Poesias cortas de primavera ( 2 )
Poesias cortas de primavera. Encuentra docenas de poesias cortas de primavera con fotos para copiar y compartir.
Dime más cosas bonitas.
?Me gustas, Midori.
?¿Cuánto?
?Me gustas como un oso en primavera.
?¿«Un oso en primavera»? ?Midori volvió a levantar la cabeza?. ¿Qué es esto? ¡«Un oso en primavera»!
?Imagina que paseas sola por un prado y se te acerca un osito cn la piel aterciopelada y unos ojazos. De pronto el osito te dice: «¡Buenos fías señorita! ¿Quiere usted rodar conmigo?» Entonces tú y el osito os pasais el día entero rodando abrazados por una ladera sembrada de tréboles. Es bonito, ¿no?
?Muy bonito.
?Pues a mi me gustas tanto como eso.
?Me gustas, Midori.
?¿Cuánto?
?Me gustas como un oso en primavera.
?¿«Un oso en primavera»? ?Midori volvió a levantar la cabeza?. ¿Qué es esto? ¡«Un oso en primavera»!
?Imagina que paseas sola por un prado y se te acerca un osito cn la piel aterciopelada y unos ojazos. De pronto el osito te dice: «¡Buenos fías señorita! ¿Quiere usted rodar conmigo?» Entonces tú y el osito os pasais el día entero rodando abrazados por una ladera sembrada de tréboles. Es bonito, ¿no?
?Muy bonito.
?Pues a mi me gustas tanto como eso.
Haruki Murakami
Y mañana, cuando tu primavera se derrumbe como la arquitectura de una flor, cuando te huyan todas las miradas y se te nieguen todas las sonrisas; cuando las noches alegres te vuelvan sus espaldas, y a puntapiés la música te arroje de su loco reinado; entonces volverás al suburbio, y será en una tarde con olor de aguas muertas, y el eco de tus pasos en la calle despertará recuerdos y exaltará fantasmas. Y cuando al fin descienda la lluvia de tus ojos una voz de muchacha cantará en algún patio:
Cascabel, cascabelito,
ríe, ríe y no llores
Cascabel, cascabelito,
ríe, ríe y no llores
Leopoldo Marechal
Dentro de aquella casa con las persianas cerradas, sentí un odio profundo hacia la primavera. Odié todo lo que me había traído, odié el dolor sordo que sentía en mi interior. Era la primera vez en mi vida que odiaba algo con tanta intensidad.
Haruki Murakami
Soneto Marinero
Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.
Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.
Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.
Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.
Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.
Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.
Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
Meira Delmar
Domingo
Domingo, flor de luz, casi increíble
día. Bajas sobre la tierra
como un ángel inútil y dorado.
Besas
a las muchachas
de turbia cabellera,
vistes de azul marino
a los hombres que te aman, y dejas
en las manos del niño
un aro de madera
o una simple esperanza. Repartes
golondrinas, globos de primavera,
te subes a las torres
y giras las veletas
oxidadas. Tu viento agita faldas
de colores, estremece banderas,
lleva lejos canciones
y sonrisas, llena
las estancias de polvo plateado.
Los árboles esperan
tu llegada
para cubrirse de gorriones. Sabe más fresca
el agua de las fuentes.
Las campanas dispersan
palomas imprevistas
que vuelan
de otro modo.
No hay nadie que no sepa
que es domingo,
domingo.
Tu presencia
de espuma lava,
eleva,
hace flotar las cosas y los seres
en un nítido cielo que no era
-el lunes- de verdad:
apenas desteñido papel, vidrio olvidado,
polvo tedioso sobre las aceras.
Domingo, flor de luz, casi increíble
día. Bajas sobre la tierra
como un ángel inútil y dorado.
Besas
a las muchachas
de turbia cabellera,
vistes de azul marino
a los hombres que te aman, y dejas
en las manos del niño
un aro de madera
o una simple esperanza. Repartes
golondrinas, globos de primavera,
te subes a las torres
y giras las veletas
oxidadas. Tu viento agita faldas
de colores, estremece banderas,
lleva lejos canciones
y sonrisas, llena
las estancias de polvo plateado.
Los árboles esperan
tu llegada
para cubrirse de gorriones. Sabe más fresca
el agua de las fuentes.
Las campanas dispersan
palomas imprevistas
que vuelan
de otro modo.
No hay nadie que no sepa
que es domingo,
domingo.
Tu presencia
de espuma lava,
eleva,
hace flotar las cosas y los seres
en un nítido cielo que no era
-el lunes- de verdad:
apenas desteñido papel, vidrio olvidado,
polvo tedioso sobre las aceras.
Ãngel González
Quise
A Susana Rivera
Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.
A Susana Rivera
Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.
Ãngel González
Carta de Roma
Te escribo, amor, desde la primavera.
Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.
La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.
Los árboles repiten siete veces
la música del viento en las colinas,
y el húmedo llamado de las fuentes
guía mis pasos.
Más bella que en el aire
una rota columna hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.
Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiempo,
asomada a los puentes Roma busca
su imagen sobre el Tevere,
y en vez del nombre suyo ve que tiembla
tu nombre, amor, en el rodante espejo.
Te escribo, amor, desde la primavera.
Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.
La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.
Los árboles repiten siete veces
la música del viento en las colinas,
y el húmedo llamado de las fuentes
guía mis pasos.
Más bella que en el aire
una rota columna hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.
Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiempo,
asomada a los puentes Roma busca
su imagen sobre el Tevere,
y en vez del nombre suyo ve que tiembla
tu nombre, amor, en el rodante espejo.
Meira Delmar
Algo En Mi Sangre Espera Todavía...
Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.
Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.
Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.
De "Primavera de la muerte" 1946
Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.
Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.
Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.
De "Primavera de la muerte" 1946
Carlos Bousoño
A Florinda En Invierno
Al hombre mozo que te habló de amores
dijiste ayer, Florinda, que volviera,
porque en las manos te sobraban flores
para reírte de la Primavera.
Llegó el Otoño: cama y cobertores
te dio en su deshojar la enredadera
y vino el hombre que te habló de amores
y nuevamente le dijiste: -Espera.
Y ahora esperas tú, visión remota,
campiña gris, empalizada rota,
ya sin calor el póstumo retoño
que te dejó la enredadera trunca,
porque cuando el amor viene en Otoño,
si le dejamos ir no vuelve nunca.
Al hombre mozo que te habló de amores
dijiste ayer, Florinda, que volviera,
porque en las manos te sobraban flores
para reírte de la Primavera.
Llegó el Otoño: cama y cobertores
te dio en su deshojar la enredadera
y vino el hombre que te habló de amores
y nuevamente le dijiste: -Espera.
Y ahora esperas tú, visión remota,
campiña gris, empalizada rota,
ya sin calor el póstumo retoño
que te dejó la enredadera trunca,
porque cuando el amor viene en Otoño,
si le dejamos ir no vuelve nunca.
Andrés Eloy Blanco
Veo A Diario Tu Casa
Veo a diario tu casa que, encendida
con ese sol, ya casi en primavera,
es la rosa del día más primera
por donde tú apareces a la vida.
Así mi corazón, casa dormida,
tiembla bajo tu sol, y no quisiera
más ventanas de amor, ni más espera
que la de hallarse en tu estación florida.
Veo a tu casa en la alta noche ahora,
la nieve de la luna con las hiedras
de la sombra escalando el muro frío,
como mi corazón, también, que añora
tantos días sin sol sobre sus piedras,
tantas noches sin ti en el pecho mío.
Veo a diario tu casa que, encendida
con ese sol, ya casi en primavera,
es la rosa del día más primera
por donde tú apareces a la vida.
Así mi corazón, casa dormida,
tiembla bajo tu sol, y no quisiera
más ventanas de amor, ni más espera
que la de hallarse en tu estación florida.
Veo a tu casa en la alta noche ahora,
la nieve de la luna con las hiedras
de la sombra escalando el muro frío,
como mi corazón, también, que añora
tantos días sin sol sobre sus piedras,
tantas noches sin ti en el pecho mío.
José GarcÃa Nieto
Sábados
Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo,
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
la tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre, la multitud de tu hermosura.
A despecho de tu desamor
tu hermosura
prodiga su milagro por el tiempo.
Está en ti la ventura
como la primavera en el hoja nueva.
Ya casi no soy nadie,
soy tan solo ese anhelo
que se pierde en la tarde.
En ti está la delicia
como está la crueldad en las espadas.
Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo,
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
la tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre, la multitud de tu hermosura.
A despecho de tu desamor
tu hermosura
prodiga su milagro por el tiempo.
Está en ti la ventura
como la primavera en el hoja nueva.
Ya casi no soy nadie,
soy tan solo ese anhelo
que se pierde en la tarde.
En ti está la delicia
como está la crueldad en las espadas.
Jorge Luis Borges
Una Mujer En La Escalera
Escalón a escalón, una cansada
mujer asciende como si del centro
de la tierra subiera. De allá adentro
honda sombra retiene la mirada.
Implacable le impone la escalera
su destino de tramos sucesivos.
Muertos ahora parecen los que vivos
deseos fueron de la primavera.
Al mirarla subir tan abatida,
me pareció la imagen de la vida
resignada, y haciéndose la fuerte.
Mas sin embargo esta mujer está subiendo
la escalera infinita, ahora comprendo
que es la imagen segura de la muerte.
Escalón a escalón, una cansada
mujer asciende como si del centro
de la tierra subiera. De allá adentro
honda sombra retiene la mirada.
Implacable le impone la escalera
su destino de tramos sucesivos.
Muertos ahora parecen los que vivos
deseos fueron de la primavera.
Al mirarla subir tan abatida,
me pareció la imagen de la vida
resignada, y haciéndose la fuerte.
Mas sin embargo esta mujer está subiendo
la escalera infinita, ahora comprendo
que es la imagen segura de la muerte.
Leopoldo de Luis
Yo Fui
Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.
He sido.
Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.
He sido.
Luis Cernuda
Canción Lejana
Y yo también como la tarde
toda me tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Iluminada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.
Tú me querrás inmensamente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.
Después será la enamorada sonrisa,
el beso, la memoria llena de ti, maravillada.
Y el gozo azul de estar contigo
fuera del tiempo, sin palabras.
De golondrina en golondrina
nos llegará la primavera
de la mirada pensativa.
Y un mismo cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.
Y yo también como la tarde
toda me tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Iluminada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.
Tú me querrás inmensamente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.
Después será la enamorada sonrisa,
el beso, la memoria llena de ti, maravillada.
Y el gozo azul de estar contigo
fuera del tiempo, sin palabras.
De golondrina en golondrina
nos llegará la primavera
de la mirada pensativa.
Y un mismo cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.
