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Seda

Seda. Encuentra docenas de seda con fotos para copiar y compartir.


Nada más santo en esta vida nuestra que la primera revelación del amor, el palpitar primero de sus alas de seda.


Henry Longfellow Wadsworth


Los esqueletos vestidos de seda contemplamos las flores.


Uejima Onitsura




Un trono es solo un taburete de madera forrado de seda.


Napoleón Bonaparte


Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.


Refrán


La dignidad no consiste en vestir seda


Talmud


Tienes algo de Londres, pero mucho de Francia: una suma realeza y una noble elegancia palpitan en la seda de tu vestido gris.


Agustín Acosta




Cuidado que entre la seda también cabe un papanatas, cuidado que el caviar también les gusta a las ratas.


Ricardo Arjona


Hay besos estridentes, vibrantes, sonoros, crepitantes, chirriantes, sordos, ahogados, que crujen como seda, etcétera, etc.


Soren Kierkegaard


Delicada es mi conciencia como seda china: mi corazón tan suave como el requesón.


James Joyce




Tengo una relación de amor-odio con seda blanca.


Alan Rickman


La experiencia no es nunca limitada, y no es jamás completa; es una sensibilidad inmensa, una especie de enorme tela de araña de los más finos hilos de seda suspendida en la cámara de la conciencia, y que capta en su tejido todas las particularidades llevadas por el aire.


Henry James


Rachel, tienes que dejar de comerte la cabeza o lo echarás todo a perder-dijo su voz de seda gris con la lluvia de fondo-. La cuestión no es si podemos hacerlo, sino si prodremos vivir con la idea de no haberlo intentado.


Kim Harrison


Si yo estuviera en una situación en la que tenía que cumplir con una manada de lobos y mi família está conmigo, voy a tener miedo, pero yo no me voy a esconder detrás de mi hijo para que me proteja. Van a esconderse detrás de mí.


Jon Seda




Canción de Hadas

Hadas divinas hadas!
Creer en las hadas
en las rosadas, felices noches estivales,
y también en esas noches extrañas
cuando entre abismos de sombras en el silencio
del silencio
se encuentra de súbito una líquida palabra melodiosa
como una fresca agua recóndita, un agua
de dulce mirada.
¿No creer ya en las hadas?
Pero entonces... Yo creo, ciertamente,
que mi antigua haya era una reina de hadas,
y lo supe cuando en el cielo de su mirada
subían rosas ardientes y cuando su palabra
quemó mi piel sin dejar señales,
y porque en su corpiño, bajo las sedas
le palpitaban palomas blancas.

* * *
Ahora el silencio
un silencio duro, sin manantiales,
sin retamas, sin frescura,
un silencio que persiste y se ahonda
aun detrás del estrépito
de las ciudades que se derrumban.
Y las hadas se pudren en los estanques muertos
entre algas y hojas secas
y malezas,
o se han transformado en trajes de seda
abandonados en viejos armarios que se quejan,
trajes que lucieron ciñéndose a la locura de las da
entre luces y músicas.


Aurelio Arturo


Autorretrato

Todo lo que llevo dentro
está ahí fuera.
Se ha hecho -fiel a sí mismo-
mi evidencia.
Mis pensamientos son montes,
mares, selvas,
bloques de sal cegadora,
flores lentas.
El sol realiza mis sueños,
me los crea
y el viento pintor, errante,
-luz, tormenta-
pule y barniza mis óleos,
mis poemas,
y el crepúsculo y la luna
los avientan.

Podéis tocar con las manos
mi conciencia.
Gozar podéis con los ojos
-negro y sepia-
los colores y las tintas
de mis penas.
Y eso que os roza el labio,
bruma o seda,
es mi amor -flores o pájaros
que revuelan-
mis amores, criaturas
libres, sueltas.

Todo lo que fuera duerme,
queda o pasa,
todo lo que huele o sabe,
toca o canta,
conmigo dentro se ha hecho
viva entraña,
víscera oscura y distinta,
sueño y alma.
Si pudierais traspasarme
os pasmarais.
Todo está aquí, aquí dormido.
Dibujada
llevo en mi sangre y mi cuerpo
cuerpo y sangre de mi patria.
Luces y luces de cielo,
cosas santas.
Todo lo que está aquí dentro
fuera estaba.
Todo lo que estaba ahí fuera
dentro calca.
El universo infinito
me enmaraña;
auscultadme, soy su cárcel
sin ventanas.

