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Voz ( 3 )

Voz. Encuentra docenas de voz con fotos para copiar y compartir.


La conciencia es la voz de las almas, las pasiones son las voces del cuerpo.


Jean-Jacques Rousseau


Sueños sin rumbo; en páramos quemados, la voz del viento.


Uejima Onitsura




Predestinada A La Tristeza

Ya no soy yo amado,
y no sé quién soy, si todavía permanezco,
si estoy aquí y lo que toco está.
Las palabras me caen como agua fresca,
la tristeza se riega en mi música ensangrentada.
En mi corazón se anida un animal herido
y mis versos preferidos los dije a la noche
que aguarda el beso caliente del amante
y el rumor perecedero de la piedra.
Ya no soy yo amado,
y no sé si estoy aquí, si mis miembros se cierran
o se abren,
si la muerte es un mal sueño dilatándose en mis venas,
recordando como una voz antigua,
mi no permanecer, ni fugaz sentir, mi antiguo malestar
caído de la duda.


Orietta Lozano


La libertad no conoce fronteras. . . Una voz ardiente de libertad en un país puede levantar los espíritus de otra en un lugar lejano.


Kofi Annan


Amame como quiere su ambrosía en el jardín la flor; como ama de su voz la melodía festivo ruiseñor.


Ricardo Palma


Atrás la tierra, el agua, el fuego, el aire: dejad que diga el pensamiento solo la flor sin cuerpo de mi voz desnuda.


Sara De Ibáñez




Clima

Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.

Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas
y un soplo ágil en todo, son el canto.
Palmas había, palmas y las brisas
y una luz como espadas por el ámbito.

El viento fiel que mece mi poema,
el viento fiel que la canción impele,
hojas meció, nubes meció, contento
de mecer nubes blancas y hojas verdes.

Yo soy la voz que al viento dio canciones
puras en el oeste de mis nubes;
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.

Y en mi país apacentando nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.

La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.

Este verde poema, hoja por hoja
lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.

Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,
árboles verdes, verde algarabía
de las hojas menudas y el moroso
viento mueve las hojas y los días.

Dance el viento y las verdes lontananzas
me llamen con recónditos rumores:
dócil mujer, de miel henchido el seno,
amó bajo las palmas mis canciones.


Aurelio Arturo


La voz de la sangre se puede oír en el silencio.


José Narosky


Podríais enterrarme en la voz de cualquier niño si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.


Luis Cardoza Y Aragón




Yo Fui La Más Callada

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo...

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
solo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.

Un día, por las playas amarillas de histeria,
muchas caras ocultas de ambición te siguieron;
por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos
se colaron las voces sin cruzar tu misterio...

Yo fui la más callada.
La voz casi sin eco.
La conciencia tendida en sílaba de angustia,
desparramada y tierna, por todos los silencios.

Yo fui la más callada.
La que saltó la tierra sin más arma que un verso.
¡Y aquí me veis, estrellas,
desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!


Julia de Burgos


Eras tu la que sacudiendo velos en mi boca húmeda me entregabas la voz con que te podía llamar.


Joseph Brodsky


Te supe a media voz con un deseo mágico rozándonos tobillos los secretos más profundos del pecado.


Sara De Ibáñez


Son Diurno

Ahora que ya tu calidad es ardiente y dura,
como el órgano que se rodea de un fuego
húmedo y redondo hasta el amanecer
y hasta un ancho volumen de fuego respetado.

Ahora que tu voz no es la importuna caricia
que presume o desordena la fijeza de un estío
reclinado en la hoja breve y difícil
o en un sueño que la memoria feliz
combaba exactamente en sus recuerdos,
en sus últimas, playas desoídas.

¿Dónde está lo que tu mano prevenía
y tu respiración aconsejaba?
Huida en sus desdenes calcinados
son ya otra concha,
otra palabra de difícil sombra.
Una oscuridad suave pervierte
aquella luna prolongada en sesgo
de la gaviota y de la línea errante.

Ya en tus oídos y en sus golpes duros
golpea de nuevo una larga playa
que va a sus recuerdos y a la feliz
cita de Apolo y la memoria mustia.
Una memoria que enconaba el fuego
y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas
el discurso del fuego acariciado.


José Lezama Lima




Antífona Del Amor Inmutable

Siempre habré de quererte como ahora:
¡Amor de luces blancas!...
¡Fuego de sol que me calienta el pecho
y no levanta llama!

Con esta misma música recóndita,
tan profunda y tan vaga
como el rumor inmenso que recoge
el caracol de nácar.

Con el íntimo verso que revienta
en sencillas palabras
y queriendo expresar todo lo bello,
casi no dice nada.

Con el goce callado de sentirte
en la raíz del alma:
savia celeste que mi anhelo yergue
hasta las nubes altas.

Con el ensueño renovado y fresco
y esta ternura clara
que apenas cuaja en la caricia leve,
como el roce de un ala.

...Siempre habré de quererte como ahora,
aunque después me vaya
errante y sola, con el llanto mudo,
y la emoción ahogada.

He de llevar en el oído fino
tu suave voz lejana
y en el pequeño corazón rebelde
tu misteriosa marca

Porque me amarra a ti nudo de siglos,
y saltando distancias
fui persiguiendo en encontrados rumbos
la huella de tu planta.

Porque llegué de la negrura densa:
una sombra agachada...
y en tus brazos de amparo se encendía
el resplandor del alba.

Porque el sollozo, retorcido y hondo,
colmando mi garganta,
soltó en la cuenca de tu mano tibia
su amargura salada.

Porque anclé mi inquietud en el remanso
de tu pureza intacta
y meció tu silencio transparente
mi vela desgarrada.

Porque encontraste la verdad oculta
bajo mi forma vana.
¡Y el mismo Dios, con su pupila eterna
me mira en tu mirada!


Claudia Lars


Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. Yo bajaré los abismos que me digas. Yo beberé tus cálices amargos. Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. Yo me quedaré sin voz para que tú cantes. Yo he de morir para que tú no mueras, para que emerja tu rostro flameando al horizonte de cada flor que nazca de mis huesos.


Otto René Castillo


Aeternum Vale

Un dios misterioso y extraño visita la selva.
Es un dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Cuando la hija de Thor espoleaba su negro caballo,
le vio erguirse, de pronto, a la sombra de un añoso fresno.
Y sintió que se helaba su sangre
ante el dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

De la fuente de Imer, en los bordes sagrados, más tarde,
la Noche a los dioses absortos reveló el secreto;
El Águila negra y los Cuervos de Odín escuchaban,
y los Cisnes que esperan la hora del canto postrero;
y a los dioses mordía el espanto
de ese dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

En la selva agitada se oían extrañas salmodias;
mecía la encina y el sauce quejumbroso viento;
el bisonte y el alce rompían las ramas espesas,
y a través de las ramas espesas huían mugiendo.
En la lengua sagrada de Orga
despertaban del canto divino los divinos versos.

Thor, el rudo, terrible guerrero que blande la maza,
-en sus manos es arma la negra montaña de hierro,-
va a aplastar, en la selva, a la sombra del árbol sagrado,
a ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Y los Dioses contemplan la maza rugiente,
que gira en los aires y nubla la lumbre del cielo.

Ya en la selva sagrada no se oyen las viejas salmodias,
ni la voz amorosa de Freya cantando a lo lejos;
agonizan los Dioses que pueblan la selva sagrada,
y en la lengua de Orga se extinguen los divinos versos.

Solo, erguido a la sombra de un árbol,
hay un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.


Ricardo Jaimes Freyre


Le Obliga A Que La Mire...

Es fruto agraz al paladar
y sedoso para los labios
que han conocido su contorno
y percibieron la afluencia.

Ella jugaba aquella noche
cautivada por la ternura
de una voz que a su decisión
sólo dijo: si tú lo quieres...

Ahora le obliga a que la mire,
para que vea lo que es suyo
y lo que luego ha de perder
cuando se aparte de sus ojos.


José Agustín Goytisolo


Si abrieras realmente los ojos, y vieras, verías tu imagen en todas las imágenes. Y si abrieras tus oídos para oír, oirías tu propia voz en todas las voces.


Khalil Gibran


Chilla la grulla con voz que desgarra el banano.


Matsuo Basho


Contigo

No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?

Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.

¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?

En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.


Manuel Altolaguirre


Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.


Voltaire


La respuesta suave calma la ira, así como el aceite calma las olas. Esta respuesta suave, casi en voz baja, lenta y buena es una de las empresas más difíciles de este mundo.


Noel Clarasó


Quiero que llegue, pero no deseo acercarme a tu voz y no quemarme.


Gloria Fuertes


Hacia Los Afluentes

Esta misma quietud
la reconoces,
el lecho de la luz,
esplendor del estío,
y tu pálido cauce adolescente,
la imagen aún borrosa del clamor y de la yerba.
Como un vaho transterrado
de las fiebres antiguas,
sube todo el silencio
deshojando tu cuerpo.
Este bosque de sauces
que fuera tu dominio,
es hoy el cementerio
del yo que le entregaste.
Mirando hacia esa loma
descubriste el deseo
y el principio de ser memorial abrasado.
Esta misma quietud
la reconoces,
fugaz y transitoria
la voz del epitafio;
y es todo lo que ha muerto
el ayer navegable.


De "Memorial de Amauta"


Amalia Iglesias


La Musa

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.

A veces nos asalte un aguijón de abeja:
úna raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en tu risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y puñales!

Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma en un instante,
que el Universo quepa en sus ansias divinas.

Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que, erguida, su corona reclame
¡de rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!


Delmira Agustini


Si oyes una voz dentro de ti diciéndote 'no sabes pintar', pinta, faltaría más, y la voz se callará.


Vincent Van Gogh




Invisible es el ser que domina, invisible es la voz que guia.


Ernst Fischer


Tengo Marcado Un Nombre

Tengo marcado un nombre
no sé por quién, ni donde. Tengo un número
como deben tenerlo las plantas y los pájaros.
Me llaman y respondo.
Me vuelven a llamar desde una cima,
debajo de una roca, en un bosque desierto.
Me vuelvan a llamar desde una iglesia,
desde una sobremesa familiar, desde un amigo.
Me vuelven a llamar desde una tumba.

Sé que pude ser ciervo,
o pude ser encina, o no pasar de tierra.

Para decir: ya voy, tengo una voz concreta
que no me sé escuchar porque no es mía.
Parte de mí y se esconde,
aunque presiento que después de todo
he de volver a verla.

Es fácil responder,
A veces solo basta mirar o ser mirado
o sentirse sabido de memoria.
Puede ser suficiente
abrir los ojos, extender los brazos
y decir: aquí estoy.

Contestar es vivir. Basta gritar: ¡alerta!
La muerte debe ser
la primera llamada incontestable.


Rafael Guillén


Caminante no hay camino

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso.


Antonio Machado


Lied Iii

En la costa brava
Suena la campana,
Llamando a los antiguos
Bajales sumergidos.
Y como tamiz celeste
Y el luminar de hielo,
Pasan tristemente
Los bajales muertos.
Carcomidos, flavos,
Se acercan bajando...
Y por las luces dejan
Oscuras estelas.
Con su lenguaje incierto,
Parece que sollozan,
A la voz de invierno,
Preterida historia.
En la costa brava
Suena la campana
Y se vuelven las naves
Al panteón de los mares.


José María Eguren