Poco antes del final, con un destello de júbilo, se dio cuenta de pronto que nunca había estado tan cerca de alguien a quien amaba tanto
Gabriel García Márquez
«El alcalde tiene dos obligaciones que están por encima de cualquier otra: mantener la ciudad segura y gobernar de una manera claramente liberal y progresista. Perdido eso, la magia desaparecería.�...
Cada cual lleva en sí mismo un pequeño cementerio a los que ha amado.
Cuando las autoridades son muchas, tienden a cancelarse entre sí, y la única autoridad efectiva es la de quien debe elegir entre ellas (...) las autoridades ya no mandan, sino que intentan congracia...
Es difícil no creerse superior cuando uno sufre, y el ver gente feliz nos da náuseas.