Poemas de carlos fuentes
Poemas de carlos fuentes. Encuentra docenas de poemas de carlos fuentes con fotos para copiar y compartir.
Hay que llegar a saber que los hijos, vivos o muertos, felices o desdichados, activos o pasivos, tienen lo que el padre no tiene. Son más que el padre y más que ellos mismos. Nuestros hijos son los fantasmas de nuestra descendencia. El hijo es el padre del hombre.
Carlos Fuentes
Libertad es búsqueda de libertad. Nunca la alcanzaremos completamente. La muerte nos advertirá que hay límites a toda historia personal. La historia, que perecen y se transforman las instituciones que en un momento dado definen la libertad. Pero entre la vida y la muerte, entre la belleza y el horror del mundo, la búsqueda de libertad nos hace, en toda circunstancia, libres.
Carlos Fuentes
No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres.
Carlos Fuentes
¿La creación está inconclusa? Si. Y éste es el requisito por donde, inevitablemente, Dios se me cuela al mundo. Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, ¿Dios contiene el mal humano? Yo contesto, si. Somos reflejo también de la parte mala o inconclusa de Dios. Obramos para completar a Dios.
Carlos Fuentes
Lo que no tenemos lo encontramos en un amigo. Creo en este obsequio y lo cultivo desde la infancia. No soy en ello diferente a la mayor parte de los seres humanos. La amistades la gran liga inicial entre el hogar y el mundo. El hogar, feliz o infeliz, es el aula de nuestra sabiduría original pero la amistad es su prueba.
Carlos Fuentes
Si del amor hacemos la meta más cierta y el más cierto placer de nuestras vidas, ello se debe a que, por serlo para serlo, debe soñarse ilimitado solo porque es, fatalmente, limitado.
Carlos Fuentes
Un artista sabe que no hay belleza sin forma pero también que la forma de la belleza depende del ideal de una cultura. El artista trasciende, parcial y momentáneamente, el dilema, añadiendo un factor: no hay belleza sin mirada. Es natural que un artista privilegie a la mirada. Pero un gran artista no invita no solo a mirar sino a imaginar.
Carlos Fuentes
La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es.
Carlos Fuentes
Los celos matan el amor pero no el deseo. Este es el verdadero castigo de la pasión traicionada. Odias a la mujer que rompió el pacto de amor, pero sigues deseando porque su traición fue la prueba de su propia pasión.
Carlos Fuentes
Las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada.
Carlos Fuentes
Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.
Carlos Fuentes
La palidez de mi amigo no era insólita. Con los años, la piel de su rostro se unió al hueso y cuando movía las manos delgadas la luz las atravesaba sin pena.
Carlos Fuentes
Los celos matan el amor pero no el deseo. Este es el verdadero castigo de la pasión traicionada.
Carlos Fuentes
Si éste fuera un mundo perfecto no escribiríamos novelas ni haríamos películas. Lo viviríamos, a través del amor de los demás.
Carlos Fuentes
Para crear debes estar consciente de las tradiciones, pero para mantener las tradiciones debes de crear algo nuevo.
Carlos Fuentes
No estoy interesado en el segmento de vida, lo que quiero es un pedazo de la imaginación.
Carlos Fuentes
Literatura historia supera, por la literatura le da más de una vida. Se expande la experiencia y abre nuevas oportunidades para los lectores.
Carlos Fuentes
En contra de la cultura machista de México, a mis dos abuelas eran viudas jóvenes valientes. Siempre estuve muy cerca de estas mujeres inteligentes que trabajan duro.
Carlos Fuentes
No creo que cualquier buen libro se basa en la experiencia objetiva. Los libros malos son las cosas que el escritor ya conocía antes de que él los escribió.
Carlos Fuentes
Aquí, entre mis libros, mi esposa, mis amigos y mis amores, tengo un montón de razones para seguir viviendo.
Carlos Fuentes
Salmo Desesperado
Como el león llama a su hembra, y cálido
al aire da su ardiente dentellada,
yo te llamo, Señor. Ven a mis dientes
como una dura fruta amarga.
Mírame aquí sin paz y sin consuelo.
