico en fervor
( quizá no estés cerrada, puerta. Cruje

tu madera nocturna en mi tristeza)
y sé que debo huir, no sé por dónde,
soledad de los límites murales,
cuando he de huir, amándote, naciente,

venciendo ventanales enrejados,
o por la siempre muerta chimenea
o por los muros íntimos de miedo:
¿por qué canta el olor primaveral

mientras yo sangro, herido, sin salida?
(La puerta, tan sencilla como el campo,
nadie ha intentado abrirla, y veo sangre
como espejos, amor hacia paredes,

hacia siempre, mi sangre inútil, tuya.)
La puerta cede, y todo, todo es mío,
y tus ojos mirando tan febriles
de ser futuro júbilo, inventando

primavera frutal para mañana,
tardío amanecer, mi flor o sangre
floreciendo ya impunemente tuya:
y qué cerca tus ojos siempre lejos,
toda tu ausencia azul en el paisaje,
joven muerte abrazándome, descalza.


Germán Bleiberg


El baile es una expresión vertical de un deseo horizontal.


George Bernard Shaw




Creo que no se puede hablar de progreso en el arte - el movimiento, pero no progreso. Se puede hablar de un punto en una línea con el fin de localizar las cosas, pero es una línea horizontal, no uno vertical.


Donald Barthelme


Entre el lenguaje, ser por naturaleza social, y el escritor, que sólo engendra en la soledad, se establece así una relación muy extraña: gracias al escritor el lenguaje amorfo, horizontal, se yergue e individualiza; gracias al lenguaje, el escritor moderno, rotas las otras vías de comunicación con su pueblo y su tiempo, participa en la vida de la Ciudad.


Octavio Paz


Cuando regresó, el hijo del posadero le entregó las ropas del guerrero, limpias y dobladas. Mikhon Tiq las subió al sobrado y las colocó en orden junto a sus armas. Eran ropas de estilo Ainari, aunque mezclado con algunos detalles bárbaros del Norte. Las botas, que el propio rapaz había encerado, estaban arrugadas en los tobillos, casi cuarteadas; botas de espadachín acostumbrado a doblar las piernas y girar los pies en la danza del combate. Las mangas de la casaca eran amplias. Sin duda su dueño las utilizaba para guardar en ellas las manos y ocultar así las emociones, según la costumbre de Áinar. Pero tenían corchetes de latón para que, llegado el momento de la pelea, pudieran ceñirse a las muñecas y no estorbar los movimientos. El talabarte, ya descolorido, tenía una pequeña vaina a la derecha para el colmillo de diente de sable que sólo los Tahedoranes podían llevar. A la izquierda había dos trabillas de piel con sendas hebillas para colgar la funda de la espada. Éste era otro detalle que lo delataba. Los guerreros normales llevan una sola hebilla, de forma que la espada cuelgue junto al muslo. Los maestros de la espada, sean Ibtahanes o Tahedoranes, necesitan dos para que la espada se mantenga horizontal; de esta manera pueden sujetar la vaina con la mano izquierda y extraer el arma a una velocidad fulgurante, en el movimiento letal conocido como Yagartéi que es en sí mismo un arte marcial. Pero lo que más llamaba la atención de Mikhon Tiq era la propia espada. Hacía años que no veía una auténtica arma de Tahedorán. La funda era de cuero repujado, reforzada con guarnición y punta de metal, y con dos pequeños bolsillos a ambos lados. Uno de ellos contenía una navaja con un pequeño gavilán en forma de gancho; de este modo servía de arma y a la vez de herramienta para desmontar la empuñadura de su hermana mayor. En la otra abertura había papel de esmeril para sacar filo a la hoja; aunque un Tahedorán sólo haría esto en una emergencia, pues los aceros dignos de tal nombre deben ser bruñidos y afilados por maestros pulidores. En torno a la empuñadura de la espada corría una fina tira de piel, enrollada y apretada con fuerza para evitar que la mano resbalara al aferrarla. Mikhon Tiq miró de reojo a Linar. Tenía el ojo cerrado; o dormía o estaba encerrado en su mundo interior. En cuanto al guerrero, su respiración bajo la manta era profunda y pausada. Mikhon Tiq sintió la tentación de desenvainar la espada para examinar la hoja. Pero aquello habría sido una afrenta, como desnudar a una doncella dormida, así que apartó las manos del arma y procuró pensar en otras cosas.


Javier Negrete