Guardaos de confundir la fe con la presunción. La verdadera fe se aviene con la humildad; el que la posee pone su confianza en Dios más que en sí mismo, porque sabe que, simple instrumento de la voluntad de Dios, nada puede sin El, y por esto los buenos Espíritus vienen en su ayuda. La presunción más bien es orgullo que fe, y el orgullo es siempre castigado, más o menos tarde, por los desengaños y las desgracias que sufre.
Allan Kardec