Escuchadme, dentro, fuera,
donde os plazca.
Mis más íntimos secretos
por el aire los pregonan
y los cantan.


Gerardo Diego


Soneto Sediento

Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te-amo.
El puñal y la herida que lo encierra.
La respuesta que espero cuando llamo.
Mi manzana del cielo y de la tierra.

Mi por -siempre jamás. Mi agua delgada,
gemidora y azul. Mi amor y seña.
La piel sin fin. La rosa enajenada.
El jardín ojeroso que me sueña.

El insomnio estelar. Lo que me queda.
La manzana otra vez. La sed. La seda.
Mi corazón sin uso de razón:

me faltas tanto en esta lejanía,
en la tarde, a la noche, por el día,
como me faltaría el corazón.


Eduardo Carranza


El Saltador

El saltador se encoge, se agarra las rodillas,
esconde la cabeza entre las piernas.
A punto de llegar da un latigazo
y se estira de golpe contra el agua:
al sumergirse nace, y el mundo, sacudido,
vuelve a iniciar de nuevo sus circunvoluciones,
su salto de gestante que atraviesa el espacio
como una caracola o bosta o piedra
lanzado hacia la luz: le enseña el saltador
al mundo su trabajo, y a convertirlo en juego,
y cómo al zambullirse quedar recién nacido:
le enseña el mecanismo de la vida.

El mundo se detiene y mira concentrado,
quizás reconociéndose en los gestos del hombre
que rota y se traslada dibujando una elíptica
con su cuerpo visible sobre un eje invisible.

Es el mundo el que salta, no es el hombre:
esa bola que rasga la seda de la tarde
desnudándolo todo, no es un hombre:
es el cauce de un río, las raíces de un árbol,
la tierra de aluvión, pero no un hombre:
es el molde de un hombre, un recipiente
vaciado de un hombre y luego vuelto
a llenar con el cauce, las raíces, la tierra:
es el hueco dejado por un hombre
para darle un cobijo a las cosas del mundo.

El hombre, cuando salta, ya no piensa,
pues su interior es agua, filamentos o polvo.

Cuando salta es el puro movimiento
y es la inmovilidad perfecta y pura:
es el mundo que gira y el mundo detenido.

El mundo, ese aprendiz de saltador,
y el saltador, ese aprendiz de mundo,
se duermen en el aire
y nos suenan.


Jesús Aguado


El Alba Inútil

A los labios del hombre taciturno, la aurora
trajo un ebrio recuerdo de olvidados cantares.
El alba en las pupilas noctámbulas había
sorprendido la angustia de las viejas saudades.
En los círculos hondos de las mustias ojeras
se azulaba un exceso de veladas sensuales.
Vertió el vino de Francia
en la copa vibrante.
-La noche prolongaban
los grises cortinajes-.
Miró la flor marchita
de su frac un instante,
y evocó vagamente:
Casi estaba desnuda
en la fiebre del baile.
El breve seno apenas
velaban los encajes.
Oprimía la espalda
la caricia insinuante
que vagaba furtiva
de deseos. El talle
cedía entre su brazo
como un junco ondulante.
Después... aun más desnuda
la tuvo que en el vals,
y pensó vagamente:
Flor y mujer, vosotras
sólo duráis un baile.
-En la mano brillaba la heráldica sortija
herencia antigua y noble de un tiempo inmemorable.
Trémula entre los dedos fatigados, la copa
despertó una añoranza de mujeres fugaces-.


* * *


Las lámparas habían develado la alcoba.
El alba subrayaba de luz los ventanales.
Las severas efigies de los antepasados
miraban desde el fondo de remotas edades.
Con un grito argentado de dagas, la panoplia
al nieto recordaba las glorias ancestrales.
Dejó la copa exhausta
sobre la mesa grave.
Descorrió silencioso
los grises cortinajes,
y pensó vagamente:
¿Y de todo qué resta
tras el sensual alarde?
Solo una flor marchita
en la seda del traje.
-En las manos del hombre taciturno, la aurora
palideció una huella de victorias cobardes-.


Alberto Angel Montoya


Plenitud

1
Mediodía y te ausentas...

Mediodía y te ausentas
por no conocer mis pensamientos.
Es que de pronto, dices,
se me pone una lámina en el rostro
y aparece un abismo entre los dos.
Será cierto
pero donde la soledad
me habita
ahí tu eres el centro.

