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Cicerón: Cuando aspiras a alcanzar el p...

Cuando aspiras a alcanzar el puesto más alto, recuerda que es honorable la segunda, o tercera posición.

Cicerón

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MÃ¡s de la mitad del cerebro humano estÃ¡ dedicado al proceso de ver y de interpretar lo que se ve?.

Â¿Ha visto usted los periÃ³dicos? Los conformistas nos la estÃ¡n preparando buena, Â¿no?
- Â¿Eh...? SÃ..., sÃ, seÃ±or -murmurÃ³ Claude.
- Esos cerdos... Ha llegado el momento de espabilarse... Como usted sabe, estÃ¡n todos armados.
- Oh... -dijo Claude.
- Claramente se vio durante el Liberacionamiento. Llevaban armas para llenar camiones. Y, naturalmente, las personas decentes, como usted o como yo, no tenemos armas.
- Muy cierto.
- Usted, Â¿no tiene?
- No, seÃ±or Saknussem.
- Â¿PodrÃa usted agenciarme un revÃ³lver? -preguntÃ³ Saknussem a quemarropa.
- Es que... -dijo Claude-. QuizÃ¡s el cuÃ±ado de la seÃ±ora que me alquila la habitaciÃ³n... No sÃ©...
- Perfecto -dijo su jefe-. Cuento con usted, Â¿eh? Que tampoco resulte demasiado caro; y con cartuchos, eh. Esos cerdos conformistas... No queda mÃ¡s remedio que ser precavido, Â¿eh?
- Indudablemente -dijo Claude.
- Gracias, LÃ©on. Cuento con usted. Â¿CuÃ¡ndo podrÃa traÃ©rmelo?
- Tengo que preguntar.
- Por supuesto. TÃ³mese el tiempo que necesite. Si quiere salir un poco antes...
- Oh, no. No merece la pena.
- Perfectamente. Y, por otra parte, cuidado con los borrones, Â¿eh? PreocÃºpese de su trabajo. QuÃ© diablos, no se le paga para no hacer nada.
- TendrÃ© cuidado seÃ±or Saknussem -prometiÃ³ Claude.
- Y llegue a su hora -concluyÃ³ el jefe-. Ayer llegÃ³ usted con seis minutos de retraso.
- Sin embargo, hoy estaba aquÃ nueve minutos antes... -dijo Claude.
- SÃ -dijo Saknussem-, pero habitualmente llega usted con cuarto de hora de adelanto.

Guardaos de confundir la fe con la presunciÃ³n. La verdadera fe se aviene con la humildad; el que la posee pone su confianza en Dios mÃ¡s que en sÃ mismo, porque sabe que, simple instrumento de la voluntad de Dios, nada puede sin El, y por esto los buenos EspÃritus vienen en su ayuda. La presunciÃ³n mÃ¡s bien es orgullo que fe, y el orgullo es siempre castigado, mÃ¡s o menos tarde, por los desengaÃ±os y las desgracias que sufre.

Tom volviÃ³ a coger un libro. Cuando uno de los odiosos crÃos de cuatro aÃ±os pasÃ³ corriendo por enÃ©sima vez junto a Ã©l, balbuciendo tonterÃas, Tom metiÃ³ ligeramente un pie en el pasillo. El pequeÃ±o monstruo cayÃ³ de bruces y casi al instante empezÃ³ a chillar como un demonio. Tom fingiÃ³ dormir. Una azafata aburrida se acercÃ³ al pequeÃ±o para ayudarle a levantarse. Tom vio que un hombre sentado al otro lado del pasillo hacÃa una mueca de satisfacciÃ³n. Tom no estaba solo.