Meira Delmar
Última Primavera
La luz bajaba desde la colina.
El sonido de un tren, un paso que he perdido.
Juventud, herida de otro tiempo,
te alejas soñolienta
como una verde lámpara sepultada en la noche...
Algo silencioso
estaba junto a mí. La lluvia
penetraba los techos perfumados.
Juventud, perdiste tu campana antigua,
tu yelmo mágico,
tu vara transparente.
Ésta es mi habitación. Ésta tu llama.
Éste el vestido. Ésta tu cintura.
«Tu nombre», dijiste, «se ha perdido en la sombra.
Búscalo más allá, detrás de las colinas».
Era yo el que cantaba.
Nadie ha de saciar nuestro encuentro perdido.
Me perdí en el bosque. Partiste a los canales.
La luz bajaba desde la colina.
La luz bajaba desde la colina.
El sonido de un tren, un paso que he perdido.
Juventud, herida de otro tiempo,
te alejas soñolienta
como una verde lámpara sepultada en la noche...
Algo silencioso
estaba junto a mí. La lluvia
penetraba los techos perfumados.
Juventud, perdiste tu campana antigua,
tu yelmo mágico,
tu vara transparente.
Ésta es mi habitación. Ésta tu llama.
Éste el vestido. Ésta tu cintura.
«Tu nombre», dijiste, «se ha perdido en la sombra.
Búscalo más allá, detrás de las colinas».
Era yo el que cantaba.
Nadie ha de saciar nuestro encuentro perdido.
Me perdí en el bosque. Partiste a los canales.
La luz bajaba desde la colina.
Miguel Arteche
La Vida En Juego
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
Ãngel González
Sin fecha, para mami
Desahógate madre querida
al otro lado ya tu estas.
Ahora puedes ver la vida
sin esa catarata mortal.
Te encuentras junto a Papi,
y con Abuela por la eternidad.
Ellos te hablaron claro siempre.
¿Lo corroborase, ya mama?
Cuentan que haya en el cielo
Solo, primavera hay nada más.
Aquí cosechando los frutos,
que ha sembrado cada cual.
Ya el mana no cae del cielo.
yo lo sabía, algún tiempo ya
mojarse para comer pescao ,
o vegetariano tú serás.
Gracias, el trabajo culminaste.
Agradecido, realizado estoy,
a trabajar tú me enseñaste,
lo del mana ya se acabo.
Si te dejan enviar mensajes
desde el cielo para acá.
Acuérdate de la vaquera
Que al zozobrar ella esta.
Cuando yo te acompañe
En el cielo, donde papi esta,
en los detalles de lo eterno
Mami una experta, tu seras.
Desahógate madre querida
al otro lado ya tu estas.
Ahora puedes ver la vida
sin esa catarata mortal.
Te encuentras junto a Papi,
y con Abuela por la eternidad.
Ellos te hablaron claro siempre.
¿Lo corroborase, ya mama?
Cuentan que haya en el cielo
Solo, primavera hay nada más.
Aquí cosechando los frutos,
que ha sembrado cada cual.
Ya el mana no cae del cielo.
yo lo sabía, algún tiempo ya
mojarse para comer pescao ,
o vegetariano tú serás.
Gracias, el trabajo culminaste.
Agradecido, realizado estoy,
a trabajar tú me enseñaste,
lo del mana ya se acabo.
Si te dejan enviar mensajes
desde el cielo para acá.
Acuérdate de la vaquera
Que al zozobrar ella esta.
Cuando yo te acompañe
En el cielo, donde papi esta,
en los detalles de lo eterno
Mami una experta, tu seras.
Yuyún
Una tarde de febrero!!!
Llegastes a mi vida, en medio de la oscuridad que mi corazon albergaba,solo bastaron pocos segundos para darme cuenta que eras la luz que tanto anhelaba...paso lo imaginable y lo completamente ilogico...ERAS TU!!!Brindandome confianza,sinceridad y una pisca de amor...Grandes detalles que hicieron de mi invierno una primavera...
Llegastes a mi vida, en medio de la oscuridad que mi corazon albergaba,solo bastaron pocos segundos para darme cuenta que eras la luz que tanto anhelaba...paso lo imaginable y lo completamente ilogico...ERAS TU!!!Brindandome confianza,sinceridad y una pisca de amor...Grandes detalles que hicieron de mi invierno una primavera...
t e t e
Tus promesas que me daban aliento
ya no están...te dejo libre al paso del viento
que eslabona y trae su símil
...primavera amada...nueva amada
nuevas promesas,tal vez duraderas.
ya no están...te dejo libre al paso del viento
que eslabona y trae su símil
...primavera amada...nueva amada
nuevas promesas,tal vez duraderas.
Miguel Visurraga Sosa
La Compañera
A Cintio Vitier
A veces se la encuentra
en mitad del camino de la vida
y ya todo está bien. No importa nada.
No importa el ruido, ni la ciudad, ni la máquina.
No te importa. La llevas de la mano,
compañera tan fiel como la muerte,
y así va con el tren como el paisaje,
en el aire de abril como la primavera,
como la mar junto a los pinos,
junto a la loma como está la palma,
o el chopo junto al río,
o aquellos arrayanes junto al agua.
No importa. Como todo lo que une
y completa. Junto a la sed el agua,
y al dolor el olvido. El fuego con la fragua,
la flor y la hoja verde,
y el mar azul y la espuma blanca.