2
Salgo del agua, de bañarme al sol...

Salgo del agua, de bañarme al sol
mientras duermes tu cansancio mío.
Es el momento de abandonarte
y sola recorrer el mundo.
Pero alguien moriría de ausencia
alguien incendiaría, no Roma,
el Mundo.

3
Este temblor reconocible...

Este temblor reconocible
en noche de agosto
con la ventana abierta
en altamar madrugador
es el deseo de anillarme la vida
a tu costado
y me tiende una mano
sesgada para rozarla yo
haya o no fiebre en la seda.
Digo es temblor reconocible
donde no se ha inventado poema
para dibujarlo.

4
Temblor son todas las horas...

Temblor son todas las horas
de un día
en labios tibios de la inteligencia
precisamente torneada de su sangre
o esta plenitud caballo en marcha.

De: Pasión inédita


Pureza Canelo


Mi amor
Mi amor, nunca entenderás lo mucho que te quiero. Haga lo que haga, diga lo que diga.
Te lo di todo, lo hice todo por ti. Di la cara cuando otros te criticaban y respondí en tu nombre. Te amé como nadie llegó a hacerlo, con el alma.
La gente me decía que te dejara por que creían que eras arrogante, superficial y ególatra. Pero no, para mí eras la perfección personificada, con un halo sobre tu cabeza.Tu rostro era joven, inocente y pícaro a la vez. Tu pelo era brillante, lacio y suave como la seda.Tu cuerpo era perfecto, esbelto, ligero y delicado.Tu voz, un dulce susurro como el de un ángel.Y lo que más he querido nunca de ti, lo que me hace sentir un electrizante escalofrío por la espalda, tus ojos. Verdes con tonos marrones, mágicos, hermosos, tuyos. Cuando los vi por primera vez sentí que tenían que ser míos.Pero a mí no me hubiera importado tu aspecto con esa personalidad: cariñosa, fiel, educada, inteligente y sobre todo, como todo tu ser, dulce.
Siempre estuve a tu vera aguardando el momento en que me dijeras esas palabras que tanto deseaba al oído y me hicieras todo lo feliz que podría llegar a ser. Solo te pedí una cosa: que estuvieras conmigo. Pero ese día se me partió el corazón en mil pedazos cuando me dijeron la espantosa noticia.
“No prestó atención y un coche acabó con su vida”.Solo te pedí una cosa, tú me pedías muchas y todas te las di. En cambio tú, solo pensaste en ti.


ester juárez rodríguez


Mujer hermosa de piel suave y fina como la seda de aroma delicado y sonrisa eterna, su alma inquieta y a veces serena, siempre amable aun cuando padecía penas, dios te bendiga por ser tan bella y te de la gracia de encontrar tu alma gemela.


Alonso Mendez


La ágil caricia de tus sedas era como una primavera perfumada...


Francisco Villaespesa


Insinuación

Oh, ven, ven, ¿a qué esperas?
Los árboles te llaman
agitando sus miembros infinitos.
La tierra abre sedienta
la boca, y modifica
la incómoda postura de sus muslos.
Sus párpados entoldan los tejados.
Alborotan los niños de la escuela.
Se hace más tersa y suave
la mejilla frutal de las mujeres.
Y acarician mi frente anubarrada,
barriéndola de duros pensamientos
los plumeros de seda de la brisa.
Oh, ven pronto
a adormecer -silencio- nuestros sueños,
contándoles tu historia sin sentido,
tan casta y voluptuosa,
toda de besos mudos
y calladas sorpresas.


Gerardo Diego


Arieta

Yo me enveneno con un recuerdo:

En el violado camarín, la seda
y el sutil vello y de odorante nardo
discreto olor y la hora soñada...

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, el mudo
férvido amor que en las pupilas arde
y el tibio zumo de la boca henchida...

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, desnuda
la grácil forma sobre el raso verde
y a mí enlazada la delicia toda...

Yo me enveneno con un recuerdo.


León de Greiff


El Extranjero

Tú eres Aquiles, el hermoso perdedor,
el de la espada de hierro,
el de la radiante cabeza coronada,
el mejor.
La verdad que sí,
¡Oh dioses inmortales!
que eres realmente bello.
Y no me extraña en absoluto
que Helena perdiera el aliento

y su peplo de seda,
al verse frente a ti
arrojadas al mar sus sandalias de cuero.

Yo soy Tersites, el guerrero aplastado por tu brazo
y el peso brutal de tus caballos.
Yo soy el que te ama
en medio del fragor de las batallas,
mordido y ensangrentado por tus perros.

