Muchos niños, muchos cuidados; ningún niño, poca felicidad.
Escucha a los deseos de tus hijos. Anímales y dales la autonomía para tomar sus propias decisiones.
Antes de culpar a un niño, asegúrate no ser la causa de sus errores.
Los niños son las manos con las que nos apoderamos de los cielos.
Un niño maleducado es un niño perdido.