La niña pequeñita
con el brazo de amor que la llevaba,
y el ciego con su perro lazarillo,
y el Tormes junto a Salamanca.
Lo uno con lo otro tan cerrado
que se completa la mitad que falta.
Y el cielo con la tierra.
Y el cuerpo con el alma.
Y tú, por fin, para decirlo pronto,
mi soledad, en Dios transfigurada.
A Cintio Vitier
A veces se la encuentra
en mitad del camino de la vida
y ya todo está bien. No importa nada.
No importa el ruido, ni la ciudad, ni la máquina.
No te importa. La llevas de la mano,
compañera tan fiel como la muerte,
y así va con el tren como el paisaje,
en el aire de abril como la primavera,
como la mar junto a los pinos,
junto a la loma como está la palma,
o el chopo junto al río,
o aquellos arrayanes junto al agua.
No importa. Como todo lo que une
y completa. Junto a la sed el agua,
y al dolor el olvido. El fuego con la fragua,
la flor y la hoja verde,
y el mar azul y la espuma blanca.
La niña pequeñita
con el brazo de amor que la llevaba,
y el ciego con su perro lazarillo,
y el Tormes junto a Salamanca.
Lo uno con lo otro tan cerrado
que se completa la mitad que falta.
Y el cielo con la tierra.
Y el cuerpo con el alma.
Y tú, por fin, para decirlo pronto,
mi soledad, en Dios transfigurada.
Eugenio Florit
¿por Qué Voy A Llorarme?
¿Por qué voy a Llorarme? Los árboles no lloran
cuando el hacha furiosa les hiere la madera.
Yo solo he preguntado si tu mano sombría
con nuestros troncos lívidos enciende sus hogueras.
Lloro a los que han caído porque son de mi bosque,
pero yo sigo erguido cantando en las tinieblas.
Pisando las cenizas heladas de su ruina,
avanzo hacia ese fuego soñado en que me esperas.
Soy joven como el mundo, mas lloro desde siempre,
aunque todas mis hojas huelen a primavera.
Pero a mí no me lloro, porque tengo mi vida
y su efímera carne por Ti también se quema.
¿Por qué voy a Llorarme? Los árboles no lloran
cuando el hacha furiosa les hiere la madera.
Yo solo he preguntado si tu mano sombría
con nuestros troncos lívidos enciende sus hogueras.
Lloro a los que han caído porque son de mi bosque,
pero yo sigo erguido cantando en las tinieblas.
Pisando las cenizas heladas de su ruina,
avanzo hacia ese fuego soñado en que me esperas.
Soy joven como el mundo, mas lloro desde siempre,
aunque todas mis hojas huelen a primavera.
Pero a mí no me lloro, porque tengo mi vida
y su efímera carne por Ti también se quema.
José Luis Hidalgo
Fue En Los Robles
Fue en Los Robles donde ella, que sabía,
Dijera la verdad. Aquella noche
Estaban dadas todas las estrellas.
Tiempo de suspirar juntas las bocas.
Parpadeaba una luz, alguien volvía
A hacer la hoguera frente a la caverna.
Marcharon entre armas a la gloria.
Nada en su cuerpo, suave como el agua,
Anunciaba los hijos de su cuerpo.
Era toda alma en la soñada cama,
Era un incendio, era una primavera,
Una muchacha azul bajo la lluvia,
Una bahía en quien entrar a gritos,
Una bandera ondeando en el combate,
Una batalla de azucenas cálidas.
Era ella.
Fue en Los Robles donde ella, que sabía,
Dijera la verdad. Aquella noche
Estaban dadas todas las estrellas.
Tiempo de suspirar juntas las bocas.
Parpadeaba una luz, alguien volvía
A hacer la hoguera frente a la caverna.
Marcharon entre armas a la gloria.
Nada en su cuerpo, suave como el agua,
Anunciaba los hijos de su cuerpo.
Era toda alma en la soñada cama,
Era un incendio, era una primavera,
Una muchacha azul bajo la lluvia,
Una bahía en quien entrar a gritos,
Una bandera ondeando en el combate,
Una batalla de azucenas cálidas.
Era ella.
Roberto Fernández Retamar
La Casa En Ruinas
Une rose dans les ténèbres
S. M.
Hoy he vuelto a la casa donde un día
mi infancia campesina conociera
el pavor y la extraña melodía
de encontrar otra vez lo que muriera.
Ya nada atemoriza, nada altera
el ritmo de la sangre. Aquí vivía
(cuando era mi vida primavera)
la que a los niños en dioses convertía.
Vacío el caserón, rotas las jarras
que las rosas colmaron de belleza,
en vano vine en busca de mí mismo:
todo es inútil ya, perdidas las amarras,
y vencedoras las ruinas, es la pobreza
la única rosa nacida en el abismo.
Une rose dans les ténèbres
S. M.
Hoy he vuelto a la casa donde un día
mi infancia campesina conociera
el pavor y la extraña melodía
de encontrar otra vez lo que muriera.
Ya nada atemoriza, nada altera
el ritmo de la sangre. Aquí vivía
(cuando era mi vida primavera)
la que a los niños en dioses convertía.
Vacío el caserón, rotas las jarras
que las rosas colmaron de belleza,
en vano vine en busca de mí mismo:
todo es inútil ya, perdidas las amarras,
y vencedoras las ruinas, es la pobreza
la única rosa nacida en el abismo.
