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Alfonso Guerra: A Felipe no le gusta el partid...
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Alfonso Guerra
A Felipe no le gusta el partido que tiene.
Alfonso Guerra
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Después de dos o tres estrofas compuestas con toda facilidad y de algunas comparaciones que lo sorprendieron, el don del trabajo se apoderó de él y advirtió la proximidad de lo que se llama inspiración. La correlación de las fuerzas que presiden la creación parecen tomar entonces la iniciativa. La prioridad ya no corresponde a su autor ni a su estado de ánimo, al que trata de dar expresión, sino al lenguaje con que quiere expresarlo. El lenguaje, del cual nace el significado y la belleza adquiere su ropaje, comienza de suyo a pensar y hablar y todo se hace música, no en el sentido de pura resonancia fonética, sino como la consecuencia y duración de su flujo interno. Entonces, lo mismo que la masa corriente de un rÃo, que con su fluir limpia las piedras del fondo y hace girar las ruedas del molino, el lenguaje que fluye, va creando por sÃ, en su carrera, casi inadvertidamente con la fuerza de sus leyes, el metro y la rima y mil otras formas y relaciones más secretas, desconocidas hasta ese, momento, no singularizadas y sin nombre.
En aquellos momentos Yuri Andréivich se daba cuenta de que no era él quien llevaba a cabo el trabajo esencial, sino algo más grande que él, que por encima de él lo guiaba: la situación del pensamiento y la poesÃa en el mundo, lo que a la poesÃa le estaba reservado en el porvenir, el camino que ella tenÃa que recorrer en su desarrollo histórico. Ãl era solamenta una ocasión y un punto de apoyo para que ella pudiera ponerse en movimiento.
Podéis hacerme abdicar de mis glorias y de mi estado, pero no de mis tristezas. ¡TodavÃa soy rey de mis amarguras?!
«Salvo una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada».
No me importa ser un átomo del último piojo de su Reino, pero me importa que Dios esté a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón.