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Héctor del Mar: Lo coge del cuello para saber ...




Lo coge del cuello para saber que número tiene de camisa.

 Héctor del Mar


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«[... ]los intelectuales no pueden ser insufribles, sino hasta después de que hayan cumplido los veinticinco años; eso está en nuestros estatutos.»
Había recorrido un largo camino para llegar allí. Estaba muy lejos del adolescente amargo y enfadado que había sido en Brooklyn, antes de que empezara todo, y gracias a Dios por eso. Pero lo curioso era que después de todo ese tiempo seguía sin pensar que ese adolescente miserable se hubiera equivocado. No estaba en desacuerdo con él; todavía se sentía solidario con él en los puntos principales. El mundo era espantoso. Era un lugar desdichado, desolado, un desierto sin sentido y despiadado, donde ocurrían cosas horribles todo el tiempo y no podías confiar en que nada durara. Había tenido razón sobre el mundo, pero se equivocaba sobre él mismo. El mundo era un desierto, pero él era un mago, y ser un mago era ser una primavera secreta, un oasis en movimiento. Él no estaba desolado y no estaba vacío. Estaba lleno de emoción, lleno de sentimientos, rebosante de ellos, y en el fondo ser mago se trataba de eso. No eran sentimientos ordinarios, no eran de los mansos y domesticados. La magia era sentimientos salvajes, de los que escapaban de ti al mundo y cambiaban las cosas. Había mucho de talento en ello, y mucho que aprender, y mucho que trabajar, pero era donde empezaba el poder: el poder de encantar el mundo.
Mamá y papá no estarán nada contentos si lo descubren.
-¿Que liberaste a un posible criminal intercambiándolo por tu hermano a un brujo que parece una especie de Sonic el Erizo en versión gay y se viste como el Roba Niños de Chitty Chitty Bang Bang? -preguntó Simon-. No, probablemente no. [pp.158]
Fuerza divina es la vida, y cuando un hombre es constante y no se dilapida en múltiples deseos, vicios y pasiones, tal fuerza parece milagrosa en sus resultados. Todos nosotros tenemos la fuerza divina: llama vacilante en todos, a causa de falta de unidad en los deseos y de agotamiento en los vicios. El triunfo es de quien desea una sola cosa y está resuelto a pagar el precio de ella, a dar la vida, sin vacilar un segundo?.