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Garci Rodríguez de Montalvo: ¡Ay, traidor, enemigo mío!, ...

¡Ay, traidor, enemigo mío!, aína mueras de mala muerte por esto que me haces en así me querer deshonrar, de mí no recibiendo daño.

Garci Rodríguez de Montalvo

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Como dijo una vez Mussolini 'La multitud no tiene que conocer; tiene que creer'. En referencia a la ecclesia fascista de creyentes y militantes, explicaba que 'es la fe lo que mueve montaÃ±as porque produce la ilusiÃ³n de las montaÃ±as moviÃ©ndose. La ilusiÃ³n es, quizÃ¡s, la Ãºnica realidad de la vida'. Lo que unÃa a los fascistas no era una doctrina sino una actitud, una experiencia en la fe, que se concretizaba en el mito de una nueva 'religiÃ³n de la naciÃ³n'.

Todas las chicas tienen el corazÃ³n roto. Las carreteras estÃ¡n atascadas durante el fin de semana. Todo el mundo quiere estar lejos de donde ha nacido. Al menos el viernes por la noche. Los bares ya no dan dos por una y en esta ciudad tienes que ganar mucho para poder beber en el centro. Los camareros han enterrado sus sonrisas porque es viernes por la noche y la gente coge todo lo que brilla. Con o sin permiso. Las niÃ±as bonitas siempre son las que estÃ¡n mÃ¡s tristes porque saben que hay mÃ¡s tipos dispuestos a hacerles daÃ±o. Las niÃ±as feas se dejan ir y bailan toda la noche solas, o unas con otras y no tienen suerte ni atrayendo las desgracias. Los tÃos con coche juegan con los dados trucados y los que tienen dinero nos estÃ¡n viendo a todos las cartas. Las madres no duermen en toda la noche porque saben que duele pero tambiÃ©n saben que no hay nada mejor y no acaban de decidir quÃ© es lo mÃ¡s peligroso. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.

SÃ© que no puedo esperar que estÃ©s siempre sola, lo Ãºnico que te pido es que no te lo creas todo. No te fÃes de los anillos de oro, ni de las carrozas de plata.

Todos mentimos bien los viernes por la noche.

Cuando miro tu rostro, quisiera dejarme llevar y compartir tu locura, que llevo dentro de mÃ como un secreto y no puedo seguir disimulando. Siento una aguda y pavorosa alegrÃa. Es la alegrÃa que se siente cuando se ha aceptado la muerte y la desintegraciÃ³n, una alegrÃa mÃ¡s terrible y mÃ¡s profunda que la alegrÃa de vivir, de crear

a ti tambiÃ©n, en otras playas de oro,
te aguarda incorruptible tu tesoro:
la vasta y vaga y necesaria muerte.