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Marido ( 2 )

Marido. Encuentra docenas de marido con fotos para copiar y compartir.


En un marido no hay más que un hombre; en una mujer casada hay un hombre, un padre, una madre y una mujer


Honoré de Balzac


... el beso pierde todo su valor y significación. Es lo que acontece con el beso de uso doméstico, cambiado entre cónyuges, que sirve a marido y mujer para limpiar la boca a modo de servilleta, y suena como un buen provecho al levantarse de la mesa.


Soren Kierkegaard




El metro de la Ciudad de México es mío, me lo regalo mi marido Alex Berger


María Félix


Riqueza ? Cualquier salario que sea por lo menos $100 dólares más al año que el salario del marido de la hermana de nuestra esposa


Henry Louis Mencken


Apenas han encontrado marido, se convierten en máquinas de fabricar niños, en perpetua adoración por el fabricante.


Stendhal


Ayer aun hubiera dado toda mi sangre por oír un sí... ¿Por qué razón no soy ya completamente feliz? ¡Ah! Existe entre ella y entre mí un obstáculo en que se estrellan a la vez todas mis esperanzas. Dice que me ama, pero pertenece toda a su marido.


Mariano José de Larra




Si una mujer se vuelve a casar al quedarse viuda, odiaba a su primer marido; si un hombre se casa por segunda vez, adoraba a su primera esposa.


Oscar Wilde


El novio cree que su novia gusta más a los otros de lo que les gusta en realidad; el marido cree que su mujer gusta menos a los otros de lo que les gusta en realidad.


Noel Clarasó


El verdadero momento en que una mujer deja de querer a su marido no es cuando se decide a engañarlo, sino cuando él se entera del engaño, porque detruye el encanto de engañarle.


Jacinto Benavente




Hay mujeres admirables, acostumbradas a pensar. Damas inteligentes, libres de espíritu, que se sitúan por encima de los prejuicios y combinan el alma fuerte de los hombres con la sensibilidad de su sexo. ?Eso es muy cierto. Quizá por eso, las mujeres de talento aman más tiernamente a sus viejos amigos que a sus jóvenes amantes... Ellas pueden engañar a veces al marido o al amante, pero nunca al amigo.


Arturo Pérez-Reverte


Nunnally Johnson tiene una cita con el matrimonio en No estamos Casados, en el cine Roxy, y todos acabamos pasando un buen rato... Con David Wayne y Marilyn Monroe (que tiene el aspecto de haber sido creada por Miguel Ángel), todo ello se convierte en una excusa para que un marido harto de ser esclavo de la cocina pida a su esposa que abandone su ajetreada carrera en busca de títulos de belleza y vuelva al hogar.


Marilyn Monroe


»En verdad, querida, me molestáis sin tasa y compasión; diríase, al oíros suspirar, que padecéis más que las espigadoras sexagenarias y las viejas pordioseras que van recogiendo mendrugos de pan a las puertas de las tabernas.
»Si vuestros suspiros expresaran siquiera remordimiento, algún honor os harían; pero no traducen sino la saciedad del bienestar y el agobio del descanso. Y, además, no cesáis de verteros en palabras inútiles: ¡Quiéreme! ¡Lo necesito «tanto»! ¡Consuélame por aquí, acaríciame por «allá»! Mirad: voy a intentar curaros; quizá por dos sueldos encontremos el modo, en mitad de una fiesta y sin alejarnos mucho.
»Contemplemos bien, os lo ruego, esta sólida jaula de hierro tras de la cual se agita, aullando como un condenado, sacudiendo los barrotes como un orangután exasperado por el destierro, imitando a la perfección ya los brincos circulares del tigre, ya los estúpidos balanceos del oso blanco, ese monstruo hirsuto cuya forma imita asaz vagamente la vuestra.
»Ese monstruo es un animal de aquéllos a quienes se suelen llamar ?¡ángel mío!?, es decir, una mujer. El monstruo aquél, el que grita a voz en cuello, con un garrote en la mano, es su marido. Ha encadenado a su mujer legítima como a un animal, y la va enseñando por las barriadas, los días de feria, con licencia de los magistrados; no faltaba más.
¡Fijaos bien! Veis con qué veracidad ?¡acaso no simulada!? destroza conejos vivos y volátiles chillones, que su cornac le arroja. ?Vaya ?dice éste?, no hay que comérselo todo en un día?; y tras las prudentes palabras le arranca cruelmente la presa, dejando un instante prendida la madeja de los desperdicios a los dientes de la bestia feroz, quiero decir de la mujer.


