Para que sirve la utopia eduardo galeano ( 26 )
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Ella ha sido la única criatura que ha logrado ablandar mi corazón de piedra. Ella ha muerto y, con ella, han muerto todos los sentimientos de afecto que yo tenía para la humanidad.
Iósif Stalin
Para gozar íntimamente y para amar se necesita soledad, más para salir airoso se precisa vivir en el mundo.
Stendhal
Estamos solos y sin embargo la soledad no existe. Si juntamos las manos encenderemos el fuego imprescindible para vernos los ojos brillantes del deseo.
Gioconda Belli
Para hacer la paz se necesitan por lo menos dos, mas para hacer la guerra basta uno solo.
Neville Chamberlain
Sí, en el toreo está presente la muerte, pero como aliada, como cómplice de la vida: la muerte hace de comparsa para que la vida se afirme.
Fernando Savater
El arte es peligroso, el arte no es casto;no están hechos para el arte los inocentes ignorantes. El arte que es casto no es arte.
Pablo Picasso
La Revolución francesa, obra de la filosofia. Pero qué salto desde el "cogito ergo sum" hasta el primer grito de "A la Bastille!" resonando en el Palais Royal. Para la Bastilla fue la trompeta del Juicio Final.
Georg Christoph Lichtenberg
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican. Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.
Mamerto Menapace
El ejercicio de la dominación material apareja inevitablemente, para el mismo que la practica, una esclavitud más o menos acentuada.
Herbert Spencer
Cambiaré de opinión tantas veces y tan a menudo como adquiera conocimientos nuevos, el día que me aperciba que mi cerebro ha dejado de ser apto para esos cambios, dejaré de trabajar. Compadezco de todo corazón a todos los que después de haber adquirido y expresado una opinión, no pueden abandonarla nunca más.
Florentino Ameghino
Los libros en prosa son perros de muestra que yo crío y vendo para mantener a mi gato.
Robert Graves
En la antigüedad, las plazas de la ciudad eran indispensables para su existencia cotidiana.
Camilo Sitte
Los actos de heroísmo de las mujeres que colaboraron en el ejército, no solo son muchísimos, sino que además las mayoría requieren largas historias para explicar los sacrificios que sufrieron y los peligros que enfrentaron por amor a la patria y todas, campesinas, maestras de escuelas, enfermeras, amas de casa y aún señoritas de sociedad, rindieron servicios sin los cuales nuestra guerra no habría sido posible.
Augusto César Sandino
La disciplina en el arte supone una lucha fundamental para entenderse a uno mismo y al mismo tiempo entender lo que uno está dibujando.
Henry Moore
No quiero el calor de vuestro fuego, no quiero el agua de vuestras tinajas. Quiero solo un lugar para mi canción.
Roberto Obregón
El orgullo interviene más aún que la bondad en nuestras represiones a quienes han cometido algún yerro, y les reprendemos más que para corregirles, para convencerles de que estamos exentos de él.
Francisco de La Rochefoucauld
Los hombres no viven juntos porque sí, sino para acometer juntos grandes empresas.
José Ortega Y Gasset
No basta con tener la voz más melodiosa para entonar un tango. No. Hay que sentirlo, además. Hay que vivir su espiritu.
Carlos Gardel
Digamos que existen dos tipos de mentes poéticas: una apta para inventar fábulas y otra dispuesta a creerlas.
Galileo Galilei
Y le apena a uno que esa instantánea belleza se haya marchitado de manera tan rápida e irrevocable, que haya brillado tan engañosa e ineficazmente ante uno; le apena el que ni siquiera hubiese tiempo bastante para enamorarse de ella...
Fiodor Dostoievski
La ciencia ficción no es más que la búsqueda de respuesta a las preguntas perennes: ¿por qué?, ¿dónde?,¿cómo?. A pesar de su nombre, es la menos precisa de todas las literaturas. Su destino es errar de una pregunta a otra y a veces, dar con la respuesta. Para acercarse a ella se requiere la certeza de que un poema oscuro dice mucho más que un discurso claro.
René Rebetez
Nocturno
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.
Oliverio Girondo