Gastón Baquero
La Rosa
La imagen del amor como una rosa
abre sus encendidas ilusiones
y sobre el tallo esbelto resplandece
su oscura primavera deseada;
el naciente reflejo de su sombra
nubla el claro contorno de la vida
y nos absorbe su letal aliento
cual la luz la cautiva mariposa.
Alas llevo rondando el escondido
deseo de mi amor, ansiosas alas
me sirven como un velo trasparente
ante el divino rostro que enamora,
y en la locura de ese vuelo incauto,
quemándome las alas cual se ajan
las dulces vestiduras de mis sueños,
¿me acerco al ser extraño que está abriendo
sus abismadas aguas de belleza,
o cada vez más cerca de su vida
me alejo del misterio deseado?
¡Inútil desazón, vuelo perdido
que nunca detendrá sus angustiosas
alas negras de amor ante esa llama
del fuego primitivo que despierta
como una rosa el pasmo de los hombres!
Cual un pájaro ciego yo te canto,
porque eres mi sombría rosa amada,
y cuando está anegado de tristeza
mi corazón renueva sus canciones.
De "Las iusiones"
La imagen del amor como una rosa
abre sus encendidas ilusiones
y sobre el tallo esbelto resplandece
su oscura primavera deseada;
el naciente reflejo de su sombra
nubla el claro contorno de la vida
y nos absorbe su letal aliento
cual la luz la cautiva mariposa.
Alas llevo rondando el escondido
deseo de mi amor, ansiosas alas
me sirven como un velo trasparente
ante el divino rostro que enamora,
y en la locura de ese vuelo incauto,
quemándome las alas cual se ajan
las dulces vestiduras de mis sueños,
¿me acerco al ser extraño que está abriendo
sus abismadas aguas de belleza,
o cada vez más cerca de su vida
me alejo del misterio deseado?
¡Inútil desazón, vuelo perdido
que nunca detendrá sus angustiosas
alas negras de amor ante esa llama
del fuego primitivo que despierta
como una rosa el pasmo de los hombres!
Cual un pájaro ciego yo te canto,
porque eres mi sombría rosa amada,
y cuando está anegado de tristeza
mi corazón renueva sus canciones.
De "Las iusiones"
Juan Gil-Albert
Adoración
Una flor no ha traído jamás la primavera
dígna de la enlbrujada noche de tu cabello
y que en blanda agonía, cercana de tu cuello
bajo el tibio perfume de tu aliento muriera.
Ni seda se ha tejido por mágica hilandera,
ni tul, ni encaje dignos de velar el destello
de tus brazos, tus hombros, tu flanco donde el sello
de su gracia dejaron la diosa y la quimera.
Aún no fue tallada la copa diamantina
que de la vid colmada con la sangre divina
merezca de tus labios la sapiente dulzura.
No hay plumas ni vellones, damascos ni tapices
dignos de que en su felpa desnuda te deslices;
ni sé qué amor exista digno de tu hermosura.
Una flor no ha traído jamás la primavera
dígna de la enlbrujada noche de tu cabello
y que en blanda agonía, cercana de tu cuello
bajo el tibio perfume de tu aliento muriera.
Ni seda se ha tejido por mágica hilandera,
ni tul, ni encaje dignos de velar el destello
de tus brazos, tus hombros, tu flanco donde el sello
de su gracia dejaron la diosa y la quimera.
Aún no fue tallada la copa diamantina
que de la vid colmada con la sangre divina
merezca de tus labios la sapiente dulzura.
No hay plumas ni vellones, damascos ni tapices
dignos de que en su felpa desnuda te deslices;
ni sé qué amor exista digno de tu hermosura.
Carlos López Narváez
Normas
I
Norma de ayer encontrada
sobre mi noche presente;
resplandor adolescente
que se opone a la nevada.
No pueden darte posada
mis dos niñas de sigilo,
morenas de luna en vilo
con el corazón abierto;
pero mi amor busca el huerto
donde no muere tu estilo.
II
Norma de seno y cadera
baja la rama tendida;
antigua y muy bien nacida
virtud de la primavera.
Ya mi desnudo quisiera
ser dalia de tu destino,
abeja, rumor o vino
de tu número y locura;
pero mi amor busca pura
locura de brisa y trino.
I
Norma de ayer encontrada
sobre mi noche presente;
resplandor adolescente
que se opone a la nevada.
No pueden darte posada
mis dos niñas de sigilo,
morenas de luna en vilo
con el corazón abierto;
pero mi amor busca el huerto
donde no muere tu estilo.
II
Norma de seno y cadera
baja la rama tendida;
antigua y muy bien nacida
virtud de la primavera.
Ya mi desnudo quisiera
ser dalia de tu destino,
abeja, rumor o vino
de tu número y locura;
pero mi amor busca pura
locura de brisa y trino.
Federico GarcÃa Lorca
Nubes
Nevada de los cielos, pareciste
la luna trastornada en primavera.
Vi una vez, no sé dónde, una pradera
así, blanca cual tú te apareciste.
En un sueño más sueño aún, volviste
de nuevo a mí como la mensajera
del último blancor que el alma espera...
Me desperté dos veces, triste y triste.
No sé si desvelada va o dormida
mi esperanza contigo. Sobrepasa
unas veces, con luz, tu mismo albor,
cuando estoy más despierto que en la vida...
Ya veces es como que me traspasa
la negra sombra de un almendro en flor...
Nevada de los cielos, pareciste
la luna trastornada en primavera.
Vi una vez, no sé dónde, una pradera
así, blanca cual tú te apareciste.
En un sueño más sueño aún, volviste
de nuevo a mí como la mensajera
del último blancor que el alma espera...
Me desperté dos veces, triste y triste.
No sé si desvelada va o dormida
mi esperanza contigo. Sobrepasa
unas veces, con luz, tu mismo albor,
cuando estoy más despierto que en la vida...
Ya veces es como que me traspasa
la negra sombra de un almendro en flor...
Juan Ramón Jiménez
Tala
Llévese estos ojos, piedritas de colores,
esta nariz de tótem, estos labios que saben
todas la tablas de multiplicar
y las poesías más selectas.
Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo,
me quito las uñas y dientes y le completo el peso.
No sirve esa manera de sentir.
Qué ojos ni qué dedos.
Ni esa comida recalentada, la memoria,
ni la atención, como una cotorrita perniciosa.
Tome las inducciones y las perchas
donde cuelgan las palabras lavadas y planchadas.
Arree con la casa, fuera de todo,
déjeme como un hueco, o una estaca.
Tal vez entonces, cuando no me valga
la generosidad de Dios, eso boy scout,
y esté igual que la alfombra que ha aguantado
su lenta lluvia de zapatos ochenta años
y es urdimbre no más, claro esqueleto donde
se borraron los ricos pavorreales de plata,
puede ser que sin vos diga tu nombre cierto
puede ocurrir que alcance sin manos tu cintura.
Llévese estos ojos, piedritas de colores,
esta nariz de tótem, estos labios que saben
todas la tablas de multiplicar
y las poesías más selectas.
Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo,
me quito las uñas y dientes y le completo el peso.
No sirve esa manera de sentir.
Qué ojos ni qué dedos.
Ni esa comida recalentada, la memoria,
ni la atención, como una cotorrita perniciosa.
Tome las inducciones y las perchas
donde cuelgan las palabras lavadas y planchadas.
Arree con la casa, fuera de todo,
déjeme como un hueco, o una estaca.
Tal vez entonces, cuando no me valga
la generosidad de Dios, eso boy scout,
y esté igual que la alfombra que ha aguantado
su lenta lluvia de zapatos ochenta años
y es urdimbre no más, claro esqueleto donde
se borraron los ricos pavorreales de plata,
puede ser que sin vos diga tu nombre cierto
puede ocurrir que alcance sin manos tu cintura.
Julio Cortázar
Campo-estelas
Almendros en flor.
La primavera
se acerca.
Cerezos en flor.
La primavera
está plena.
Granados en flor.
Ya se aleja
la primavera.
Almendros en flor.
La primavera
se acerca.
Cerezos en flor.
La primavera
está plena.
Granados en flor.
Ya se aleja
la primavera.
José MarÃa Hinojosa
Presencia En El Olvido
Tú ya no tienes rostro en mi recuerdo. Eres,
nada más, la dorada tarde aquella
en que la primavera se detuvo
a leer con nosotros unos versos.
Y eres también esta tenaz y leve
melancolía que sus pasos mueve
sobre mi corazón,
y casi no es
melancolía...
Alguna vez yo tuve
tu rostro y tus palabras...
¡Hoy no sé qué se hicieron!
Hoy eres solamente
esas pequeñas cosas que se llaman
un día, un libro, el lento
caminar de la mano de la estrella,
y a veces, -pocas veces-, el silencio
fijándome los ojos desolados
en un sitio del aire, como ciegos...
Yo se que estás lejano de mi límite.
Que ya no eres ni la voz ni el eco...
si por el cauce de mi sangre subes,
llegas, vano fantasma, hasta mi sueño.
Y te quiero mirar, y es esta tarde
dorada, que ya dije,
lo que encuentro...
La tarde que tenía un campanario
entre los dedos
y una humana dulzura en la manera
de entendernos...
Tú ya no tienes rostro.
Ya no eres.
Tú ya no tienes rostro en mi recuerdo. Eres,
nada más, la dorada tarde aquella
en que la primavera se detuvo
a leer con nosotros unos versos.
Y eres también esta tenaz y leve
melancolía que sus pasos mueve
sobre mi corazón,
y casi no es
melancolía...
Alguna vez yo tuve
tu rostro y tus palabras...
¡Hoy no sé qué se hicieron!
Hoy eres solamente
esas pequeñas cosas que se llaman
un día, un libro, el lento
caminar de la mano de la estrella,
y a veces, -pocas veces-, el silencio
fijándome los ojos desolados
en un sitio del aire, como ciegos...
Yo se que estás lejano de mi límite.
Que ya no eres ni la voz ni el eco...
si por el cauce de mi sangre subes,
llegas, vano fantasma, hasta mi sueño.
Y te quiero mirar, y es esta tarde
dorada, que ya dije,
lo que encuentro...
La tarde que tenía un campanario
entre los dedos
y una humana dulzura en la manera
de entendernos...
Tú ya no tienes rostro.
Ya no eres.
Meira Delmar
Todo Es Diáfano Y Bello
Mecen los blandos sauces la verde cabellera;
todo es diáfano y bello cuando estoy a tu lado;
una sutil fragancia de nardo macerado
difunde sus efluvios sobre la tierra entera.
¡Amado! El tiempo es claro, llega la primavera;
regresa en los capullos del jardín olvidado;
y humildes, tiernas, blancas, en el verdor del prado
abren las margaritas su múltiple gorguera.
Con tu voz de agua viva, la frescura me traes.
