Iban ( 3 )
Iban. Encuentra docenas de iban con fotos para copiar y compartir.
Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan. Solo lamento que no podría siquiera verle la cara, porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia, y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria.
Fidel Castro
Bueno, en realidad era - me trajo la idea de hacer un documental de HBO en el 2000, cuando hubo algunos informes de prensa eran una especie de boca en boca que no iban a telefilmes basados ??en algunos de los libros que estaban fuera.
Monica Lewinsky
Hay historias ratificadas de marineros que, creyendo que iban a morir ahogados, se han visto empujados hasta la superficie y sostenidos allí por grupos de delfines. Es una forma característica de estos cetáceos de ayudarse mutuamente.
Yann Martel
No había respeto por la juventud cuando era joven, y ahora que soy viejo, no hay respeto por la edad, no me di cuenta que iban y venían.
J. B. Priestley
Me pasé horas en Internet buscando la forma en que las actrices glamorosas parpadearon y cómo iban a poner la mano sobre su cintura, y me dijeron que mirar cómo iban a caminar en una habitación y cómo su cuerpo se lleva a cabo de todo.
Berenice Bejo
Uno de mis hijos, nació en 1968. No iba a haber dificultades políticas, pero nunca iban a tener ese nivel de odio y desprecio que mis hermanos y mi hermana y yo estábamos expuestos.
Toni Morrison
Las personas en Irak vivían esencialmente buenas vidas. Tenían sistemas educativos brillante y de salud. Saddam realmente creó una infraestructura increíble en un país muy difícil, pero eran una família de la mafia. Si usted ha dicho nada en contra de ese régimen o esa família que iban a matar al instante.
Dominic Cooper
Julio. Algunos empezaban ya a estar asqueados de la curia romana. Iban pregonando que todo estaba manchado por doquier con ganancias vergonzosas, con placeres desorbitados y nefandos, con envenenamientos, con sacrilegios, asesinatos y tráfico simoníaco.
Erasmo De Rotterdam
Al día siguiente no se veían. Las parejas se encerraban en casa, haciendo dietas, mareados, abusando de cafés y pastillas efervescentes. No salían hasta caída la noche, iban a comer a un snack bar caro un steak sin guarnición. Tomaban decisiones drásticas: no fumarían más, no beberían más, no derrocharían más dinero. Se sentían vacíos y estúpidos y, en el recuerdo que conservaban de su memorable borrachera, se mezclaba siempre cierta nostalgia, un nerviosismo incierto, un sentimiento ambiguo, como si el impulso mismo que los había llevado a beber no hubiese hecho más que avivar su incomprensión más fundamental, una irritación más insistente, una contradicción más cerrada a la que no podían sustraerse
Georges Perec
¿Cómo no iban a apodersarse los deliriros de grandeza de un campesino del Banato si de pronto, a los veintiún años, con sólo mover unas figuritas sobre un tablero de madera, ganaba más en una semana que su pueblo entero en todo un año de talar bosques y realizar las tareas más duras?
Stefan Zweig
Se tenía la sensación de que si las personas iban y venían, nacían y morían, los libros eran inmortales. Cuando era pequeño, quería crecer y ser libro.
Amos Oz
Estoy acostumbrado a mi vida. Antes de que llegaras, pensaba en todo el tiempo que había perdido en el mismo lugar mientras mis amigos cambiaban, se iban a la quiebra o progresaban. Esto me provocaba una inmensa tristeza. Ahora yo sé que no era exactamente así: la tienda tiene el tamaño exacto que yo siempre quise que tuviera. No quiero cambiar porque no sé cómo hacerlo. Ya estoy muy acostumbrado a mí mismo.
Paulo Coelho
Resultó que a los cancerberos se les podía adiestrar, particularmente si solo se les decían cosas que iban a hacer de todos modos. («Come, Alvin. Buen chico. Ahora, haz caca. Excelente»).
Christopher Moore
La primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez veces y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, en singular y en plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y cabellera en catorce.
Roberto Bolaño
No había que traer hijos a un mundo como éste. No había que perpetuar el sufrimiento, ni acrecentar el número de animales lujuriosos, carentes de emociones duraderas, que sólo se movían, que iban de aquí para allá, llevados por sus caprichos y por sus vanidades.