1990


Elsa López


No podéis hacer una revolución con guantes de seda.


Iósif Stalin




La música se va... Tan solo queda un perfume fugaz a carne y seda... ¿Quién tus encantos desnudó a la brisa?.


Francisco Villaespesa


Recuerdo de Una Tarde de Verano

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozado por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos tímidos.

Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.

Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
arena humedecida entre las manos,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.


Luis García Montero


Historia de Mi Muerte

Soñé la muerte y era muy sencillo:
Una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día.
Y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte es muy sencilla.

Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por un solo cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.


Leopoldo Lugones


Adoración

Una flor no ha traído jamás la primavera
dígna de la enlbrujada noche de tu cabello
y que en blanda agonía, cercana de tu cuello
bajo el tibio perfume de tu aliento muriera.

Ni seda se ha tejido por mágica hilandera,
ni tul, ni encaje dignos de velar el destello
de tus brazos, tus hombros, tu flanco donde el sello
de su gracia dejaron la diosa y la quimera.

Aún no fue tallada la copa diamantina
que de la vid colmada con la sangre divina
merezca de tus labios la sapiente dulzura.

No hay plumas ni vellones, damascos ni tapices
dignos de que en su felpa desnuda te deslices;
ni sé qué amor exista digno de tu hermosura.


Carlos López Narváez


En Este Soneto Intenta Describirse Una Rodilla

Donde la pierna asciende a maravilla
y apunta hacia el misterio y la cautela;
donde acaba el vestido y se desvela
el sueño del encaje por la orilla.

Visible rosa donde el viento humilla
su giratorio afán de falda y tela.
Flor de la pierna, nudo, centinela
del campo de la seda; la rodilla.

Desde aquí, alta columna adivinada,
es clandestino el roce y la mirada
se ciega entre su nieve y la clausura.

Y en duda de ser ala o de ser viento
asciende femenino el movimiento,
tierra en los pies y cielo en la cintura.


Luis López Anglada


Topatumba

Ay mi más mimo mío
mi bisvidita te ando
si toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que
me levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed de sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entre muslo de seda
que me ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay entremuero
vida
me cremas
te edenizo.


Oliverio Girondo


Una Fragata, Con Las Velas Desplegadas

Las velas se vuelven
picoteadas por un dogo de niebla.
Giran hasta el guiñapo,
donde el gran viento les busca las hilachas.
Empieza a volver el círculo
de aullidos penetrantes,
los nombres se borran, un pedazo
de madera ablandada por las aguas,
contornea el sxo dormilón del alcatraz.
La proa fabrica un abismo
para que el gran viento le muerda los huesos.
Crecen los huesos abismados,
las arenas calientan
las piedras del cuerpo en su sueño
y los huevos con el reloj central.
El alción se envuelve en las velas,
entra y sale en la blasfemia neblinosa.
Parece con su pico
impulsar la rotación de la fragata.
Gira el barco hacia el centro
del guiñapo de seda.
Sopladas desde abajo
las velas se despedazan
en la blancura transparente del oleaje.
Una fragata
con todas sus velas presuntuosas,
gira golpeada por un grotesco Eolo,
hasta anclarse en un círculo,
azul inalterable con bordes amarillos,
en el lente cuadriculado de un prismático.
Allí se ve una fingida transparencia,
la fragata, amigada con el viento,
se desliza sobre un cordel de seda.
Los pájaros descansan
en el cobre tibio de la proa,
uno de ellos, el más provocativo,
aletea y canta.
Encantada cola de delfín
muestra la torrecilla en su creciente.
Hoy es un grabado
en el tenebrario de un aula nocturna.
Cuando se tachan las luces
comienza de nuevo su combate sin saciarse,
entre el dogo de nieblas y la blancura
desesperadamente sucesiva del oleaje.


José Lezama Lima


Danza

Qué voz hace crujir el vestido de seda
de esta noche y entreabrir los muslos tiernamente
y desnudar su espalda de mujer?
Parece ser el canto ebrio de bacantes
o el susurro lejano de una viuda
o la lluvia entrecortada de una novia.
¿Qué voz extraña hace que el perro se levante y dance,
y la luna galope en el lomo de un caballo,
y el lago abra su ojo cristalino más que nunca?
¡Levántate, amor! La noche espera ser ungida
de vinos y perfumes,
sacrificada como una diosa frágil
entre los brazos de la tierra.


Orietta Lozano


Fiat Lux

Sobre el rojo diván de seda intacta,
con dibujos de exótica graminea,
jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exangüe humanidad de curva abstracta...

