Pensamientos primera comunion ( 2 )
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No debemos dejar de explorar. Y al final de nuestras exploraciones llegaremos al lugar del que partimos, y lo conoceremos por primera vez.
T. S. Eliot
Si la guerra es el fracaso de la diplomacia, entonces. . . La diplomacia, bilateral y multilateral, es nuestra primera línea de defensa. El mundo, hoy en día, gasta miles de millones preparándose para la guerra; ¿no deberíamos gastar uno o dos mil millones preparándonos para la paz?.
Kofi Annan
La prosa -puede especularse- es discurso; la poesía elipsis. La prosa se habla en voz alta; la poesía se escucha a hurtadillas. La primera es presumiblemente articulada y social, un idioma compartido, la voz de la "comunicación"; la otra es privada, alusiva, inquietante, tímida, idiosincrásica como la delicada tela de una araña, una especie de hechizo insondable para las mentes comunes.
Joyce Carol Oates
La diferencia entre la belleza de expresión y el poder de la expresión es la función. La primera aspira a complacer los sentidos; la segunda tiene la vitalidad espiritual que es mucho más conmovedora y va más allá de los sentidos.
Henry Moore
Nada más santo en esta vida nuestra que la primera revelación del amor, el palpitar primero de sus alas de seda.
Henry Longfellow Wadsworth
En el viaje al éxito, la primera parte del viaje es tan importante como la última parte.
John Maxwell
Cascar una nuez no es realmente un arte, y en consecuencia nadie se atrevería a congregar a un auditorio para entretenerlo entonces ya no se trata meramente de cascar nueces. O tal vez se trate meramente de cascar nueces, pero entonces descubrimos que nos hemos despreocupado totalmente de dicho arte porque lo dominábamos demasiado, y este nuevo cascador de nueces nos muestra por primera vez la esencia real del arte, al punto que podría convenirle, para un mayor efecto, ser un poco menos hábil en cascar nueces que la mayoría de nosotros.
Franz Kafka
El hombre que no sabe correr, saltar, nadar... es como un automóvil en el que solo se emplea la primera velocidad.
Jean Giraudoux
Nuestros mejores esbozos de humanidad futura resultaron apenas artificios de pólvora que ardieron bajo la lluvia de la primera noche.
Mario Payeras
En las relaciones amorosas hay dos fases que se suceden casi sin solución de continuidad: una, en la que después de las discusiones es mejor reconciliarse de inmediato, ya que al fin y al cabo el reencuentro no puede aplazarse demasiado; y otra en la que conviene aprovechar la primera discusión que se tercie como pretexto para la ruptura, ya que esta es inevitable.
Arthur Schnitzler
El Pozo Seco
Dejé mi copa en el brocal maldito.
Grité hacia abajo, hacia el profundo hueco,
pero el coro sarcástico del eco
me devolvió multiplicado el grito.
Llegaba tarde: el pozo estaba seco.
Un gran golpe de viento llenó el pozo,
y, al recorrer su vertical garganta,
en su más honda hondura oí un sollozo,
donde cantaba el agua y ya no canta...
Brillaba entonces la primera estrella,
pero el anochecer amanecía
cuando me puse a comparar aquella
profunda sed del pozo con la mía.
Y allí dejé mi copa abandonada,
con un tardío gesto de homenaje
por quien se supo dar sin pedir nada
al que calmó su sed y siguió el viaje...
Y allí, junto al brocal ennegrecido,
y el cubo roto y la inservible rueda,
comprendí que no cabe en el olvido
la ingratitud de un agua que se ha ido
ni el espanto de un pozo que se queda...
Dejé mi copa en el brocal maldito.
Grité hacia abajo, hacia el profundo hueco,
pero el coro sarcástico del eco
me devolvió multiplicado el grito.
Llegaba tarde: el pozo estaba seco.
Un gran golpe de viento llenó el pozo,
y, al recorrer su vertical garganta,
en su más honda hondura oí un sollozo,
donde cantaba el agua y ya no canta...
