Rio ( 2 )
Rio. Encuentra docenas de rio con fotos para copiar y compartir.
Guatemala tiene un rÃo pensativo y otro que se tiñó de sangre... Tiene un volcán de agua, otro de fuego y una montaña de huesos y cadáveres.
Luis Alfredo Arango
Yo Fui La Más Callada
Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.
No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo...
No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecÃa
silbando en la redonda sencillez de los vientos.
No pesé la armonÃa de ambiciones triviales
que prometÃa tu mano colmada de destellos:
solo pesé en el suelo de mi espÃritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.
Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecÃas al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mà te seguiste como el sol en los pétalos.
Y caminé en la brisa de tu dolor caÃdo
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso rÃo blando corriendo hacia el desierto.
Un dÃa, por las playas amarillas de histeria,
muchas caras ocultas de ambición te siguieron;
por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos
se colaron las voces sin cruzar tu misterio...
Yo fui la más callada.
La voz casi sin eco.
La conciencia tendida en sÃlaba de angustia,
desparramada y tierna, por todos los silencios.
Yo fui la más callada.
La que saltó la tierra sin más arma que un verso.
¡Y aquà me veis, estrellas,
desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!
Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.
No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo...
No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecÃa
silbando en la redonda sencillez de los vientos.
No pesé la armonÃa de ambiciones triviales
que prometÃa tu mano colmada de destellos:
solo pesé en el suelo de mi espÃritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.
Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecÃas al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mà te seguiste como el sol en los pétalos.
Y caminé en la brisa de tu dolor caÃdo
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso rÃo blando corriendo hacia el desierto.
Un dÃa, por las playas amarillas de histeria,
muchas caras ocultas de ambición te siguieron;
por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos
se colaron las voces sin cruzar tu misterio...
Yo fui la más callada.
La voz casi sin eco.
La conciencia tendida en sÃlaba de angustia,
desparramada y tierna, por todos los silencios.
Yo fui la más callada.
La que saltó la tierra sin más arma que un verso.
¡Y aquà me veis, estrellas,
desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!
Julia de Burgos
Porque tú eres la espuma de ese rÃo que nace en tus llanuras de verano y muere en mis crepúsculos de frÃo.
Laura Victoria
Ser rÃo que corre, ser nube que pasa, sin dejar recuerdos ni rastro ninguno, es triste, y más triste para el que se siente nube en lo elevado, rÃo en lo profundo.
José Santos Chocano
Para Un Esteta
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mÃas sin aroma.
Tú que buscas el agua transparente
no has de beber mis aguas rojas.
Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte -agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra roca.
Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras, y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!
Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en agua pura
con tus dos manos como copa.
Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raÃces ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.
Nada te pertenece. todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechosa un solo rÃo os vertéis en el mar
«que es el morir», dicen las coplas.
No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
Y que el cantar que hoy cantas será apagado un dÃa
por la música de otras olas.
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mÃas sin aroma.
Tú que buscas el agua transparente
no has de beber mis aguas rojas.
Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte -agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra roca.
Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras, y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!
Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en agua pura
con tus dos manos como copa.
Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raÃces ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.
Nada te pertenece. todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechosa un solo rÃo os vertéis en el mar
«que es el morir», dicen las coplas.
No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
Y que el cantar que hoy cantas será apagado un dÃa
por la música de otras olas.
José Hierro
También mi sangre bulle y rÃo por los ojos que han conocido el brote de las lágrimas. Creo que el mundo es bello, que la poesÃa es como el pan, de todos.
Roque Dalton
Es adagio que rÃo que crece de súbito, crece con aguas turbias. Y el torrente estruendoso deslumbra, se despeña, salta, devasta,-- más no hace buenas las tierras comarcanas, como el agua serena del arroyo. El azar, como saturno, devora a sus hijos. Los hijos de ceres y de jano, de la agricultura y la paz, duran más que los hijos de saturno.
José MartÃÂ
Medios de Comunicación
No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido
y llego desde mà para decirte
que están el rÃo el girasol la estrella
rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte
ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
en el beso bilingüe
van circulando dulces noticias.
No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido
y llego desde mà para decirte
que están el rÃo el girasol la estrella
rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte
ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
en el beso bilingüe
van circulando dulces noticias.
Mario Benedetti
Mi rÃo con tu rÃo, mi mano con tu mano se ignoran. Cariño mÃo, alegrÃa hasta que el alba alcance a la siguiente.
Marina Tsvetáieva
Puente de dos columnas, y yo rÃo. Tú, rÃo derrumbado, y yo su puente abrazando, cercando su corriente de luz, de amor, de sangre en desvarÃo.
Blas De Otero
Fábula Del Aguador Y La Ciudad de Enfrente
Ella confunde la piel con algún rÃo
y al corazón con la ciudad de enfrente
F. A. Dopico
Ella confunde la piel con un estanque
canta junto a mi oÃdo su vieja melodÃa.
Yo le traÃa el agua
vaciaba la botija en sus arenas
mitigaba su sed.
La sed mi corazón en la ciudad de enfrente
un rÃo subterráneo para mis pies cansados.
Yo ganaba su sed
y me iba a buscar frutas al pie de la montaña
para escanciar el néctar sobre sus dientes nuevos.
Un dÃa no volvÃ
al pie de la montaña era el abismo
pozo donde caer agua que hierve.
Ella confunde el corazón con una espera larga
canta junto a la fuente
espera por las aguas que no llegan.
Oh mi ciudad dormida
qué silbido recuerda a las aguas de antaño
que corriente vendrá de nuevo a tus orillas.
Ella confunde la piel con algún rÃo
y al corazón con la ciudad de enfrente
F. A. Dopico
Ella confunde la piel con un estanque
canta junto a mi oÃdo su vieja melodÃa.
Yo le traÃa el agua
vaciaba la botija en sus arenas
mitigaba su sed.
La sed mi corazón en la ciudad de enfrente
un rÃo subterráneo para mis pies cansados.
Yo ganaba su sed
y me iba a buscar frutas al pie de la montaña
para escanciar el néctar sobre sus dientes nuevos.
Un dÃa no volvÃ
al pie de la montaña era el abismo
pozo donde caer agua que hierve.
Ella confunde el corazón con una espera larga
canta junto a la fuente
espera por las aguas que no llegan.
Oh mi ciudad dormida
qué silbido recuerda a las aguas de antaño
que corriente vendrá de nuevo a tus orillas.
Odette Alonso
Amanecer
ImagÃnate tú...
ImagÃnatelo tú por un momento.
R. A.
La estrella aún flotaba en las aguas.
RÃo abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente.
Y de pronto la mágica música errante en la sombra
se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.
ImagÃnate tú, piensa solo un instante,
piensa solo un instante que el alma comienza a caerse.
(Las hojas, el canto del agua que solo tú escuchas:
maravilloso silencio que pone en las tuyas su mano evidente.)
Piensa solo un instante que has roto los diques y flotas sin
tiempo en la noche,
que eres carne de sombra, recuerdo de sombra; que sombra
tan solo te envuelve.
Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan
vivo era todo,
antes que todo se desvaneciese!»
ImagÃnate tú que hace siglos que has muerto.
No te preguntan las cosas, si pasas, quién eres.
Procura un instante pensar que tus brazos no pesan.
Son nada más que dos cañas, dos gotas de lluvia, dos
humos calientes.
(¡Tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo!)
Y cuando creas que todo ante ti perfecciona su muerte,
abre los ojos:
El trágico hachero saltaba los montes,
llevaba una antorcha en la mano, incendiaba los bosques nacientes.
El rÃo volvÃa a mojar las orillas que dan a tu vida.
El prodigio era tuyo y te hacÃas asà vencedor de la muerte.
ImagÃnate tú...
ImagÃnatelo tú por un momento.
R. A.
La estrella aún flotaba en las aguas.
RÃo abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente.
Y de pronto la mágica música errante en la sombra
se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.
ImagÃnate tú, piensa solo un instante,
piensa solo un instante que el alma comienza a caerse.
(Las hojas, el canto del agua que solo tú escuchas:
maravilloso silencio que pone en las tuyas su mano evidente.)
Piensa solo un instante que has roto los diques y flotas sin
tiempo en la noche,
que eres carne de sombra, recuerdo de sombra; que sombra
tan solo te envuelve.
Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan
vivo era todo,
antes que todo se desvaneciese!»
ImagÃnate tú que hace siglos que has muerto.
No te preguntan las cosas, si pasas, quién eres.
Procura un instante pensar que tus brazos no pesan.
Son nada más que dos cañas, dos gotas de lluvia, dos
humos calientes.
(¡Tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo!)
Y cuando creas que todo ante ti perfecciona su muerte,
abre los ojos:
El trágico hachero saltaba los montes,
llevaba una antorcha en la mano, incendiaba los bosques nacientes.
El rÃo volvÃa a mojar las orillas que dan a tu vida.
El prodigio era tuyo y te hacÃas asà vencedor de la muerte.
José Hierro
Lamento En La Montaña
Aún te veo, rÃo de mi vida,
con los ojos que miran las montañas.
Yo era una montaña con almendros
montaña solitaria.
Y viniste alegre con tu canto
y me besaste toda con tu agua.
Me dejaste inquietud para la noche
y el alma enamorada.
Aún te veo, rÃo de mi vida,
en la curva lejana,
te vas cantando más entre los chopos,
te vas cantando más que en tu llegada.
Y yo,
paralÃtica montaña;
inmóvil te recuerdo,
enferma de volcanes, alocada,
espero tu regreso, rÃo loco,
que pasaste besando
mi cuerpo de montaña.
Tuviste que seguir tu destino de rÃo,
y yo el mÃo triste de tierra amontonada.
Me dice el viento que vas al mar,
Te sigo rÃo mÃo, con los ojos,
Te sigo rÃo mÃo con los ojos,
ya que no puedo seguirte con las plantas.
Soñé... te quedarÃas a mi lado,
como un lago sin cisnes,
para siempre,
acunando mi ansia.
Qué locura más loca
enamorarse de un rÃo una montaña!
Aún te veo, rÃo de mi vida,
con los ojos que miran las montañas.
Yo era una montaña con almendros
montaña solitaria.
Y viniste alegre con tu canto
y me besaste toda con tu agua.
Me dejaste inquietud para la noche
y el alma enamorada.
Aún te veo, rÃo de mi vida,
en la curva lejana,
te vas cantando más entre los chopos,
te vas cantando más que en tu llegada.
Y yo,
paralÃtica montaña;
inmóvil te recuerdo,
enferma de volcanes, alocada,
espero tu regreso, rÃo loco,
que pasaste besando
mi cuerpo de montaña.
Tuviste que seguir tu destino de rÃo,
y yo el mÃo triste de tierra amontonada.
Me dice el viento que vas al mar,
Te sigo rÃo mÃo, con los ojos,
Te sigo rÃo mÃo con los ojos,
ya que no puedo seguirte con las plantas.
Soñé... te quedarÃas a mi lado,
como un lago sin cisnes,
para siempre,
acunando mi ansia.
Qué locura más loca
enamorarse de un rÃo una montaña!
Gloria Fuertes
Mi Amor Es Como Un RÃo Caudaloso
Chorreándose en el cuerpo de mi hombre,
mi amor toca tambor y flauta
en las montañas de mi tierra,
dispara con ametralladora
su descarga de besos.
Es un amor de guerra
con «adiós» y «nos vemos»
un amor con señales de humo
-a lo lejos-
un amor para llevarse en mochilas
para andar clandestino
por ciudades y valles.
Es un amor para cantar victoria,
para llorar heridos
y aprender de derrotas.
Mi amor es bien contento
aunque -a veces- me haga brotar el llanto
es grande como la esperanza
y el valor de mi pueblo;
tiene olores de finca
huele a tierra mojada y campo.
Mi amor es fiero,
ardiente como la libertad,
no conoce de tiempo,
anda dentro de mÃ
desbocado y rebelde.
Me ha llenado de luz
y lo llevo cargado como un fusil al hombro
lloro y rÃo por él
por este amor hermoso,
claro, como tus ojos.
Chorreándose en el cuerpo de mi hombre,
mi amor toca tambor y flauta
en las montañas de mi tierra,
dispara con ametralladora
su descarga de besos.