Miró el felino con sinuosa línea
de opalo; y en la noche estupefacta,
desde el jardín, la Venus curvilínea
manifestaba su esbeltez compacta.

Ante el alba, que izó nimbos grosellas,
ajáronse las últimas estrellas...
El Cristo de tu lecho estaba mudo.

Y como un huevo, entre el plumón de armiño
que un cisne fecundara, tu desnudo
seno brotó del virginal corpiño...


Julio Herrera y Reissig


Leda

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bañado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.


Rubén Darío


Cleopatra

La vi tendida de espaldas
entre púrpura revuelta.
Estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias
en largo tubo, escarchado
de diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza;
y como un ojo de tigre,
un ópalo daba en ella
vislumbres de fuego y sangre
el oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro
y los dos como azucenas;
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso triángulo
de rizada y rubia seda.

En un brazo se torcía
como cinta de centellas,
un áspid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.

A menudo suspiraba;
y sus altos pechos eran
cual blanca leche, cuajada
dentro de dos copas griegas,
y en alabastro vertida,
sólida ya, pero aún trémula.

¡Oh! Yo hubiera dado entonces
todos mis lauros de Atenas,
por entrar en esa alcoba
coronado de violetas,
dejando ante los eunucos
mis coturnos a la puerta.


Salvador Díaz Mirón


La Amante

Y, desdichada, hallarte vibrante de violetas,
celeste, submarina, subterránea,
ahijada de las nubes,
sobrina del oleaje,
madre de minerales
y vegetales de oro,
universal, florida,
jugosa como caña
y ligera de brisas
y cánticos de seda.

Desdichada penumbra al encontrarte
negándose tu cuerpo a mi deseo,
dándose al día siguiente,
circulando en el aire que respiro,
diseñando mi vida,
mi agonía
y mi muerte sencilla,
y mi futura muerte
entre los muertos.

Ah tu cordial miseria de caricias,
el gesto amargo de tus manos
y la rebelde fuga de tu piel,
cómo me decepcionan,
me castigan y ahogan,
hembra de plata líquida,
insobornable y mía.

Y tu noche de gritos y gemidos,
alimentando vida, creando luz,
provocando sudor, melancolía,
amor y más amor desfallecido,
tumultos de palabras,
mi desdichada niña,
olvidándote, sí, casi perdiéndote
en el ruido de torsos y sollozos.

Pero siendo destino, siendo gloria
tus cabellos castaños, tus miradas
y tus feas rodillas de suave juventud.


Efraín Huerta


Pausa

Entre lirios azules y aristas de recuerdos
envueltos en pañuelo de seda,
todo lo que es mi vida. Deshecha
en una raya de la noche,
en ese vidrio que sangra en la ventana,
sobre tus hombros.
Entre la luz y el cadáver de una hora,
mi vida. Sin cantos, sin esquinas.

Lenta y precisa, acostada en los días,
en el nivel de la lluvia y el frío,
vestida de reflejos, esbelta,
distraída, te presentas junto a la novedad
de verme solo. Te sonríes
y el dibujo de tu boca ya lanza
en fuga los silencios y los lirios.
El pañuelo que vuela, abandonado,
sin haber memorizado un camino,
un descanso, una futura ausencia.

Mi soledad te huye.
Este humo pretende perforar las paredes,
el agua se desbanda por el suelo,
tu retrato se desconoce tuyo.
Mi soledad me pertenece.
Nunca se cansó tanto el vidrio de reloj
como ahora, anotando tus senos,
tus cabellos, tu asombro
enfrente de mi angustia.

Entre ruidos de lirios parece tu recuerdo,
se ahoga tu perfil. Y mi vida camina
inmersa en lo absoluto de las noches,
sin gritarte, sin verte.


Efraín Huerta


Quemé La Luz, Fui Miel En La Dulzura...

Quemé la luz, fui miel en la dulzura,
gota en la lluvia y llama con el fuego,
aroma en cada rosa, instante ciego,
y nardo que dio envidia a la blancura.

Fui sombra en la profunda noche oscura,
silencio en la raíz, raudo despego,
y al fin a tu distante orilla llego:
roto el timón, la brújula insegura.

Al borde de tu barba se me queda
detenida la voz, mudo el acento
como el viajero exhausto en la vereda.

La caricia que tejo y que alimento
se apaga en una suavidad de seda
hasta morir hilada por el viento.


Carmen González Huguet