Mi alma es tierra seca, tierra estéril y mustia
y tú sobre mi alma como la lluvia caes.
Me llenas de dulzura con tu voz de colmena
y tus hondas palabras rielan sobre mi angustia
como luz de luceros en el agua serena.
Mecen los blandos sauces la verde cabellera;
todo es diáfano y bello cuando estoy a tu lado;
una sutil fragancia de nardo macerado
difunde sus efluvios sobre la tierra entera.
¡Amado! El tiempo es claro, llega la primavera;
regresa en los capullos del jardín olvidado;
y humildes, tiernas, blancas, en el verdor del prado
abren las margaritas su múltiple gorguera.
Con tu voz de agua viva, la frescura me traes.
Mi alma es tierra seca, tierra estéril y mustia
y tú sobre mi alma como la lluvia caes.
Me llenas de dulzura con tu voz de colmena
y tus hondas palabras rielan sobre mi angustia
como luz de luceros en el agua serena.
Dora Castellanos
Algún Día
Un día llegarás;
el amor no espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.
Un día me amarás.
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me abrasa
es de tu corazón o del verano.
Un día me tendrás.
Escucharemos mudos
latir nuestras arterias
y sollozar los árboles desnudos.
Un día. Cualquier día.
Breve y eterno,
el amor es el mismo en primavera,
en verano, en otoño y en invierno.
Un día llegarás;
el amor no espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.
Un día me amarás.
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me abrasa
es de tu corazón o del verano.
Un día me tendrás.
Escucharemos mudos
latir nuestras arterias
y sollozar los árboles desnudos.
Un día. Cualquier día.
Breve y eterno,
el amor es el mismo en primavera,
en verano, en otoño y en invierno.
Dora Castellanos
Encuentro
Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol, delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera,
y en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera,
y yo te di la sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.
Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente....
Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.
Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol, delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera,
y en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera,
y yo te di la sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.
Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente....
Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.
Rafael de León
Sombra
La sombra es un pedazo que se aleja
Camino de otras playas
En mi memoria un ruiseñor se queja
Ruiseñor de las batallas
Que canta sobre todas las balas
Hasta cuando sangrarán la vida
La misma luna herida
No tiene sino una ala
El corazón hizo su nido
En medio del vacío
Sin embargo
Al borde del mundo florecen las encinas
Y la primavera viene sobre las golondrinas
La sombra es un pedazo que se aleja
Camino de otras playas
En mi memoria un ruiseñor se queja
Ruiseñor de las batallas
Que canta sobre todas las balas
Hasta cuando sangrarán la vida
La misma luna herida
No tiene sino una ala
El corazón hizo su nido
En medio del vacío
Sin embargo
Al borde del mundo florecen las encinas
Y la primavera viene sobre las golondrinas
Vicente Huidobro
Deslumbramiento
Era lirio en el aire y fragancia en el viento;
ondas sobre las aguas y temblor en el río;
cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,
grabé su amado nombre para llamarlo mío.
Nunca supe la hora ni el exacto momento
en que amé su mirada. Solo sé que tardío
su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento
de una fruta en invierno, de una flor en estío.
Por menos presentido, todo fue tan hermoso
como ver cuando caen nieves en primavera,
lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.
Después de haberlo amado que mi alma responda
si sabe por qué existen sobre la tierra entera
el perfume en el aire y el temblor en la onda.
Era lirio en el aire y fragancia en el viento;
ondas sobre las aguas y temblor en el río;
cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,
grabé su amado nombre para llamarlo mío.
Nunca supe la hora ni el exacto momento
en que amé su mirada. Solo sé que tardío
su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento
de una fruta en invierno, de una flor en estío.
Por menos presentido, todo fue tan hermoso
como ver cuando caen nieves en primavera,
lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.
Después de haberlo amado que mi alma responda
si sabe por qué existen sobre la tierra entera
el perfume en el aire y el temblor en la onda.
Dora Castellanos
Primavera
Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera:
rosa de los caminos interiores
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!
Mi corazón recogerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa
tu luz se dormirá sobre mi frente...
Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera:
rosa de los caminos interiores
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!
Mi corazón recogerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa
tu luz se dormirá sobre mi frente...
Juan Ramón Jiménez
Introducción
Ya todo está inventado, descubierto;
llego tarde, muy tarde, a vuestro lado;
por eso no me inquieta lo remoto
y voy tras lo sencillo y cotidiano,
llamándole al pan, pan, y al vino, vino...
Aunque no suene bien, ¡es tan humano!
Miro el jardín y digo: «¡Primavera!»
Y al extender los brazos
con tímido ademán hacia las cosas,
siento un tibio aleteo en cada hallazgo:
un compás repetido,
algo que va, que viene, que es alado.
Siempre será mañana la mañana
y más árbol, el árbol.
No quiero ya en el alma nada nuevo,
que todo esté estrenado.
Acaso la que ansío
es caminar segura
por las antiguas huellas de otros pasos,
o quedarme tranquila aquí, en mi huerto;
saber que ya está todo sosegado:
el corazón, la casa, los recuerdos...
Sentir la azada fiel del hortelano
remover, amoroso, los terrones,
como hicieron en tiempo sus hermanos.
Ya está todo gastado bajo el sol,
a fuerza de pasar de mano en mano.
Ya todo está inventado, descubierto;
llego tarde, muy tarde, a vuestro lado;
por eso no me inquieta lo remoto
y voy tras lo sencillo y cotidiano,
llamándole al pan, pan, y al vino, vino...