Charles Baudelaire


Pasamos por delante de la catedral. La niebla cubre otra vez la ciudad y todo parece una película de terror. Me imagino que Marianne está esperándome en algún rincón con un puñal, como en los tiempos en que Ginebra era una ciudad medieval, en constante lucha con los franceses. Ni el frío ni la caminata me calman. Cogemos el coche y, al llegar a casa, me voy directamente a la habitación y me trago dos pastillas de Valium, mientras mi marido le paga a la niñera y mete a los niños en la cama. Duermo diez horas seguidas. Al día siguiente, cuando me levanto para seguir la rutina matinal, empiezo a pensar que mi marido está un poco menos cariñoso. Es un cambio casi imperceptible, pero hay algo que ayer lo hizo sentirse incómodo. No sé muy bien qué hacer, nunca me había tomado dos tranquilizantes a la vez. Estoy en una especie de letargo que no se parece en nada al que


Paulo Coelho




Cuando se franquea cierto límite de respeto al varón, la mujer puede llegar a decir a su marido cosas increíbles.


Horacio Quiroga


Clara no volvió a hablar a su marido nunca más en su vida.


Isabel Allende


Me dan una pena tremenda las mujeres que tienen un solo marido, porque sólo tendrán un recuerdo.


Ray Loriga


marido? ?Soy viuda. ?Será de un fantasma encarnado, porque los otros días yo vi a Peyo caminando por la Plaza ?interrumpió otra de las comadronas que esperaban en la oficina. ?Para lo que sirve, mejor darlo por muerto ?respondió la comadrona que entrevistaba. Rieron ambas.


Mayra Santos-Febres


Él no quería hijos y Patricia no quería un marido: a veces es más fácil saber lo que no se quiere.


Cristina Peri Rossi


Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.

De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesionales poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.

Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.


Sylvia Plath


Gabriel se había hecho reembolsar el pasaje de regreso para quedarse en París, vendiendo los periódicos atrasados y las botellas vacías que las camareras sacaban de un hotel lúgubre de la calle Dauphine. Aureliano podía imaginarlo entonces con un suéter de cuello alto que sólo se quitaba cuando las terrazas de Montparnasse se llenaban de enamorados primaverales, y durmiendo de día y escribiendo de noche para confundir el hambre, en el cuarto oloroso a espuma de coliflores hervidas donde había de morir Rocamadour. Sin embargo, sus noticias se fueron haciendo poco a poco tan inciertas, y tan esporádicas y melancólicas las cartas del sabio, que Aureliano se acostumbró a pensar en ellos como Amaranta Úrsula pensaba en su marido, y ambos quedaron flotando en un universo vacío, donde la única realidad cotidiana y eterna era el amor. Cap. 20, Cien Años de Soledad


Gabriel García Márquez


Relato recibido de Rhonda y Bob Baines De: Rhonda y Bob Baines Para: T. Harv Eker Asunto: ¡Nos sentimos libres! Fuimos al Mente Millonaria Intensivo sin saber realmente lo que podíamos esperar. Quedamos muy impresionados con los resultados. Antes de asistir al seminario estábamos teniendo muchos problemas de dinero. Parecía que nunca progresábamos. Continuamente estábamos endeudados y no sabíamos por qué. Liquidábamos los gastos de nuestras tarjetas de crédito (por lo general, con el dinero de una bonificación grande obtenida en el trabajo) sólo para volver a endeudarnos al cabo de seis meses. No importaba cuánto dinero ganásemos. Estábamos muy frustrados y discutíamos mucho. Entonces asistimos al Mente Millonaria. Mientras te escuchábamos, mi marido y yo no dejábamos de apretarnos mutuamente la pierna y de sonreír y mirarnos. Oímos una gran cantidad de información que nos hacía decir: «No me extraña», «Ah, es por eso», «Ahora todo tiene sentido». Estábamos muy emocionados. Aprendimos lo distinto que pensamos él y yo en lo referente al dinero; él gastaba y yo ahorraba: ¡qué horrible combinación! Después de oír la información, dejamos de culparnos uno al otro, empezamos a comprendernos mutuamente y, a la larga, comenzamos a apreciarnos y amarnos más. Ha pasado casi un año y seguimos sin discutir por el dinero: sólo hablamos de lo que aprendimos. Ya no estamos endeudados; de hecho, tenemos dinero ahorrado, por primera vez en dieciséis años: ¡sí! Ahora no sólo tenemos dinero para nuestro futuro, sino que también tenemos el suficiente para nuestros gastos normales de cada día, para juegos, educación, ahorros a largo plazo para una casa, e incluso para compartir y dar. Es una sensación maravillosa saber que podemos emplear dinero en esas áreas y no sentirnos culpables por haberlo destinado y dedicado a esos fines. Nos sentimos libres. Muchas gracias, Harv.


