Las mujeres son como los sartenes, cuando están calientes les puedes meter la carne.
No confiando en la amistad de hombre alguno, no pudo reconocer a un enemigo cuando éste realmente se presentó.
Si se sobrepasa la medida, lo más agradable se torna en lo más desagradable.
Por consiguiente, ningún capitalista puede prescindir de los demás.
Va a llegar el final: olvidemos la música y dejemos que ahora el lenguaje universal entre los hombres sea el silencio.