Brillaba entonces la primera estrella,
pero el anochecer amanecía
cuando me puse a comparar aquella
profunda sed del pozo con la mía.
Y allí dejé mi copa abandonada,
con un tardío gesto de homenaje
por quien se supo dar sin pedir nada
al que calmó su sed y siguió el viaje...
Y allí, junto al brocal ennegrecido,
y el cubo roto y la inservible rueda,
comprendí que no cabe en el olvido
la ingratitud de un agua que se ha ido
ni el espanto de un pozo que se queda...
José Angel Buesa
Cuando nos vimos por primera vez, no hicimos sino recordarnos. Aunque te parezca absurdo, yo he llorado cuando tuve conciencia de mi amor hacia ti, por no haberte querido toda la vida.
Antonio Machado
Dijo Pavese
La primera vez
para nunca fue.
La primera vez
sera
para siempre
la segunda vez.
Después,
corregida,
aumentada,
la primera vez
será nada.
Después:
siempre en vez de
siempre en vez de
siempre en vez.
La primera vez
para nunca fue.
La primera vez
sera
para siempre
la segunda vez.
Después,
corregida,
aumentada,
la primera vez
será nada.
Después:
siempre en vez de
siempre en vez de
siempre en vez.
Ulalume González de León
Cómo llevar a las palabras la sensación, el roce de tu mano por vez primera entre la mía.
Eliseo Diego
El agua que tocas en la superficie de un río, es la última de la que pasó y la primera de la que viene: así el instante presente.
Leonardo Da Vinci
Tengo Marcado Un Nombre
Tengo marcado un nombre
no sé por quién, ni donde. Tengo un número
como deben tenerlo las plantas y los pájaros.
Me llaman y respondo.
Me vuelven a llamar desde una cima,
debajo de una roca, en un bosque desierto.
Me vuelvan a llamar desde una iglesia,
desde una sobremesa familiar, desde un amigo.
Me vuelven a llamar desde una tumba.
Sé que pude ser ciervo,
o pude ser encina, o no pasar de tierra.
Para decir: ya voy, tengo una voz concreta
que no me sé escuchar porque no es mía.
Parte de mí y se esconde,
aunque presiento que después de todo
he de volver a verla.
Es fácil responder,
A veces solo basta mirar o ser mirado
o sentirse sabido de memoria.
Puede ser suficiente
abrir los ojos, extender los brazos
y decir: aquí estoy.
Contestar es vivir. Basta gritar: ¡alerta!
La muerte debe ser
la primera llamada incontestable.
Tengo marcado un nombre
no sé por quién, ni donde. Tengo un número
como deben tenerlo las plantas y los pájaros.
Me llaman y respondo.
Me vuelven a llamar desde una cima,
debajo de una roca, en un bosque desierto.
Me vuelvan a llamar desde una iglesia,
desde una sobremesa familiar, desde un amigo.
Me vuelven a llamar desde una tumba.
Sé que pude ser ciervo,
o pude ser encina, o no pasar de tierra.
Para decir: ya voy, tengo una voz concreta
que no me sé escuchar porque no es mía.
Parte de mí y se esconde,
aunque presiento que después de todo
he de volver a verla.
Es fácil responder,
A veces solo basta mirar o ser mirado
o sentirse sabido de memoria.
Puede ser suficiente
abrir los ojos, extender los brazos
y decir: aquí estoy.
Contestar es vivir. Basta gritar: ¡alerta!
La muerte debe ser
la primera llamada incontestable.
Rafael Guillén
Primera Estación
Ya rindió una jornada la fiebre de mis brazos
y aún están los leones de mi numen erguidos:
los músculos alertas para nuevos zarpazos
y firmes los pulmones para nuevos rugidos.
Ya rindió una jornada la fiebre de mis brazos
y aún están los leones de mi numen erguidos:
los músculos alertas para nuevos zarpazos
y firmes los pulmones para nuevos rugidos.
Andrés Eloy Blanco
Al utilizar por primera vez este tipo de armas nos alineamos con los bárbaros de las primeras edades.