Ven a mi boca seca y apagada.
He devorado el árbol de la tierra
con estos labios que te aman.
Venga tu boca como luz hambrienta,
como una sima donde un sol estalla.
Venga tu boca de dureza y dientes
contra esta boca que me abrasa.
Tengo amargura, brillo como fiera
de amor espesa y de desesperanza.
Soy animal sin luz y sin camino
y voy llamándola y buscándola.
Voy oliendo las piedras y las hierbas,
voy oliendo los troncos y las ramas.
Voy ebrio, mi Señor, buscando el agrio
olor que dejas donde pasas.
Dime la cueva donde te alojaste,
donde tu olor silvestre allí dejaras.
Queriendo olerte, Dios, desesperado
voy por los valles y montañas.
Como el león llama a su hembra, y cálido
al aire da su ardiente dentellada,
yo te llamo, Señor. Ven a mis dientes
como una dura fruta amarga.
Mírame aquí sin paz y sin consuelo.
Ven a mi boca seca y apagada.
He devorado el árbol de la tierra
con estos labios que te aman.
Venga tu boca como luz hambrienta,
como una sima donde un sol estalla.
Venga tu boca de dureza y dientes
contra esta boca que me abrasa.
Tengo amargura, brillo como fiera
de amor espesa y de desesperanza.
Soy animal sin luz y sin camino
y voy llamándola y buscándola.
Voy oliendo las piedras y las hierbas,
voy oliendo los troncos y las ramas.
Voy ebrio, mi Señor, buscando el agrio
olor que dejas donde pasas.
Dime la cueva donde te alojaste,
donde tu olor silvestre allí dejaras.
Queriendo olerte, Dios, desesperado
voy por los valles y montañas.
Carlos Bousoño
Narciso
No es el lirio de nieve, no es el pálido lirio
el que refleja dulcemente en mi, su blancura:
en el gélido cáliz de su belleza pura
jamás pudo brindarme ni la paz ni el delirio.
Ni la dulce azucena de cándida clausura
bajo el azul erguida como trémulo cirio:
el sol que la desflora con radiante martirio
dice que su virtud no es par de su hermosura.
Solo erigen tu cuerpo los flancos de la diosa,
su sonrosada pulpa, su gracia procelosa,
la tersura y el ritmo de su vibrante curva.
Y solo tu pudieras, ingrávido narciso,
convertido en aroma, guardar el indeciso
palpitar de la Amada que mi soñar conturba.
No es el lirio de nieve, no es el pálido lirio
el que refleja dulcemente en mi, su blancura:
en el gélido cáliz de su belleza pura
jamás pudo brindarme ni la paz ni el delirio.
Ni la dulce azucena de cándida clausura
bajo el azul erguida como trémulo cirio:
el sol que la desflora con radiante martirio
dice que su virtud no es par de su hermosura.
Solo erigen tu cuerpo los flancos de la diosa,
su sonrosada pulpa, su gracia procelosa,
la tersura y el ritmo de su vibrante curva.
Y solo tu pudieras, ingrávido narciso,
convertido en aroma, guardar el indeciso
palpitar de la Amada que mi soñar conturba.
Carlos López Narváez
La Cour Carrée
Oh rápida, te amo.
Oh zorra apresurada al borde del vestido
y límite afilado de la bota injuriante,
rodilla de Artemisa fugaz entre la piedra,
os amo,
sombra huidiza en la escalera noble,
espalda entre trompetas por el puente.
Oh vagas, os envidio,
imágenes parejas en los grises
vahos de las cristaleras entornadas,
impacientes
-que llegan a las citas con retraso-
nervios de los que habitan (el descuido
seguro y arrogante de la puerta entreabierta
y el gesto ordenador de las cosas que miran).
Lo quiero casi todo:
la puerta del palacio con armas y figuras,
el nombre de los reyes y el latón de República.
Quiero tus ojos de extranjera ingenua
y la facilidad sin alma del copista.
Quiero esta luz de ahora. Es mi deseo
estar abierto, atento, hasta que parta.
Y quisiera que alguien me dijera
adiós,
contenida, riendo entre lágrimas.