Es un amor de guerra
con «adiós» y «nos vemos»
un amor con señales de humo
-a lo lejos-
un amor para llevarse en mochilas
para andar clandestino
por ciudades y valles.
Es un amor para cantar victoria,
para llorar heridos
y aprender de derrotas.
Mi amor es bien contento
aunque -a veces- me haga brotar el llanto
es grande como la esperanza
y el valor de mi pueblo;
tiene olores de finca
huele a tierra mojada y campo.
Mi amor es fiero,
ardiente como la libertad,
no conoce de tiempo,
anda dentro de mÃ
desbocado y rebelde.
Me ha llenado de luz
y lo llevo cargado como un fusil al hombro
lloro y rÃo por él
por este amor hermoso,
claro, como tus ojos.
Gioconda Belli
Realidad Y Sueño
Náufrago de mi propio sueño,
como si transportara en la flor de los labios
el silencio desnudo,
más que la sangre muda de hospital
muerta en el abandono;
con la tristeza del que viaja
por un aire sin viaje,
reducido al silencio
bajo un olor de rosa no pensada,
cuando el jardÃn no sabe
si la flor es un sueño
o la esperanza presentida;
fijo en mis latitudes
con el lÃmite sueño entre las manos,
en su cauce la sangre detenida
y el temor de que llegue hasta mi tacto
la presión más efÃmera
o la más fina flor ya derribada;
lÃmite y carne, sueño ilimitado
bajo la sábana, tan blanca,
por la que corre sangre
como la vena rota
en la piel de una virgen;
amigo de mà mismo
igual al hombre que presiente
la altura de su sombra
a la hora del último camino,
cara al ángel que viaja hacia mi encuentro
con la blancura Ãntima del niño aún no nacido,
me recuesto en mis venas
doloroso y sediento, sin mis nervios
ni el recuerdo inicial,
aquel primer encuentro con la muerte
tan clara, pura y sombra.
Siento que un mar lejano,
hundido como puerto bajo niebla,
hasta mà llega, cuando poso mi mano ávida
sobre el temor de mi sombrÃa piel,
igual que un rÃo inmóvil camina por los campos,
y de la sombra de mi aliento,
lento y desnudo, fiel a mi destino,
con mi sangre en el hielo,
más frÃa que la estatua bajo el agua,
con el frÃo en las manos
y la desnuda voz enmudecida,
hacia mi sombra vuelvo,
retorno a mi naufragio.
Náufrago de mi propio sueño,
como si transportara en la flor de los labios
el silencio desnudo,
más que la sangre muda de hospital
muerta en el abandono;
con la tristeza del que viaja
por un aire sin viaje,
reducido al silencio
bajo un olor de rosa no pensada,
cuando el jardÃn no sabe
si la flor es un sueño
o la esperanza presentida;
fijo en mis latitudes
con el lÃmite sueño entre las manos,
en su cauce la sangre detenida
y el temor de que llegue hasta mi tacto
la presión más efÃmera
o la más fina flor ya derribada;
lÃmite y carne, sueño ilimitado
bajo la sábana, tan blanca,
por la que corre sangre
como la vena rota
en la piel de una virgen;
amigo de mà mismo
igual al hombre que presiente
la altura de su sombra
a la hora del último camino,
cara al ángel que viaja hacia mi encuentro
con la blancura Ãntima del niño aún no nacido,
me recuesto en mis venas
doloroso y sediento, sin mis nervios
ni el recuerdo inicial,
aquel primer encuentro con la muerte
tan clara, pura y sombra.
Siento que un mar lejano,
hundido como puerto bajo niebla,
hasta mà llega, cuando poso mi mano ávida
sobre el temor de mi sombrÃa piel,
igual que un rÃo inmóvil camina por los campos,
y de la sombra de mi aliento,
lento y desnudo, fiel a mi destino,
con mi sangre en el hielo,
más frÃa que la estatua bajo el agua,
con el frÃo en las manos
y la desnuda voz enmudecida,
hacia mi sombra vuelvo,
retorno a mi naufragio.
AlàChumacero
Basta Señora Arpa de Las Bellas Imágenes
...