Julius Robert Oppenheimer
Admitamos que la primera vez se ofende por ignorancia; pero creamos que la segunda suele ser por villanía.
José Ingenieros
La ley es, pues, la distinción de las cosas justas e injustas, expresada con arreglo a aquella antiquísima y primera naturaleza de las cosas.
Cicerón
La Primera Mujer Que Recorrió Mi Cuerpo...
La primera mujer que recorrió mi cuerpo
tenía labios de maga: labios verdes y azules,
con sabor a fruto silvestre,
con señales indescifrables como la miel o el aire.
Muchas veces incendió mis cabellos con siete granos y
siete aguas, con ensalmos que sonaban a campanillas
de barro, con nubes de copal que se mezclaban al embrión
que recorría mi frente coronada por ramos de albahaca.
Toda la noche ardía la pócima bajo mi cama.
Al día siguiente, un niño nacido después de mellizos
la arrojaba al río, de espaldas, para no ver el sitio
donde caía ni el vuelo repentino de los zopilotes.
Entre tanto, mi madre me contaba
lo que Colmillo Blanco no sabía de la nieve
y el recuerdo del mar era un espejismo bajo la sábanas.
La primera mujer que recorrió mi cuerpo
tenía labios de maga: labios verdes y azules,
con sabor a fruto silvestre,
con señales indescifrables como la miel o el aire.
Muchas veces incendió mis cabellos con siete granos y
siete aguas, con ensalmos que sonaban a campanillas
de barro, con nubes de copal que se mezclaban al embrión
que recorría mi frente coronada por ramos de albahaca.
Toda la noche ardía la pócima bajo mi cama.
Al día siguiente, un niño nacido después de mellizos
la arrojaba al río, de espaldas, para no ver el sitio
donde caía ni el vuelo repentino de los zopilotes.
Entre tanto, mi madre me contaba
lo que Colmillo Blanco no sabía de la nieve
y el recuerdo del mar era un espejismo bajo la sábanas.
Francisco Hernández
La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda.
José Ortega y Gasset
Dos Mujeres
Agua amarga de un mar cuya ribera
era el párpado azul. Qué cielo ido
de ese mar a otro mar, entristecido
de lágrimas también y azul ojera.
Yo las amé a las dos. La una era
triste y frágil y pálida de olvido.
Y la otra... ¿la otra?... hubiera sido
-si sido hubiese- igual a la primera.
¿Qué misterio de amor será este vano
ambicionar el fruto no caído,
cuando se tiene el fruto entre la mano?
Y soñar en un cielo descendido,
soñándolo lejano, y tan cercano
de una mar a otra mar el cielo ido.
Agua amarga de un mar cuya ribera
era el párpado azul. Qué cielo ido
de ese mar a otro mar, entristecido
de lágrimas también y azul ojera.
Yo las amé a las dos. La una era
triste y frágil y pálida de olvido.
Y la otra... ¿la otra?... hubiera sido
-si sido hubiese- igual a la primera.
¿Qué misterio de amor será este vano
ambicionar el fruto no caído,
cuando se tiene el fruto entre la mano?
Y soñar en un cielo descendido,
soñándolo lejano, y tan cercano
de una mar a otra mar el cielo ido.
Alberto Angel Montoya
La Muchacha Que No Ha Visto El Mar
Rosa, la pobre Rosa, no ha visto nunca el mar.
Echa a volar su sueño en el campo vecino,
a la alondra demanda el secreto del trino
cuando lanza a los vientos su canción matinal;
sabe de dónde nace la fuente rumorosa,
distingue con su nombre a cada mariposa
y oye correr el agua y se pone a soñar...
Yo le pregunto: Rosa,
¿no has visto nunca el mar?
En infantil asombro menea dulcemente
la cabecita rubia ; sobre la blanca frente
cruza por vez primera una sombra fugaz,
y se sacian sus ojos en el breve horizonte
que a dos pasos limitan la verdura del monte,
el arroyo de plata y el tupido juncal.