Virginia Woolf
El abrazo continuó, se hizo pura energía, vasos comunicantes de sentimientos que iban y venían en un flujo armónico aunque intempestivo. Un millón de escenas, imágenes, palabras y momentos desfiló por sus cabezas, resumiendo una vida en común.
Jordi Sierra i Fabra
(Cuando iban los coches detrás del Safety Car en fila) "Esto parece el tour de Francia.
Antonio Lobato
Iban a cultivar un huerto estéril, un huerto muerto, pero ¿cómo podían saberlo su nunca habían salido de Tenochtitlan?
Jordi Soler
Era lo que tenían los pensamientos. Se pensaban a sí mismos y luego iban cayendo en la mente con la esperanza de que se opinara como ellos.
Terry Pratchett
Haber rozado la muerte no quebrantaba mi convicción no formulada de ser una divinidad. ¿Por qué los dioses iban a ser inmortales? ¿En qué medida podía acaso la inmortalidad convertir a alguien en menos divino? ¿Acaso es menos sublime la peonía por el hecho de marchitarse?
Amélie Nothomb
Anoche cuando dormía
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazòn.
Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazòn;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que un sol ardiente lucía
dentro de mi corazòn.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazòn.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazòn.
Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazòn;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que un sol ardiente lucía
dentro de mi corazòn.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazòn.
Antonio Machado
No quería hablar de eso y, cuando salía el tema, decía que se trataba de un absceso y fingía sentirse bien. ?Y, usted, tío, ¿cree que eso no era? normal? ?preguntó Stefan en voz baja sin presentir la ira que iban a provocar sus palabras. ?¡Normal! ¡Anormal! ¡Pero qué estás diciendo, pedazo de idiota! ¡Qué sabrás tú! Un moribundo normal, mira qué cosa? ¡normal! Como no podía arrancarse el cáncer del cuerpo, se lo arrancó de su memoria. Se mentía a sí mismo, se obligó a creer su propia verdad, obligó a los demás a creer, ¡yo qué sé qué era verdad y qué no! Que se encontraba mejor lo decía cada vez con voz más baja y cada vez lloraba más a menudo.
Stanislaw Jerzy Lec
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.
Federico GarcÃa Lorca
Un caso muy común
Doña Chila Monti ya tenía unos cuantos años y estaba más cerca del arpa que de la guitarra. Bien lo sabía su hijo Horacio, pero se pegó tremendo susto cuando la vio como la vio: las manos tembleques, los ojos salidos, las piernas flojas que no podían caminar... ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?, preguntó el hijo. Y la madre con un resto de voz, la poca voz que le quedaba, alcanzó a musitar: ?Me robaron?. El hijo quiso saber qué cosas le habían robado. Y ahí ella pegó un salto y resucitó, furiosa, indignadísima, ?Vos bien sabés que no tengo nada yo, ¿Qué cosas me iban a robar? ¡Ninguna! Cómo se te ocurre semejante barbaridad...¿Tengo cosas yo? Bien sabe Dios que cuando me llegue la hora subiré sin nada...? Bueno, bueno, dijo Horacio, pero si decís que te robaron... ?Sí, me robaron? ¿Y qué se llevaron? ?Las ideas?.
Doña Chila Monti ya tenía unos cuantos años y estaba más cerca del arpa que de la guitarra. Bien lo sabía su hijo Horacio, pero se pegó tremendo susto cuando la vio como la vio: las manos tembleques, los ojos salidos, las piernas flojas que no podían caminar... ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?, preguntó el hijo. Y la madre con un resto de voz, la poca voz que le quedaba, alcanzó a musitar: ?Me robaron?. El hijo quiso saber qué cosas le habían robado. Y ahí ella pegó un salto y resucitó, furiosa, indignadísima, ?Vos bien sabés que no tengo nada yo, ¿Qué cosas me iban a robar? ¡Ninguna! Cómo se te ocurre semejante barbaridad...¿Tengo cosas yo? Bien sabe Dios que cuando me llegue la hora subiré sin nada...? Bueno, bueno, dijo Horacio, pero si decís que te robaron... ?Sí, me robaron? ¿Y qué se llevaron? ?Las ideas?.
Eduardo Galeano