Basta señora arpa de las bellas imágenes
De los furtivos cosmos iluminados
Otra cosa otra cosa buscamos
Sabemos posar un beso como una mirada
Plantar miradas como árboles
Enjaular árboles como pájaros
Regar pájaros como heliotropos
Tocar un heliotropo como una música
Vaciar una música como un saco
Degollar un saco como un pingüino
Cultivar pingüinos como viñedos
Ordeñar un viñedo como una vaca
Desarbolar vacas como veleros
Peinar un velero como un cometa
Desembarcar cometas como turistas
Embrujar turistas como serpientes
Cosechar serpientes como almendras
Desnudar una almendra como un atleta
Leñar atletas como cipreses
Iluminar cipreses como faroles
Anidar faroles como alondras
Exhalar alondras como suspiros
Bordar suspiros como sedas
Derramar sedas como rÃos
Tremolar un rÃo como una bandera
Desplumar una bandera como un gallo
Apagar un gallo como un incendio
Bogar en incendios como en mares
Segar mares como trigales
Repicar trigales como campanas
Desangrar campanas como corderos
Dibujar corderos como sonrisas
Embotellar sonrisas como licores
Engastar licores como alhajas
Electrizar alhajas como crepúsculos
Tripular crepúsculos como navÃos
Descalzar un navÃo como un rey
Colgar reyes como auroras
Crucificar auroras como profetas
Etc. etc. etc.
Basta señor violÃn hundido en una ola ola
Cotidiana ola de religión miseria
De sueño en sueño posesión de pedrerÃas.
...
Basta señora arpa de las bellas imágenes
De los furtivos cosmos iluminados
Otra cosa otra cosa buscamos
Sabemos posar un beso como una mirada
Plantar miradas como árboles
Enjaular árboles como pájaros
Regar pájaros como heliotropos
Tocar un heliotropo como una música
Vaciar una música como un saco
Degollar un saco como un pingüino
Cultivar pingüinos como viñedos
Ordeñar un viñedo como una vaca
Desarbolar vacas como veleros
Peinar un velero como un cometa
Desembarcar cometas como turistas
Embrujar turistas como serpientes
Cosechar serpientes como almendras
Desnudar una almendra como un atleta
Leñar atletas como cipreses
Iluminar cipreses como faroles
Anidar faroles como alondras
Exhalar alondras como suspiros
Bordar suspiros como sedas
Derramar sedas como rÃos
Tremolar un rÃo como una bandera
Desplumar una bandera como un gallo
Apagar un gallo como un incendio
Bogar en incendios como en mares
Segar mares como trigales
Repicar trigales como campanas
Desangrar campanas como corderos
Dibujar corderos como sonrisas
Embotellar sonrisas como licores
Engastar licores como alhajas
Electrizar alhajas como crepúsculos
Tripular crepúsculos como navÃos
Descalzar un navÃo como un rey
Colgar reyes como auroras
Crucificar auroras como profetas
Etc. etc. etc.
Basta señor violÃn hundido en una ola ola
Cotidiana ola de religión miseria
De sueño en sueño posesión de pedrerÃas.
Vicente Huidobro
Ya Se Acercan Las Manos...
Ya se acercan las manos,
innumerables manos,
negras manos,
a cegarme los ojos,
a detener mis piernas,
a secarme las venas,
a posarse insistentes
a lo largo del cuerpo
y dejarlo sumido en lo negro.
Harán saltar la lengua,
los dientes,
corazón y riñones,
intestino y cerebro...
Amiga de la entraña, tan lejana,
acércate un momento
y con tus juegos
distrae esta terrible oscuridad.
Dame un rÃo de fuerza
desde el vientre,
como antaño.
Siquiera suficiente
para alejar
las manos.
Estas manos
que negras
e impertérritas
me van cercando.
"Libro de alienaciones" 1980
Ya se acercan las manos,
innumerables manos,
negras manos,
a cegarme los ojos,
a detener mis piernas,
a secarme las venas,
a posarse insistentes
a lo largo del cuerpo
y dejarlo sumido en lo negro.
Harán saltar la lengua,
los dientes,
corazón y riñones,
intestino y cerebro...
Amiga de la entraña, tan lejana,
acércate un momento
y con tus juegos
distrae esta terrible oscuridad.
Dame un rÃo de fuerza
desde el vientre,
como antaño.
