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Voz ( 2 )

Voz. Encuentra docenas de voz con fotos para copiar y compartir.


Su franco era el mío. Su voz era como abrazarla.


Cesare Pavese


Quién escucha la voz del anciano es como un árbol fuerte; quién tapa los oidos es como una rama al viento.


Proverbio Africano




Es increible y vergonzoso que ni predicadores ni moralistas eleven más su voz contra los abusos hacia los animales.


Voltaire


Sueño

Voya dormir de nuevo, en el penacho negro
que llevan en la cresta aquellas nubes altas.
Voya escapar del mundo y a disfrutar el sueño
que nos brinda el descanso que ya nunca se acaba.

Voya dejar la fuerte y apasionada angustia
que hierve entre las venas de mi sangre amargada,
para seguir caminos que nacen y se borran
en la piel infinita de tardes y mañanas.

Voya ascender a donde los vientos son continuos
y empujan incansables la fantasía del alma.
Mis versos, como gotas de rocío mañanero,
resbalarán del manto rosado de las albas.

Qué importa que desnudo, tirite mientras vuelo,
ingrávido en las nubes, sin plumas y sin alas.
Qué importa, si es más grande la frialdad de sentir
pasiones que perduran y que nunca se apagan.

Desde la fría torre de celestial iglesia,
mi lengua, de badajo, servirá a la campana,
y pegará en el bronce, llamando persistente,
a las almas sin rumbo que por el cielo vagan.

Cuando el violín de ausencias gima apartado y triste
bajo la inmensa sombra de las nubes que pasan,
mi voz irá cantando salmodiante y tranquila,
feliz en el murmullo de la lluvia lejana.


Humberto Garza


Lluvia

¡Te quiero!, -me dijiste,
y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.

( En al ventana oscura
la lluvia sonreía...
Tamboril de dulzura.
Gong de melancolía.)

-¿Me querrías tú lo mismo?-
Y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.

( La lluvia proseguía
llorando en los cristales...
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales.)

-¡Para toda la vida!-,
te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.

( La lluvia proseguía
llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana.)

Después, casi llorando,
yo te dije: -¡Te quiero!-
Y me quedé mirando
tus pupilas de acero.

-¡Para toda la vida!-
dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.

( En la ventana oscura
la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía.)


Rafael de León


Safo

Ese hombre es igual a los dioses
frente a frente sentado escuchando
tu dulce voz y tu encantadora risa.

Eso es lo que provoca un tumulto
en mi pecho. De solo mirarte
mi voz tiembla, mi lengua desfallece.

De inmediato, un ligero fuego corre
por mis miembros; mis ojos
enceguecen y mis oídos retumban.

Brota el sudor: un temblor
me acosa. Empalidezco más
que la hierba y a punto estoy de morir.

De "W.C.W. :Doce versiones"


Alberto Girri




Soneto Marinero

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.

Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.

Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.

Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.


Meira Delmar


5 de Junio

Te lo escribo en voz baja desde un 5 de junio.
Cuando baje la espuma (porque siempre
desciende).
Enciérrate este ahora en el recuerdo,
no señales el día.
Para olvidar no hay fechas.
Escríbele postales al entonces.
En alguna ventana
se quedará tu mano alcanzándome estrellas.

No sé por qué me afano en cosas del futuro
cuando puedo mirarte y saber de tus ojos.
Qué cerca por tus sienes al latir de tu sangre,
al instante infinito que perdura en el beso.

Quisiera preguntarle a todas las semanas
dónde estabas oculto sin domingos ni lunes,
mientras yo caminaba ya por sueños de ahora.

A veces cambia todo al volver una esquina.

Levantaré la copa mirando hacia la tarde.
Te quedará mi gesto bajo la luz tranquila
con músicas lejanas y renovadas lunas.


Concha Lagos


Trino Y Uno

II
Después de tantos mares donde se deshojaron
en otoños de espuma los leves rostros muertos
y fueron como sombras de incendiados marfiles
a plegarse en el fondo de dormidos espejos,
aquel sol de violetas y oro decapitado
que invadió sordamente la raíz de tu pecho
y trepó hasta tus ojos con moradas espinas,
y hasta tu voz con ácidos aguijones de hielo.