Extranjero en las puertas, no estás solo,
mi apurada tristeza te acompaña.
Oh rápida, te amo.
Oh zorra apresurada al borde del vestido
y límite afilado de la bota injuriante,
rodilla de Artemisa fugaz entre la piedra,
os amo,
sombra huidiza en la escalera noble,
espalda entre trompetas por el puente.
Oh vagas, os envidio,
imágenes parejas en los grises
vahos de las cristaleras entornadas,
impacientes
-que llegan a las citas con retraso-
nervios de los que habitan (el descuido
seguro y arrogante de la puerta entreabierta
y el gesto ordenador de las cosas que miran).
Lo quiero casi todo:
la puerta del palacio con armas y figuras,
el nombre de los reyes y el latón de República.
Quiero tus ojos de extranjera ingenua
y la facilidad sin alma del copista.
Quiero esta luz de ahora. Es mi deseo
estar abierto, atento, hasta que parta.
Y quisiera que alguien me dijera
adiós,
contenida, riendo entre lágrimas.
Extranjero en las puertas, no estás solo,
mi apurada tristeza te acompaña.
Carlos Barral
Algo En Mi Sangre Espera Todavía...
Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.
Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.
Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.
De "Primavera de la muerte" 1946
Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.
Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.
Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.
De "Primavera de la muerte" 1946
Carlos Bousoño
Palabras En La Noche
Cecilia, dulce amiga. Hoy yo quisiera hablarte
con la verdad que nace de un corazón pequeño.
Decirte cómo un día yo quise condenarte.
A ti que fuiste solo la luz para mi sueño.
A ti que fuiste siempre la luz para mi vida,
la luz parada en medio de mi existencia vana,
la luz suave y callada, la luz dulce, esparcida,
valiente en la tristeza, luciente en la mañana.
A ti, blanca presencia del día silencioso,
escala de ternura, licor que yo he bebido.
a ti, prado o colina que esparce su reposo.
A ti a quien tantas veces mi amor ha entristecido.
Decirte, suavizarte, hablarte del rocío,
hablarte de la noche que baja lenta a verte,
cual baja ya tu vida, más dulce al pecho mío,
que quiso un día amarte y vino a deshacerte...
Cecilia, dulce amiga. Hoy yo quisiera hablarte
con la verdad que nace de un corazón pequeño.
Decirte cómo un día yo quise condenarte.
A ti que fuiste solo la luz para mi sueño.
A ti que fuiste siempre la luz para mi vida,
la luz parada en medio de mi existencia vana,
la luz suave y callada, la luz dulce, esparcida,
valiente en la tristeza, luciente en la mañana.
A ti, blanca presencia del día silencioso,
escala de ternura, licor que yo he bebido.
a ti, prado o colina que esparce su reposo.
A ti a quien tantas veces mi amor ha entristecido.
Decirte, suavizarte, hablarte del rocío,
hablarte de la noche que baja lenta a verte,
cual baja ya tu vida, más dulce al pecho mío,
que quiso un día amarte y vino a deshacerte...
Carlos Bousoño
Soneto Del Amor Elemental
Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.
Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.
Voy a tu corazón como las olas
a los buques cargados de amapolas
y de maderas claras y sencillas.
Doy con tu beso al fin, con tu ternura,
como el río con toda la llanura
y la sed con el agua sin orillas.
Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.
Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.
Voy a tu corazón como las olas
a los buques cargados de amapolas
y de maderas claras y sencillas.
Doy con tu beso al fin, con tu ternura,
como el río con toda la llanura
y la sed con el agua sin orillas.
Carlos Castro Saavedra
Dime Que Era Verdad
Dime que era verdad aquel sendero
que se perdía entre la paz de un prado;
aquel otero puro que he mirado
yo tantas veces con candor primero.
Dime que era verdad aquel lucero
que se incendia casi a nuestro lado.
Di que es verdad que vale un mundo amado
y un cuerpo roto en un vivir sincero.
Di que es verdad que vale haber sufrido
y haber estado entre la mar sombría;
que vale haber luchado, haber perdido.
Haber vencido a la melancolía,
haber estado en el dolor, dormido,
sin despertar, cuando llegaba el día.