Aunque no suene bien, ¡es tan humano!
Miro el jardín y digo: «¡Primavera!»
Y al extender los brazos
con tímido ademán hacia las cosas,
siento un tibio aleteo en cada hallazgo:
un compás repetido,
algo que va, que viene, que es alado.
Siempre será mañana la mañana
y más árbol, el árbol.
No quiero ya en el alma nada nuevo,
que todo esté estrenado.
Acaso la que ansío
es caminar segura
por las antiguas huellas de otros pasos,
o quedarme tranquila aquí, en mi huerto;
saber que ya está todo sosegado:
el corazón, la casa, los recuerdos...
Sentir la azada fiel del hortelano
remover, amoroso, los terrones,
como hicieron en tiempo sus hermanos.
Ya está todo gastado bajo el sol,
a fuerza de pasar de mano en mano.
Concha Lagos
¿remordimiento?
La tarde será un sueño de colores...
Tu fantástica risa de oro y plata
derramará en la gracia de las flores
su leve y cristalina catarata.
Tu cuerpo, ya sin mis amantes huellas,
errará por los grises olivares,
cuando la brisa mueva las estrellas
allá sobre la calma de los mares...
¡Sí, tú, tú misma...! irás por los caminos
y el naciente rosado de la luna
te evocará, subiendo entre los pinos,
mis tardes de pasión y de fortuna.
Y mirarás, en pálido embeleso,
sombras en pena, ronda de martirios,
allí donde el amor, beso tras beso,
fue como un agua plácida entre lirios...
¡Agua, beso que no dejó una gota
para el retorno de la primavera;
música sin sentido, seca y rota;
pájaro muerto en lírica pradera!
¡Te sentirás, tal vez, dulce, transida,
y verás, al pasar, en un abismo
al que pobló las frondas de tu vida
de flores de ilusión y de lirismo!
La tarde será un sueño de colores...
Tu fantástica risa de oro y plata
derramará en la gracia de las flores
su leve y cristalina catarata.
Tu cuerpo, ya sin mis amantes huellas,
errará por los grises olivares,
cuando la brisa mueva las estrellas
allá sobre la calma de los mares...
¡Sí, tú, tú misma...! irás por los caminos
y el naciente rosado de la luna
te evocará, subiendo entre los pinos,
mis tardes de pasión y de fortuna.
Y mirarás, en pálido embeleso,
sombras en pena, ronda de martirios,
allí donde el amor, beso tras beso,
fue como un agua plácida entre lirios...
¡Agua, beso que no dejó una gota
para el retorno de la primavera;
música sin sentido, seca y rota;
pájaro muerto en lírica pradera!
¡Te sentirás, tal vez, dulce, transida,
y verás, al pasar, en un abismo
al que pobló las frondas de tu vida
de flores de ilusión y de lirismo!
Juan Ramón Jiménez
Manos
¡Ay tus manos cargadas de rosas! Son más puras
tus manos que las rosas. Y entre las hojas blancas,
surgen lo mismo que pedazos de luceros,
que alas de mariposas albas, que sedas cándidas.
¿Se te cayeron de la luna? ¿Juguetearon
en una primavera celeste? ¿son del alma?
Tienen esplendor vago de lirios de otro mundo;
deslumbran lo que sueñan, refrescan lo que cantan.
Mi frente se serena, como un cielo de tarde,
cuando tú con tus manos entre sus nubes andas;
si las beso, la púrpura de brasa de mi boca
empalidece de su blancor de piedra de agua.
¡Tus manos entre sueños! Atraviesan, palomas
de fuego blanco, por mis pesadillas malas,
y, a la aurora me abren, como con luz de ti,
la claridad suave del oriente de plata.
¡Ay tus manos cargadas de rosas! Son más puras
tus manos que las rosas. Y entre las hojas blancas,
surgen lo mismo que pedazos de luceros,
que alas de mariposas albas, que sedas cándidas.
¿Se te cayeron de la luna? ¿Juguetearon
en una primavera celeste? ¿son del alma?
Tienen esplendor vago de lirios de otro mundo;
deslumbran lo que sueñan, refrescan lo que cantan.
Mi frente se serena, como un cielo de tarde,
cuando tú con tus manos entre sus nubes andas;
si las beso, la púrpura de brasa de mi boca
empalidece de su blancor de piedra de agua.
¡Tus manos entre sueños! Atraviesan, palomas
de fuego blanco, por mis pesadillas malas,
y, a la aurora me abren, como con luz de ti,
la claridad suave del oriente de plata.
Juan Ramón Jiménez
Linaje Puro
Te amo cuando acaricio la madera:
la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces el linaje puro
que fragua anillos cada primavera.
Y floreces también como si fuera
tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas, cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.
Ombú que entre mis ojos amaneces;
sándalo que te creces de armonía,
ébano verde, olivo que te creces
de amor para mis brazos solitarios,
cuando siembras mi tierra yo diría
que respiro los bosques milenarios.
Te amo cuando acaricio la madera:
la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces el linaje puro
que fragua anillos cada primavera.
Y floreces también como si fuera
tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas, cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.
Ombú que entre mis ojos amaneces;
sándalo que te creces de armonía,
ébano verde, olivo que te creces
de amor para mis brazos solitarios,
cuando siembras mi tierra yo diría
que respiro los bosques milenarios.
Dora Castellanos