Y aquel canto bruñido por las lluvias del polen
se llenó de nocturnas mariposas sin sueño,
y el viento que jugaba por los altos vitrales
y entre los mirtos tuvo su casa de gorjeos,
resquebrajó el crestado recinto de tu audacia
y fue huracán golpeando tus árboles desiertos.

Mientras se despeñaban los altivos jardines
en un rescoldo amargo de melodiosos ecos,
en las duras florestas las tórtolas morían
ahogadas por un aire de serafines negros,
y cerraban sus párpados los olorosos claves
sellados para siempre por ruiseñores ciegos,
a orillas de la fiesta en que el centauro abría
como un rosario vivo su galope en tu verso,
entre escorias de cisnes y escrituras del frío,
sobre las tenebrosas arenas del desvelo
tú solo, tú en la isla, con las manos desnudas,
sitiada por la noche tu garganta de fuego.


Sara de Ibáñez




Jardín de Ceniza

Haber creído alguna vez
viendo la noche desplomarse al mundo
y una tristeza al corazón volcada,
y después ese cuerpo que oprimen nuestras manos:
la mujer que sonríe
y sobre el lecho se nos vuelve
cadáver mutilado en el recuerdo,
como mentira ínfima
o rosa desde siglos viviendo en el silencio.
Y sin embargo en ella nos perdemos,
muertos contra sus brazos, en su misterio mudos
tal una voz que nadie escucha,
frutos ya de cadáver de amor, petrificados;
su placer nos sostiene sobre un mentido mundo,
ahí nos consumimos continuando
en la vana tarea interminable,
y luego no creemos nada,
somos desolación o cruel recuerdo,
vacío que no encuentra mar ni forma,
rumor desvanecido en un duro lamento de ataúdes.


Alí Chumacero


A Un Poeta Sajón

Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo,
pesó como la nuestra sobre la tierra,
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tú que viniste no en el rígido ayer
sino en el incesante presente,
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
tú que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la épica,
tú que tejiste las palabras,
yú que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al Señor
sino a la espada de tu rey,
tú que con júbilo feroz cantaste,
la humillación del viking,
el festín del cuervo y del águila,
tú que en la oda militar congregaste
las rituales metáforas de la estirpe,
tú que en un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tú que tanto querías a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.


Jorge Luis Borges


A Tu Orilla

A tu orilla he venido. Tengo un otoño, un pájaro
y una voz desusada. Tú me esperas: un río,
una pasión y un fruto. Y tiene nuestro encuentro
el vuelo, la corriente, seguros, proclamados.

He venido a tu orilla con los brazos tendidos
y ahora ya soy la hierba que no termina nunca,
el barro donde el agua sujeta sus mensajes
y la cuna del cauce para mecer tu sueño.

Dime si estoy pendiente de mi diario trabajo,
si basta a tus oídos mi tristísimo verso
o si a mi sombra vive mejor mayo tu carne.

De tu orilla me iría si ahora me dijeras
que te amo solamente como los hombres aman
o que mi voz te suena como todas las voces.


José García Nieto


Murió de Nuevo Un Día...

Murió de nuevo un día... yo la amaba,
mas sin remedio se murió ese día...
-¡Vuelve, Rabino, vuelve!... - yo clamaba -
pero el Rabino rubio no volvía.

Pasó la niña veinte siglos muerta,
murió Cafarnaún de Palestina
y el alma mía, inútil y desierta,
lloraba de inmortal sobre las ruinas.

¡Y la amaba, la amaba... Su blancura
la buscaba en la blanca nebulosa,
su cabellera entre la noche oscura
y en el Poniente su color de rosa...

Y al fin la hallé... Escondida entre los tules
de una puesta de sol, estaba Ella;
su carne inmóvil entre dos azules
inauguraba la primera estrella...

Y la encontré más blanca todavía,
flotando en el azul, sin vestidura,
¡qué blanca estaba así!... la niña mía
tenía veinte siglos de blancura...

