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Terencio: ¡Lo mío, por mí y para mí!...

¡Lo mío, por mí y para mí!

Terencio

DESPEDIDA DE UN PAISAJE

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los aÃ±os
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenara la hierba.
Si los tallos vacilan
serÃ¡ sÃ³lo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahÃa deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estÃ¡n sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reÃr, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que Ã©l la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
De veras los deseo
que lo oigan.

No exijo ningÃºn cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero no obedientes.

Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

A Tita le encantarÃa ser una simple semilla, no tener que dar cuentas a nadie de lo que se estaba gestando en su interior, y poder demostrarle al mundo su viente germinado sin exponerse al rechazo de la sociedad

los ateos no acertamos a vivir sin los clÃ©rigos', dijo Abrenuncio. 'Los pacientes nos encomiendan sus cuerpos, pero no sus almas, y andamos como el diablo, tratando de disputÃ¡rselas a Dios'.

He escuchado a un pÃ¡jaro cantar durante mÃ¡s de veinte minutos. Quisiera poder hablar ?pÃ¡jaro?.