T. Harv Eker


Más que el hombre, en el divorcio, es víctima la mujer. Él, aún si tiene cincuenta años, especialmente si está bien provisto de dinero, encuentra fácilmente una mujer joven, agradable, con la cual "rehacerse la vida". ¿Pero ella? Especialmente si está un poco estropeada, porque ha dado todo al marido, al trabajo, a los hijos, ¿quién la quiere? Hela aquí arrojada a la basura como un limón exprimido, destinada casi siempre o a una soledad llena de tristeza o a una vida de costumbres no buenas.?.


Juan Pablo I


Yo no soy entendida en política ni economista. Soy simplemente una mujer que padeció, que perdió a su marido, a sus padres, a sus hijos y a sus amigos. Yo sé que el mundo tendrá que compartir colectivamente la responsabilidad. Los alemanes pecaron criminalmente, pero lo mismo hicieron las demás naciones aunque sólo sea por negarse a creer y a afanarse día y noche en salvar a los desventurados y desposeídos, por cuantos medios estuviesen a su alcance. Sé que si la gente de todo el mundo se propone que de ahora en adelante reine una justicia indivisible y que no haya más Hitlers, algos se conseguirá. Indudablemente, todos aquellos cuyas manos se hayan manchado con sangre nuestra, bien sea directa bien indirectamente, tienen que pagar por los crímenes que han cometido, lo mismo si son hombres que si son mujeres.


Olga Lengyel


El amor de la mujer, en la ropa del marido se echa a ver.


Refrán


Cuando las mujeres dicen que a su marido se les ha enfriado la pasión en realidad es que están cansados de que sus iniciativas sean constantemente rechazadas.




Me gustaría morir a los 104 años, completamente sano, asesinado por un marido que me acabara de pillar, in fraganti, con su joven esposa.


Billy Wilder




En el marido prudencia, en la mujer paciencia.


Refrán


La mujer con su marido, en el campo tiene abrigo.


Refrán


Cuanto más quiere una mujer a su marido, más corrije sus defectos.


Proverbio Chino


Cuando caía la noche, él mismo introducía por la puerta de la calle a mujeres de toda condición, y en las estancias abaciales tenían lugar los más exquisitos banquetes. Como Hudson confesaba, había corrompido a todas aquellas parroquianas que merecían la pena. Entre ellas había una joven pastelera que escandalizaba al barrio con su coquetería y desenfado; Hudson, que no podía visitarla en su casa, la encerró en su serrallo. Esa especie de rapto levantó las sospechas de los padres y del marido. Fueron a visitarle. Hudson les recibió con aspecto consternado. Mientras aquella pobre gente exponía el problema, sonó la campana; eran las seis de la tarde: Hudson requirió silencio, se quitó el bonete, se levantó, se persignó con gestos ampulosos y recitó con tonos dulces y místicos: ‘Angelus Domini nuntiavit Mariae...’. Al bajar por la escalera, hacia la salida, el padre y los hermanos de la pastelera, avergonzados de sus sospechas, le decían al marido: ‘Hijo, eres un bobo… ¿No te da vergüenza? ¡Cómo rezaba el Angelus! ¡Es un santo!.