Clamé al Amor entonces... Voces buenas
dijeron a lo lejos: - Te ha escuchado! -
clamé al eterno Amor... y a mi lado
la blanca niña era una nube apenas...

Llegó el Amor. Los cielos fueron mudos,
su leve paso silenció la esfera,
llegó el eterno amor de pies desnudos,
maduro el trigo de la cabellera...

"No es muerta... duerme!... y le ordenó:
-¡Levanta!
y Ella se alzó, delgada de martirio,
y una voz le subió por la garganta
como una abeja que abandona un lirio.

Y ha vuelto a mí... su cabellera oscura,
su misma voz... pero en la mano fría
con veinte siglos de amasar blancura,
persiste el miedo de morirse un día....


Andrés Eloy Blanco




Esquivando una abeja de la flor, incliné mi cabeza y, cogiéndola luego por el tallo, escuché y oí, clara, la palabra... ¿Pronunciaste mi nombre? ¿O bien dijiste...? Sí, alguien dijo: ¡Ven!, mientras yo me inclinaba. Si acaso lo pensaba, no lo dije en voz alta... por eso regresé.


Robert Frost


Mi Corazón es una voz que te pide a solas que siempre estés aquí...


Jenniley Bonilla


Cuando me dices: Soy tuya, tu voz es miel y es aroma, es igual que una paloma torcaz que a su macho arrulla.


Francisco Villaespesa


El acento dulce de tu voz amada, me parece una ola de llanto que besa las playas.


Salvador Rueda


La Forma Del Vacío

Pienso que el sueño existe porque existo;
pero si contra el mundo cruzo rostros
y de ligeros vientos alzo vuelos,
túnicas que no han de vestir estatuas,
y con palabras que después desaparecen,
violadas de improviso,
evoco su mirada y sus palabras: "cielo", "vida"
que eran como un andar a oscuras,
tan tristes como yo y como mi alma,
como cuando la noche se derrumba
y viene hasta mis manos decaída,
pienso que existo porque el sueño existe.
Puedo encontrar las huellas que abandono:
la mujer que una vez amaba,
sus brazos, sus cansancios, su mirada
y su visible pensamiento,
olvidada columna en mi memoria,
y todo lo que puedo enumerar:
la tarde que a su lado había,
la noche de su voz y la desierta
despedida de entonces.

Pienso también: "La tierra es mi enemiga",
mas los seres que habitan su amargura
defienden mi existencia,
luchan con mi tristeza y cada día
presiento que he de hallar diversas tierras,
otras miradas, nuevas formas
hacia mi sueño transportadas,
hechas amor o cándidas caricias
como viajeras que en lo oscuro mueren
sin conocer la tierra donde yacen.

Encontraré también nuevas tristezas,
ojos que ya no miran, cadáveres vacíos
y otra vez el recuerdo de sus ojos,
el anhelar sediento que abandonaba en mí,
su muerta voz, su despedida.
Pero jamás conoceré mi propio sueño,
el alma que pretende defenderme,
mi corazón vacío, ni mi forma.


Alí Chumacero


Pasa tu zamba por la noche oscura, y el eco de tu voz en la llanura sigue buscando luz y primavera.


Atahualpa Yupanqui


Ahora

Me has enseñado a respirar
Juan Gelman

Porque ahora paso mi mano sobe el envés de las hojas y sé leer su alfabeto
y si cierro los ojos oigo correr un río y es tu voz que despierta

porque mi cuerpo comienza ahora en ti y acaba más allá de la lluvia
donde alcanzan tus brazos y el miedo acuartelado no vigila

y sé llamar las cosas
de modo que éstas salten se desnuden
y todo sea reciente
para mis ojos que aman en tus ojos

porque en mi llanto crecen blandas plantas carnívoras
y mi sangre palpita como una iguana abierta

porque ahora mi cuerpo recupera sus partes
y nace una piel nueva que derrota el verano

porque me has enseñado a respirar.


Piedad Bonnett


Xc

¿No has sentido en la noche,
cuando reina la sombra
una voz apagada que canta
y una inmensa tristeza que llora?