Oye hablar a la selva, cuya voz escondida
guarda aun su misterio... ¡Es tan corta la vida
para saberlo todo...! Siente la inmensidad
de lo breve y humilde en el ritmo diverso
que palpita en el alma de su pobre universo,
y ante lo ignoto siente un ansia de llorar.
Del instante que pasa, la virtud milagrosa
le revela el espíritu que vive en cada cosa
y su blanca inocencia pugna por alcanzar
un recóndito enigma...
Y yo pienso que Rosa
no ha visto nunca el mar...
Rosa, la pobre Rosa, no ha visto nunca el mar.
Echa a volar su sueño en el campo vecino,
a la alondra demanda el secreto del trino
cuando lanza a los vientos su canción matinal;
sabe de dónde nace la fuente rumorosa,
distingue con su nombre a cada mariposa
y oye correr el agua y se pone a soñar...
Yo le pregunto: Rosa,
¿no has visto nunca el mar?
En infantil asombro menea dulcemente
la cabecita rubia ; sobre la blanca frente
cruza por vez primera una sombra fugaz,
y se sacian sus ojos en el breve horizonte
que a dos pasos limitan la verdura del monte,
el arroyo de plata y el tupido juncal.
Oye hablar a la selva, cuya voz escondida
guarda aun su misterio... ¡Es tan corta la vida
para saberlo todo...! Siente la inmensidad
de lo breve y humilde en el ritmo diverso
que palpita en el alma de su pobre universo,
y ante lo ignoto siente un ansia de llorar.
Del instante que pasa, la virtud milagrosa
le revela el espíritu que vive en cada cosa
y su blanca inocencia pugna por alcanzar
un recóndito enigma...
Y yo pienso que Rosa
no ha visto nunca el mar...
Enrique González MartÃnez
Ojos Verdes
Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos, ¿negros tal vez? de Dorotea.
Ojos azules, clara luz febea
de Camila Lucinda. ¡Qué avatares
de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos... Esto es amor. Quien no lo crea,
mírese en unos ojos, que se vea
en unos ojos de mujer. Cantares:
esos ojos que vemos no son ojos
porque nosotros los veamos, ojos
son porque nos ven. Mas la ceguera
de Marta, y el olvido, los despojos
de tanta lumbre extinta... Y tu canción
se eleva al fin hacia la luz primera.
Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos, ¿negros tal vez? de Dorotea.
Ojos azules, clara luz febea
de Camila Lucinda. ¡Qué avatares
de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos... Esto es amor. Quien no lo crea,
mírese en unos ojos, que se vea
en unos ojos de mujer. Cantares:
esos ojos que vemos no son ojos
porque nosotros los veamos, ojos
son porque nos ven. Mas la ceguera
de Marta, y el olvido, los despojos
de tanta lumbre extinta... Y tu canción
se eleva al fin hacia la luz primera.
Vicente Gaos
Veo A Diario Tu Casa
Veo a diario tu casa que, encendida
con ese sol, ya casi en primavera,
es la rosa del día más primera
por donde tú apareces a la vida.
Así mi corazón, casa dormida,
tiembla bajo tu sol, y no quisiera
más ventanas de amor, ni más espera
que la de hallarse en tu estación florida.
Veo a tu casa en la alta noche ahora,
la nieve de la luna con las hiedras
de la sombra escalando el muro frío,
como mi corazón, también, que añora
tantos días sin sol sobre sus piedras,
tantas noches sin ti en el pecho mío.
Veo a diario tu casa que, encendida
con ese sol, ya casi en primavera,
es la rosa del día más primera
por donde tú apareces a la vida.
Así mi corazón, casa dormida,
tiembla bajo tu sol, y no quisiera
más ventanas de amor, ni más espera
que la de hallarse en tu estación florida.
Veo a tu casa en la alta noche ahora,
la nieve de la luna con las hiedras
de la sombra escalando el muro frío,
como mi corazón, también, que añora
tantos días sin sol sobre sus piedras,
tantas noches sin ti en el pecho mío.
