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Doctor Tangalanga: No, yo no soy un pedazo de pel...
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Doctor Tangalanga
No, yo no soy un pedazo de pelotudo, yo soy un pelotudo entero.
Doctor Tangalanga
El libio que lleva la bandera monárquica (oficial en Libia hasta 1969 y ahora portada por los rebeldes) no tiene dignidad, ni familia, ni tribu. No tiene religión ni valores. No es un hombre y la muerte es lo mejor para él.
Lo coge del cuello para saber que número tiene de camisa.
«[... ]los intelectuales no pueden ser insufribles, sino hasta después de que hayan cumplido los veinticinco años; eso está en nuestros estatutos.»
HabÃa recorrido un largo camino para llegar allÃ. Estaba muy lejos del adolescente amargo y enfadado que habÃa sido en Brooklyn, antes de que empezara todo, y gracias a Dios por eso. Pero lo curioso era que después de todo ese tiempo seguÃa sin pensar que ese adolescente miserable se hubiera equivocado. No estaba en desacuerdo con él; todavÃa se sentÃa solidario con él en los puntos principales. El mundo era espantoso. Era un lugar desdichado, desolado, un desierto sin sentido y despiadado, donde ocurrÃan cosas horribles todo el tiempo y no podÃas confiar en que nada durara. HabÃa tenido razón sobre el mundo, pero se equivocaba sobre él mismo. El mundo era un desierto, pero él era un mago, y ser un mago era ser una primavera secreta, un oasis en movimiento. Ãl no estaba desolado y no estaba vacÃo. Estaba lleno de emoción, lleno de sentimientos, rebosante de ellos, y en el fondo ser mago se trataba de eso. No eran sentimientos ordinarios, no eran de los mansos y domesticados. La magia era sentimientos salvajes, de los que escapaban de ti al mundo y cambiaban las cosas. HabÃa mucho de talento en ello, y mucho que aprender, y mucho que trabajar, pero era donde empezaba el poder: el poder de encantar el mundo.