Le gustaba la lluvia en Trípoli, era violenta, repentina como sus sentimientos.
Margaret Mazzantini
Luego volvió a la puerta y allí permaneció mientras duró la lluvia, mirando cómo Dios aflojaba por un rato las tuercas de su tormento.
Examinó el cielo. Las estrellas aparecían desdibujadas, y la luna, borrosa: señal de que se avecinaba lluvia.
Con lluvia este camino, sería otro camino, este bosque otro bosque.
La lluvia obstinada y fría de aquella tarde brumosa, ¡Desbarató muchos nidos y deshojó muchas rosas!