José GarcÃa Nieto
Transformación
Emergeré apacible, en el mundo del sueño,
con el rostro azotado por aires fantasmales,
y vagaré en el cielo, cubierto de silencio,
llevando entre mis ojos las hogueras de antes.
No tendré ya la fiera potencia de los rayos
que dan a las tormentas segundos abusivos,
y dejan la corteza, blanda, de los pantanos,
envuelta entre los gritos de árboles caídos.
No seguiré la noche con horribles jaurías
de colmilludos astros y lunas descompuestas,
ni golpearé la espalda de la tierra dormida
con ardientes meteoros y colas de cometas.
No fundiré perfiles de las cosas pequeñas
que guardan la semilla de mi brillante cosmos,
ni sembraré en el mundo castigos y tragedias,
ni execrables momentos de cosas en trastorno.
Estaré en la armonía, con sonrisa oportuna,
pegado a los vitrales históricos del tiempo;
actuando en sacramentos preñados de cordura,
haciendo comunión con las normas del cielo.
Mi gesto reposado, mi cara alucinada,
buscarán manifiestos legendarios del pacto;
que borra la fiereza fluctuante de las almas
y otorga la silvestre llaneza de los campos.
Estaré en las ideas que altamente suscribo
al ir por el recinto de las grandes estatuas,
como fruta sin nombre y el corazón herido
al enviar los reportes a las cruentas batallas.
Emergeré apacible, en el mundo del sueño,
con el rostro azotado por aires fantasmales,
y vagaré en el cielo, cubierto de silencio,
llevando entre mis ojos las hogueras de antes.
No tendré ya la fiera potencia de los rayos
que dan a las tormentas segundos abusivos,
y dejan la corteza, blanda, de los pantanos,
envuelta entre los gritos de árboles caídos.
No seguiré la noche con horribles jaurías
de colmilludos astros y lunas descompuestas,
ni golpearé la espalda de la tierra dormida
con ardientes meteoros y colas de cometas.
No fundiré perfiles de las cosas pequeñas
que guardan la semilla de mi brillante cosmos,
ni sembraré en el mundo castigos y tragedias,
ni execrables momentos de cosas en trastorno.
Estaré en la armonía, con sonrisa oportuna,
pegado a los vitrales históricos del tiempo;
actuando en sacramentos preñados de cordura,
haciendo comunión con las normas del cielo.
Mi gesto reposado, mi cara alucinada,
buscarán manifiestos legendarios del pacto;
que borra la fiereza fluctuante de las almas
y otorga la silvestre llaneza de los campos.
Estaré en las ideas que altamente suscribo
al ir por el recinto de las grandes estatuas,
como fruta sin nombre y el corazón herido
al enviar los reportes a las cruentas batallas.
Humberto Garza
Plaza Del Mundo
Tantas veces canté tu profundo
Vacío de teatro,
Que hace del hombre gárgola indefensa
En la turbia plenitud de las auroras
Pero no dije dónde.
Fui estancado río y llegué junto a ti;
Fui feliz en las estaciones de la flor
Y buscaba tus noches.
Sabedor me sé de cierta inclinación
Que tengo hacia los largos ecos;
Ya cualquier campana recuerda la medida
De alguna berenguela que no hizo
El póstumo poema.
Ahora que ya tienes la longitud
De un sueño
Y podemos, a tientas, proseguir
Viejos andares que van a morir al día,
Cómo voy a evocarte por vez primera!
Donde quise encuentros
Me espera un abrazo nunca dado.
De Pensar no tempestade, 1986
Tantas veces canté tu profundo
Vacío de teatro,
Que hace del hombre gárgola indefensa
En la turbia plenitud de las auroras
Pero no dije dónde.
Fui estancado río y llegué junto a ti;
Fui feliz en las estaciones de la flor
Y buscaba tus noches.
Sabedor me sé de cierta inclinación
Que tengo hacia los largos ecos;
Ya cualquier campana recuerda la medida
De alguna berenguela que no hizo
El póstumo poema.