Siquiera suficiente
para alejar
las manos.
Estas manos
que negras
e impertérritas
me van cercando.
"Libro de alienaciones" 1980
Clara Janés
Igual Que El Licor Entre Las Alas
Igual que el licor entre las alas
del cántaro, pesa entre tus hombros
mi corazón; tras tus costillas.
Gozo del rÃo que no pasa,
del ramaje en paz, encandecido
hoja por hoja, y reparado.
El presente, ingrávido de años
idos y por venir, clarea
en traje de augurios conquistables.
Licor entre alas navegante,
barco dichoso, joya eterna
en llameante engarce de olas.
Igual que el licor entre las alas
del cántaro, pesa entre tus hombros
mi corazón; tras tus costillas.
Gozo del rÃo que no pasa,
del ramaje en paz, encandecido
hoja por hoja, y reparado.
El presente, ingrávido de años
idos y por venir, clarea
en traje de augurios conquistables.
Licor entre alas navegante,
barco dichoso, joya eterna
en llameante engarce de olas.
Rubén Bonifaz Nuño
No se puede descender dos veces por el mismo rÃo, pues cuando desciendo el rÃo por segunda vez, ni yo ni el rÃo somos los mismos.
Heráclito
Alguien Pasa
Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un rÃo de lágrimas.
No sé si tú recuerdas
los dÃas aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardÃn, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogÃas en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.
Yo sà recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.
Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmÃn que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.
Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.
Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un rÃo de lágrimas.
No sé si tú recuerdas
los dÃas aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardÃn, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogÃas en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.
Yo sà recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.
Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmÃn que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.
Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.
Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Meira Delmar
Ahora Que Ya No Soy Más Joven
Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonÃa,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio rÃo que no encuentra su mar,
con tanto dÃa y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
un mundo entero en el costado izquierdo?
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
si todavÃa no te he conocido?
Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonÃa,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio rÃo que no encuentra su mar,
con tanto dÃa y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
un mundo entero en el costado izquierdo?
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
si todavÃa no te he conocido?
Piedad Bonnett
~ Lo que siento por ti ~
Cual mariposas revoloteando
asà danzan en mi mente los recuerdos,
cual estrellas adornando el cielo
asà estás presente a cada momento.
No hallo sueño en que no pueda verte,
ni lugar, ni tiempo que no quisiera tenerte;
me ahogo en el llanto, se quiebra mi voz
y pido al destino que me devuelva tu amor.
Cual ave surcando las montañas,
se abre mi corazón como esas bellas alas;
cual rÃo fluyendo hacia el caudaloso mar
asà se une mi alma a tu alma con todo su esplendor.
No encuentro definición para este sentimiento,
ni palabras, ni canciones que no te quisiera dedicar,
no hallo medida para este regalo que me dio la vida
¡Solo sé que lo que siento por ti, es verdadero y real!
©Marielena Rondinel
(Perú)
Todos los Derechos Reservados
Cual mariposas revoloteando
asà danzan en mi mente los recuerdos,
cual estrellas adornando el cielo
asà estás presente a cada momento.
No hallo sueño en que no pueda verte,
ni lugar, ni tiempo que no quisiera tenerte;
me ahogo en el llanto, se quiebra mi voz
y pido al destino que me devuelva tu amor.
Cual ave surcando las montañas,
se abre mi corazón como esas bellas alas;
cual rÃo fluyendo hacia el caudaloso mar
asà se une mi alma a tu alma con todo su esplendor.
No encuentro definición para este sentimiento,
ni palabras, ni canciones que no te quisiera dedicar,
no hallo medida para este regalo que me dio la vida
¡Solo sé que lo que siento por ti, es verdadero y real!
©Marielena Rondinel
(Perú)
Todos los Derechos Reservados
Marielena Rondinel
Xiv
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mÃ
y pasa sonriéndose y yo digo
¿Cómo puede reÃr?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor,
y entonces pienso: -Acaso ella se rÃe,
como me rÃo yo.
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mÃ
y pasa sonriéndose y yo digo
¿Cómo puede reÃr?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor,
y entonces pienso: -Acaso ella se rÃe,
como me rÃo yo.
Gustavo Adolfo Becquer