Dime que era verdad aquel sendero
que se perdía entre la paz de un prado;
aquel otero puro que he mirado
yo tantas veces con candor primero.
Dime que era verdad aquel lucero
que se incendia casi a nuestro lado.
Di que es verdad que vale un mundo amado
y un cuerpo roto en un vivir sincero.
Di que es verdad que vale haber sufrido
y haber estado entre la mar sombría;
que vale haber luchado, haber perdido.
Haber vencido a la melancolía,
haber estado en el dolor, dormido,
sin despertar, cuando llegaba el día.
Carlos Bousoño
Mira Pibe, cuida la Flauta que la sonata es larga" Frase de don Carlos, como le decian, a un amigo al encontrarlo a la salida de un Cabaret de Buenos Aires
Carlos Gardel
Fuente: Pérez Rancel, Juan José. Biografía del arquitecto Carlos Raúl Villanueva, Colección Biblioteca Biográfica Venezolana, n.º 108, Ediciones El Nacional (2010).
Carlos Raúl Villanueva
Julio César les decía a sus hombres: ?No temáis, vais con César y su estrella?. Yo les digo a ustedes: ?No temáis, vaiscon Carlos Menem y su estrella
Carlos Menem
Habla Carlos Gardel; queridos amigos de la América Latina, de mi tierra y de mi raza: la Casa Víctor quiere que les anuncie la firma reciente de mi contrato de exclusividad con ella, y yo lo hago muy gustoso porque sé que nuestras grabaciones serán cada vez más perfectas y encontrarán en ustedes oyentes cordiales e interesados.
Carlos Gardel
Verdad, Mentira
Con tu verdad, con tu mentira a solas,
con tu increíble realidad vivida,
tu inventada razón, tu consumida
fe inagotable, en luz que tú enarbolas;
con la tristeza en que tal vez te enrolas
hacia una rada nunca apetecida,
con la enorme esperanza destruida,
reconstruida como el mar sus olas;
con tu sueño de amor que nunca se hace
tan verdadero como el mar suspira,
con tu cargado corazón que nace,
muere y renace, asciende y muere, mira
la realidad, inmensa, porque ahí yace
la verdad toda y toda tu mentira.
Con tu verdad, con tu mentira a solas,
con tu increíble realidad vivida,
tu inventada razón, tu consumida
fe inagotable, en luz que tú enarbolas;
con la tristeza en que tal vez te enrolas
hacia una rada nunca apetecida,
con la enorme esperanza destruida,
reconstruida como el mar sus olas;
con tu sueño de amor que nunca se hace
tan verdadero como el mar suspira,
con tu cargado corazón que nace,
muere y renace, asciende y muere, mira
la realidad, inmensa, porque ahí yace
la verdad toda y toda tu mentira.
Carlos Bousoño
Destino
Por mi culpa , mujer, por mis inviernos,
muchas veces tu cara se humedece de lágrimas.
Pero también por culpa de Dios, frecuentemente,
el rostro de la tarde se humedece de lluvia.
Por mi culpa , mujer, por mis inviernos,
muchas veces tu cara se humedece de lágrimas.
Pero también por culpa de Dios, frecuentemente,
el rostro de la tarde se humedece de lluvia.
Carlos Castro Saavedra
Adoración
Una flor no ha traído jamás la primavera
dígna de la enlbrujada noche de tu cabello
y que en blanda agonía, cercana de tu cuello
bajo el tibio perfume de tu aliento muriera.
Ni seda se ha tejido por mágica hilandera,
ni tul, ni encaje dignos de velar el destello
de tus brazos, tus hombros, tu flanco donde el sello
de su gracia dejaron la diosa y la quimera.
Aún no fue tallada la copa diamantina
que de la vid colmada con la sangre divina
merezca de tus labios la sapiente dulzura.
No hay plumas ni vellones, damascos ni tapices
dignos de que en su felpa desnuda te deslices;
ni sé qué amor exista digno de tu hermosura.
Una flor no ha traído jamás la primavera
dígna de la enlbrujada noche de tu cabello
y que en blanda agonía, cercana de tu cuello
bajo el tibio perfume de tu aliento muriera.