Ahora que ya tienes la longitud
De un sueño
Y podemos, a tientas, proseguir
Viejos andares que van a morir al día,
Cómo voy a evocarte por vez primera!
Donde quise encuentros
Me espera un abrazo nunca dado.
De Pensar no tempestade, 1986
Ramiro Fonte
Nocturno
Eres la primera que te me paseas por aquí
en mucho tiempo a la redonda:
«Víveme, víveme, yo soy inagotable»,
con tu absurda existencia al desnudo:
«has visto tú qué linda soy dímelo chico»
pequeños senos duros rompeolas y el juego de las nalguitas:
«me canso en todo, menos en esto»
Y apruebo lo de mulata canela que te dicen, el relajo
ése de «óyeme, enfermona, tú,
que no somos de palo ni de hierros»
Vaya, como en cada uno de tus condenadas historias
jálate también aquí una conga del carajo.
Eres la primera que te me paseas por aquí
en mucho tiempo a la redonda:
«Víveme, víveme, yo soy inagotable»,
con tu absurda existencia al desnudo:
«has visto tú qué linda soy dímelo chico»
pequeños senos duros rompeolas y el juego de las nalguitas:
«me canso en todo, menos en esto»
Y apruebo lo de mulata canela que te dicen, el relajo
ése de «óyeme, enfermona, tú,
que no somos de palo ni de hierros»
Vaya, como en cada uno de tus condenadas historias
jálate también aquí una conga del carajo.
Enrique Lihn
Marina
¿Qué debemos hacer hoy para salvar la Cultura?
Curzio Malaparte
Para Vicente Gallego
Solo dos cosas, Filis, yo quisiera
decirte, hacer que aniden
en tu desvergonzado corazón: Es la primera
un consejo de Ovidio, cuando escribe: Si a una de vosotras
Venus negó sensual naturaleza,
fingid.
Supongo que ahora no lo entiendes.
Pero hazme caso.
Confía en tu instructor.
La otra se refiere
a tu pregunta: ¿Y cómo
sugieres que debería ser mi vida?
Querida, serás muchas.
Pero aquí sí que dicto
un canon. Y es curioso: lo dijo
un enemigo (acaso
de los más feroces, irreconciliable), el que fuera Ministro
de Propaganda en aquel Reich
e los Mil Años, Joseph Goebbels.
Según Speer en sus Memorias,
llamolo a su Departamento cierta tarde
Goebbels, y le pidió:
«Amigo Speer, quiero que me diseñe
un despacho de verdad impresionante».
«¿Cómo le gustaría?», dijo Speer.
«Estilo trasatlántico», repuso
Goebbels.
Pues eso, vida mía, Filis querida y deseada:
Estilo Trasatlántico.
¿Qué debemos hacer hoy para salvar la Cultura?
Curzio Malaparte
Para Vicente Gallego
Solo dos cosas, Filis, yo quisiera
decirte, hacer que aniden
en tu desvergonzado corazón: Es la primera
un consejo de Ovidio, cuando escribe: Si a una de vosotras
Venus negó sensual naturaleza,
fingid.
Supongo que ahora no lo entiendes.
Pero hazme caso.
Confía en tu instructor.
La otra se refiere
a tu pregunta: ¿Y cómo
sugieres que debería ser mi vida?
Querida, serás muchas.
Pero aquí sí que dicto
un canon. Y es curioso: lo dijo
un enemigo (acaso
de los más feroces, irreconciliable), el que fuera Ministro
de Propaganda en aquel Reich
e los Mil Años, Joseph Goebbels.
Según Speer en sus Memorias,
llamolo a su Departamento cierta tarde
Goebbels, y le pidió:
«Amigo Speer, quiero que me diseñe
un despacho de verdad impresionante».
«¿Cómo le gustaría?», dijo Speer.
«Estilo trasatlántico», repuso
Goebbels.
Pues eso, vida mía, Filis querida y deseada:
Estilo Trasatlántico.
José MarÃa Ãlvarez