Denis Diderot


Una mujer sensible debería ser guiada por su cabeza cuando busque un marido y por su corazón cuando busque un amante.


Anne De Lenclós


Al marido, amarle como amigo, y tenerle como enemigo.


Refrán


Hasta que el marido no entiende absolutamente todas las palabras que su mujer no ha dicho, no estará realmente casado.


Alfred Hitchcock


No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en silencio.


San Pablo


Las lágrimas son inútiles, a menos que esté el marido presente para verlas derramar.


Hilda Owlsley


Égloga Iv

Muchacha: Ya sonó el despertador.
Parece
que amanece.
Tu marido no tardará en llegar
y si me encuentra...

Ya -terrones de azúcar- las estrellas
disuélvense en la leche matinal;
ya renace la vida pueblerina;
ya los gallos comienzan a cantar...

Oigo mugir un buey en la barranca.

Muchacha, tu marido
no tardará en llegar...

De "El aula" 1929


Renato Leduc


Como Desde Hace Años...

Como desde hace años me detestabas
porque a tu real saber y entender yo había sido
el mal marido de una amiga tuya
me elegiste para hacerme decir de tu marido
cosa que repetiste al inventarla
que yo había dicho de él, entre amigos comunes
en una casa precisa
"es un perfecto mediocre"
se te ocurrió darle esa aguja en el costado
celebro aquí esta gran precisión
de la perversidad femenina
Así compenso mis excesos en gloria y alabanza
de las mujeres
Me gustaría escuchar tu versión de los hechos algún día
pero naturalmente más allá de la muerte .


Enrique Lihn


Argent Vivo

¡Qué vida más tranquila parece llevar mi familia!
-pensó Gregorio
Franz Kafka

La voluntad y los apetitos... ah!
Edmund Burke

¿Lo recuerdas? Tuvimos
la Luna en la palma de la mano.
Nunca otra vez la música
de aquel tambalillo de la playa
volverá a hacernos bailar,
ni, sin que nosotros lo escuchemos,
a crujir el mundo volverá.
Volverá tu marido, no es mal tipo,
en su jardín tu aburrimiento a colgar,
y el calorcillo que alumbra entre tus muslos
¿a quién llamará?
Quizá otros brazos y otros besos
profundamente sentirás,
y tu marido y yo quizá acabemos
bebiendo solitarios en un bar,
haciéndonos amigos; como es lógico
evocarte nos unirá.
Pero recuerda, como yo te he leído a Scott Fitzgerald
nadie te lo leerá.


José María Álvarez


El éxito, de Niña a Madre
Yuyún 07-05-10

Cuando la vi por primera vez.
Me cautivo su inmensa belleza.
Me obsesione en conocerla.
Persevere y lo pude alcanzar.

Éramos muy joven, los dos, aun.
Yo avispado, ella muy tierna.
Sentía en mi corazón, variar
entre el impulso y la etiqueta.

Dentro mis entrañas entendí.
Que ellas, se concibió, solo para mí.
Como águila, mi amor observe,
hasta ser correspondido y lo logre.

El día de mi boda, mi re-comienzo fue,
Pues no hicimos marido y mujer.
Mi vida se divide entre antes
Y después, del día, en que me case.

Superado tal acontecimiento, solo
por la bendición de nuestros vástagos.
Que catapulto el amor y el deseo,
A niveles nunca por mi sospechados.

Me disfrute, su hermosa preñez.
Que bella, deliciosa, deseada,
siempre mi amada esposa es.
Le cogí el gustito hasta 5, y ahí pare.

Ahora, blanqueada ya mi cabeza
Entendí, que no era solo para mí.
Su capacidad de amar es inmensa.
Sus hijos y nietos son, su gran evidencia.

No es sumisa, escoge sus luchas.
El éxito estriba en sus prioridades.
De cuna lo trae, esa es su dicha.
En eso estriba, su éxito de ser Madre.

Característica de familia, las prioridades.
Que por herencia, transmite el gen
Dominante, a su descendencia fiel.
Ahí estriba el éxito, de tú ser, Madre.


jar


se ke con otro eres kasada pero yo soy tu marido,si amarnos es un deelito ke dios nos mande el kstigo


carlos de jesus