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Jane Austen: Con ese libro hacía llevade...

Con ese libro hacía llevaderas sus horas de ocio y se sentía consolado en las de abatimiento.

Jane Austen

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RebeldÃa. Pero la rebeldÃa no es un gesto altisonante. No es un grito, no es un insulto, no es una pedrada, no es una mala contestaciÃ³n, es mucho mÃ¡s profundo. La rebeldia es un grito de la inteligencia y de la voluntad que dice, y lo voy a decir en romÃ¡n paladino: Â¡no me da la gana de decirle que sÃ a esta actual situaciÃ³n! -Â¿Por quÃ©? - Â¡Porque no quiero y me niego a decirle que sÃ! Porque entiendo que puede haber otra situaciÃ³n y por tanto yo no asumo esta podredumbre y no participo en ella y lucho contra ella. Y esta actitud es una actitud intelectual, y cuando digo intelectual no quiero hablar de universitario, [hablo] de la mente de cualquier ser humano. Es un posicionamiento que nace de la mente y del corazÃ³n, del fuego del querer cambiar. Esta es la rebeldÃa fundamental. Lo otro son voces, son chillidos, son insultos, son graznidos. - Â¡Dale caÃ±a! - Circo romano. Â¡No, no! La rebeldÃa no es ni mÃ¡s ni menos que el posicionamiento con otros valores y la decisiÃ³n de hacerles frente. RebeldÃa para decir que no aceptamos que la 'Competitvidad y el Mercado' sean los que rijan los destinos de las sociedades. Que entendemos que hay una declaraciÃ³n universal de derechos humanos que tiene que cumplirse y que eso significa sociedad de pleno empleo, donde el hombre y la mujer sean exactamente iguales, donde no haya marginados y que costarÃ¡ mucho tiempo y mucho sacrificio, pero es hermoso luchar. Â¡Incluso morir por eso! Porque morir tenemos que morir, muramos por lo menos luchando por un ideal noble y no consumiÃ©ndonos como un brasero.

Y allÃ estaba yo. Y ellas me vieron y yo las vi. Â¿Y quÃ© fue lo que vi? Ojeras. Labios partidos. PÃ³mulos brillantes. Una paciencia que no me pareciÃ³ resignaciÃ³n cristiana. Una paciencia como venida de otras latitudes. Una paciencia que no era chilena aunque aquellas mujeres fueran chilenas. Una paciencia que no se habÃa gestado en nuestro paÃs ni en AmÃ©rica y que ni siquiera era una paciencia europea, ni asiÃ¡tica ni africana (aunque estas dos Ãºltimas culturas me son prÃ¡cticamente desconocidas). Una paciencia como venida del espacio exterior. Y esa paciencia a punto estuvo de colmar mi paciencia.

Quedamos a la espera de su pronta y amable aprobaciÃ³n, asegurÃ¡ndole nuestro altÃsimo respeto, honorable Sr. canciller

A pesar de que la vida de un hombre se componga de miles y miles de momentos y dÃas, esos muchos instantes y esos muchos dÃas pueden ser reducidos a uno: el momento en que un hombre averigua quiÃ©n es, cuando se ve cara a cara consigo mismo.