Miguel Hernández: No perdono a la muerte enamora...

No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada
Miguel Hernández
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Los Hombres, pudiendo ser desiguales en fuerza o en talento, se hacen iguales por convención y por derecho.
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Tan peligroso puede ser un estúpido ilustrado como un cateto a quien la inteligencia no le sirve para dejar de serlo.

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