¿No sentiste en tu oído de virgen
las silentes y trágicas notas
que mis dedos de muerto arrancaban
a la lira rota?

¿No sentiste una lágrima mía
deslizarse en tu boca,
ni sentiste mi mano de nieve
estrechar a la tuya de rosa?

¿No viste entre sueños
por el aire vagar una sombra,
ni sintieron tus labios un beso
que estalló misterioso en la alcoba?

Pues yo juro por ti, vida mía,
que te vi entre mis brazos, miedosa;
que sentí tu aliento de jazmín y nardo
y tu boca pegada a mi boca.


Gustavo Adolfo Becquer


Jardín de invierno la luna como un hilo una voz de insecto.


Matsuo Basho


Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena.


Ana De Austria


La voz del intelecto es apagada, pero no descansa hasta haber logrado hacerse oír, y siempre termina por conseguirlo después de ser rechazada infinitas veces.


Sigmund Freud


No basta con tener la voz más melodiosa para entonar un tango. No. Hay que sentirlo, además. Hay que vivir su espiritu.


Carlos Gardel


Has Vuelto

Has vuelto, organillo. En la acera
hay risas. Has vuelto llorón y cansado
como antes.
El ciego te espera
las más de las noches sentado
a la puerta. Calla y escucha. Borrosas
memorias de cosas lejanas
evoca en silencio, de cosas
de cuando sus ojos tenían mañanas,
de cuando era joven... la novia... ¡quién sabe
Alegrías, penas,
vividas en horas distantes. ¡Qué suave
se le pone el rostro cada vez que suenas
algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspiro!
Has vuelto, organillo. La gente
modesta te mira
pasar, melancólicamente.
Pianito que cruzas la calle cansado
moliendo el eterno
familiar motivo que el año pasado
gemía a la luna de invierno:
con tu voz gangosa dirás en la esquina
la canción ingenua, la de siempre, acaso
esa preferida de nuestra vecina
la costurerita que dio aquel mal paso.
Y luego de un valse te irás como una
tristeza que cruza la calle desierta,
y habrá quien se quede mirando la luna
desde alguna puerta.

¡Adiós, alma nuestra! parece
que dicen las gentes en cuanto te alejas.
¡Pianito del dulce motivo que mece
memorias queridas y viejas!
Anoche, después que te fuiste,
cuando todo el barrio volvía al sosiego
-qué triste-
lloraban los ojos del ciego.


Evaristo Carriego




Te me has aparecido en sueños, tu voz era una lluvia refrescante, tu boca una fruta madura.


Jens August Schade


Lix

¡Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
¡Cuántas veces trazó mi silueta
la luna plateada,
junto a la del ciprés, que de su huerto
se asoma por las tapias!

Cuando en sombras la iglesia se envolvía
de su ojiva calada,
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.

En las noches de invierno, si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma.

A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.
Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.

A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras;
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!


Gustavo Adolfo Becquer


Primer Violín

Largamente, hasta tu pie
se azula el mar ya desierto,
y la luna es de oro muerto
en la tarde rosa té.

Al soslayo de la luna
recio el gigante trabaja,
susurrándote en voz baja
los ensueños de la luna.

Y en la lenta palpitación,
más grave ya con la sombra,
viene a tenderte la alfombra
su melena de león.


Leopoldo Lugones


Pero A Tu Sombra, Amor

Rompe el tabique, trae a la ceguera
el diálogo, tu música. Me llenas
de otra luz esta carne donde penas,
recuerdos van. Tú sigue, compañera,

cogida de mi mano. Me redime
esa voz tan alzada de romero,
de campo con simienza y caminero
paso. Veo en tu verbo, creo. Dime

por qué este olor -¿es mayo?-, cómo ha sido.
Habla o calla, mujer, pero a mi lado,
pero a tu sombra, amor, pero a tu oído,

pero a tus brazos. Habla o calla, esposa,
pero ahí. ¡No me sienta abandonado
sobre la Tierra inmensa, silenciosa!


Ramón de Garcíasol