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Salustio: Mayor es el peligro cuando may...

Mayor es el peligro cuando mayor es el temor.

Salustio

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La CompaÃ±era

A Cintio Vitier

A veces se la encuentra
en mitad del camino de la vida
y ya todo estÃ¡ bien. No importa nada.
No importa el ruido, ni la ciudad, ni la mÃ¡quina.
No te importa. La llevas de la mano,
compaÃ±era tan fiel como la muerte,
y asÃ va con el tren como el paisaje,
en el aire de abril como la primavera,
como la mar junto a los pinos,
junto a la loma como estÃ¡ la palma,
o el chopo junto al rÃo,
o aquellos arrayanes junto al agua.
No importa. Como todo lo que une
y completa. Junto a la sed el agua,
y al dolor el olvido. El fuego con la fragua,
la flor y la hoja verde,
y el mar azul y la espuma blanca.
La niÃ±a pequeÃ±ita
con el brazo de amor que la llevaba,
y el ciego con su perro lazarillo,
y el Tormes junto a Salamanca.
Lo uno con lo otro tan cerrado
que se completa la mitad que falta.
Y el cielo con la tierra.
Y el cuerpo con el alma.
Y tÃº, por fin, para decirlo pronto,
mi soledad, en Dios transfigurada.

Cuenta y razÃ³n conserva amistad.

MÃ¡s fÃ¡cilmente se entiende lo que por partes se propone.

Tardes de Lluvia

Bate la lluvia la vidriera
y las rejas de los balcones,
donde tupida enredadera
cuelga sus floridos festones.

Bajo las hojas de los Ã¡lamos
que estremecen los vientos frescos,
piar se escucha entre sus tÃ¡lamos
a los gorriones picarescos.

AbrillÃ¡ntase los laureles,
y en la arena de los jardines
sangran corolas de claveles,
nievan pÃ©talos de jazmines.

Al Ãºltimo fulgor del dÃa
que aÃºn el espacio gris clarea,
abre su botÃ³n la peonÃa,
cierra su cÃ¡liz la ninfea.

Cual los esquifes en la rada
y reprimiendo sus arranques,
duermen los cisnes en bandada
a la margen de los estanques.

Parpadean las rojas llamas
de los faroles encendidos,
y se difunden por las ramas
acres olores de los nidos.

Lejos convoca la campana,
dando sus toques funerales,
a que levante el alma humana
las oraciones vesperales.

Todo parece que agoniza
y que se envuelve lo creado
en un sudario de ceniza
por la llovizna adiamantado.

Yo creo oÃr lejanas voces
que, surgiendo de lo infinito,
inÃcianme en extraÃ±os goces
fuera del mundo en que me agito.

Veo pupilas que en las brumas
dirÃgenme tiernas miradas,
como si de mis ansias sumas
ya se encontrasen apiadadas.

Y, a la muerte de estos crepÃºsculos,
siento, sumido en mortal calma,
vagos dolores en los mÃºscolos,
hondas tristezas en el alma.