Ni seda se ha tejido por mágica hilandera,
ni tul, ni encaje dignos de velar el destello
de tus brazos, tus hombros, tu flanco donde el sello
de su gracia dejaron la diosa y la quimera.
Aún no fue tallada la copa diamantina
que de la vid colmada con la sangre divina
merezca de tus labios la sapiente dulzura.
No hay plumas ni vellones, damascos ni tapices
dignos de que en su felpa desnuda te deslices;
ni sé qué amor exista digno de tu hermosura.
Carlos López Narváez
El Vivir de La Amada
Yo sé que de tu pecho los latidos
están contados. Corazón, haz lento
tu misericordioso movimiento
y leves tus quejidos doloridos
por ese cuerpo, donde mis sentidos
ponen todo su amor, donde me siento
morir a cada golpe ceniciento
de tus redobles graves y oprimidos.
Y tú, ventana de mi amor, aldea
mía de paz, caricia que sestea,
umbral del mundo, amor de cada día.
Dame tu fe, tu claridad, mi estrella,
dime que existe lo que yo sabía
cuando era niño en la ciudad aquella...
Yo sé que de tu pecho los latidos
están contados. Corazón, haz lento
tu misericordioso movimiento
y leves tus quejidos doloridos
por ese cuerpo, donde mis sentidos
ponen todo su amor, donde me siento
morir a cada golpe ceniciento
de tus redobles graves y oprimidos.
Y tú, ventana de mi amor, aldea
mía de paz, caricia que sestea,
umbral del mundo, amor de cada día.
Dame tu fe, tu claridad, mi estrella,
dime que existe lo que yo sabía
cuando era niño en la ciudad aquella...
Carlos Bousoño
El Mundo Por Dentro
Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente,
habita mis pulmones y colmenas.
De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.
Llevo por dentro el fuego que por fuera
dora los panes, seca la madera
y produce el incendio del verano.
Las aves hacen nidos en mi pelo,
crece hierba en mi piel, como en el suelo,
y galopan caballos en mi mano.
Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente,
habita mis pulmones y colmenas.
De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.
Llevo por dentro el fuego que por fuera
dora los panes, seca la madera
y produce el incendio del verano.
Las aves hacen nidos en mi pelo,
crece hierba en mi piel, como en el suelo,
y galopan caballos en mi mano.
Carlos Castro Saavedra
Amor
Un deseo constante de alegría;
una urgencia perenne de lamento
y el corazón, campana sobre el viento
estrenando badajas de elegía.
Morir mil veces en un solo día
y otras tantas quemar el pensamiento
en la resurrección, que es el tormento
de pensar en la próxima agonía.
Ver en pupilas de mujer un llanto
y sorprenderlo convertido en canto
al soñar en un niño que lo vierte.
Esto es amor, candela estremecida
empujando la noche de la vida
hacia la madrugada de la muerte.
Un deseo constante de alegría;
una urgencia perenne de lamento
y el corazón, campana sobre el viento
estrenando badajas de elegía.
Morir mil veces en un solo día
y otras tantas quemar el pensamiento
en la resurrección, que es el tormento
de pensar en la próxima agonía.
Ver en pupilas de mujer un llanto
y sorprenderlo convertido en canto
al soñar en un niño que lo vierte.
Esto es amor, candela estremecida
empujando la noche de la vida
hacia la madrugada de la muerte.
Carlos Castro Saavedra
Vestida Como El Campo
De verde te amo más, con el vestido
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
Ataviada de selva, de árbol joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
Pienso que te sembré, que soy labriego,
que tu seno es el fruto de mi arado,
y que te salen hojas de la vida,
y ramas del costado.
Te quiero más así, toda de verde
olorosa a madera, esperanzada,
como recién salida de la tierra
con la cara mojada.
Déjame recostar sobre tu falda,
soñar que me he perdido en tu follaje,
y que un hijo me busca como loco
debajo de tu traje.
De verde te amo más, con el vestido
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
Ataviada de selva, de árbol joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
Pienso que te sembré, que soy labriego,
que tu seno es el fruto de mi arado,
y que te salen hojas de la vida,
y ramas del costado.
Te quiero más así, toda de verde
olorosa a madera, esperanzada,
como recién salida de la tierra
con la cara mojada.
Déjame recostar sobre tu falda,
soñar que me he perdido en tu follaje,
y que un hijo me busca como loco
debajo de tu traje.
Carlos Castro Saavedra
Sosiego
Des fauves souvenirs
flambent dans tes prunelles
Lean Deubel
Duérme: será dulce tu sueño
igual que sombra de flabelos
perfumada y mullida bajo un árbol,
en tanto que la luna de los parques
alumbra en lloro tenue
las vigilias inmóviles del mármol.
¡Duérme! Bája los párpados azules
sobre esas lágrimas felices.
Enormes soles rojos
reverberan, y en radas de molicie
los barcos se empenachan
y ponen rumbo a piélagos ignotos.
Los recuerdos -leones taciturnos-
vagan por el jardín de tus pupilas
que rudo arcángel guarda.
Sobre tu corazón ya mis arrullos
en vesperal bandada
replegaron las alas peregrinas.
Duérme tu noche sosegante, ungida
por los serenos cármenes
de mi tardía adolescencia...
Duérme, que de tu sueño en los umbrales,
un efebo de cándida sonrisa
abre sobre tus pies la cabellera.
Des fauves souvenirs
flambent dans tes prunelles
Lean Deubel
Duérme: será dulce tu sueño
igual que sombra de flabelos
perfumada y mullida bajo un árbol,
en tanto que la luna de los parques
alumbra en lloro tenue
las vigilias inmóviles del mármol.
¡Duérme! Bája los párpados azules
sobre esas lágrimas felices.
Enormes soles rojos
reverberan, y en radas de molicie
los barcos se empenachan
y ponen rumbo a piélagos ignotos.
Los recuerdos -leones taciturnos-
vagan por el jardín de tus pupilas
que rudo arcángel guarda.
Sobre tu corazón ya mis arrullos
en vesperal bandada
replegaron las alas peregrinas.
Duérme tu noche sosegante, ungida
por los serenos cármenes
de mi tardía adolescencia...
Duérme, que de tu sueño en los umbrales,
un efebo de cándida sonrisa
abre sobre tus pies la cabellera.
Carlos López Narváez
Reino Escondido
Avant cette époque... je ne vivais pas encore,
je végetais... ce fut alors que mon âme
commença à être susceptible d'impressions.
Casanova
No puedo recordar
por qué escogí aquel reino de ladrillo.
¿Por qué el rincón tan húmedo, la esquina
verde del corredor?
Solo el terror pasaba, a veces
la insolente figura devorada
casi enseguida por la luz.
Estuve solo siempre, al menos
que yo recuerde. Cuando entró
me pareció descalza,
alta la piel desnuda en la agitada penumbra.
Los aires hasta arriba
se tiñeron de ella, y todo olía
a nocturno animal;
yo mismo era su olor, yo mismo
casi como su espuma.
Ya no volvió a pasar.
Quedó su cuerpo en mí, la certidumbre
por debajo de todos los vestidos.
Quebró las horas del no hacer,
sembró de miedo el mundo
instrumental y blanco, entre temores.
Avant cette époque... je ne vivais pas encore,
je végetais... ce fut alors que mon âme
commença à être susceptible d'impressions.
Casanova
No puedo recordar
por qué escogí aquel reino de ladrillo.
¿Por qué el rincón tan húmedo, la esquina
verde del corredor?
Solo el terror pasaba, a veces
la insolente figura devorada
casi enseguida por la luz.
Estuve solo siempre, al menos
que yo recuerde. Cuando entró
me pareció descalza,
alta la piel desnuda en la agitada penumbra.
Los aires hasta arriba
se tiñeron de ella, y todo olía
a nocturno animal;
yo mismo era su olor, yo mismo
casi como su espuma.
Ya no volvió a pasar.
Quedó su cuerpo en mí, la certidumbre
por debajo de todos los vestidos.
Quebró las horas del no hacer,
sembró de miedo el mundo
instrumental y blanco, entre temores.
Carlos Barral