Sun Tzu: to blame....
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- Sun Tzu
Ayúdalo a entender que ?nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales? (Efesios 6:12). Oro para que esté fuerte en el Señor y que se ponga toda la armadura de Dios, para que pueda hacer frente a las artimañas del diablo en el dÃa malo. Ayúdalo a ceñir sus lomos con el cinturón de la verdad y protegerse con la coraza de justicia, calzados sus pies con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Ayúdalo a tomar el escudo de la fe, con el cual pueda apagar todas las flechas encendidas del maligno. Oro para que tome el yelmo de la salvación, y la espada del EspÃritu, la cual es la Palabra de Dios, orando siempre en el EspÃritu con toda oración y súplica, vigilando y manteniéndose
Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un dÃa: «Me gustarÃa contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que querÃa conocer y mis preguntas serÃan satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminarÃa la guerra para mÃ. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mÃ! Conocer cuándo serÃamos liberados los de este campo y cuándo terminarÃan nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavÃa se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el dÃa prometido, las noticias que recibÃamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el dÃa en que según su profecÃa terminarÃa la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus... Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el dÃa señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió vÃctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad.