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Josephine Tey: La verdad es la hija del tiemp...
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Josephine Tey
La verdad es la hija del tiempo.
Josephine Tey
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Señor Bond; en Chicago tienen un proverbio: «Una vez es casualidad; dos, coincidencia; y la tercera vez? una acción hostil».
Hola. Soy Taylor. Soy la chica la cual su mejor amigo es una guitarra y todavÃa sigo creyendo que el prÃncipe azul existe en algún lugar ahi afuera totalmente equipado con un gran cabello y un inmaduro sentido del humor. Me pongo demasiadas pulseras y no puedo concentrarme en la conversación si el televisor está encendido. Me encantan las sorpresas y las suelos de madera(hardwood). Mi número de la suerte es el 13 y ahora mis uñas están pintadas de 5 colores diferentes. Yo escribo canciones y espero que os gusten. Esta es mi página de Youtube, y Te quiero por estar mirandola.
Cuando regresó, el hijo del posadero le entregó las ropas del guerrero, limpias y dobladas. Mikhon Tiq las subió al sobrado y las colocó en orden junto a sus armas. Eran ropas de estilo Ainari, aunque mezclado con algunos detalles bárbaros del Norte. Las botas, que el propio rapaz habÃa encerado, estaban arrugadas en los tobillos, casi cuarteadas; botas de espadachÃn acostumbrado a doblar las piernas y girar los pies en la danza del combate. Las mangas de la casaca eran amplias. Sin duda su dueño las utilizaba para guardar en ellas las manos y ocultar asà las emociones, según la costumbre de Ãinar. Pero tenÃan corchetes de latón para que, llegado el momento de la pelea, pudieran ceñirse a las muñecas y no estorbar los movimientos. El talabarte, ya descolorido, tenÃa una pequeña vaina a la derecha para el colmillo de diente de sable que sólo los Tahedoranes podÃan llevar. A la izquierda habÃa dos trabillas de piel con sendas hebillas para colgar la funda de la espada. Ãste era otro detalle que lo delataba. Los guerreros normales llevan una sola hebilla, de forma que la espada cuelgue junto al muslo. Los maestros de la espada, sean Ibtahanes o Tahedoranes, necesitan dos para que la espada se mantenga horizontal; de esta manera pueden sujetar la vaina con la mano izquierda y extraer el arma a una velocidad fulgurante, en el movimiento letal conocido como Yagartéi que es en sà mismo un arte marcial. Pero lo que más llamaba la atención de Mikhon Tiq era la propia espada. HacÃa años que no veÃa una auténtica arma de Tahedorán. La funda era de cuero repujado, reforzada con guarnición y punta de metal, y con dos pequeños bolsillos a ambos lados. Uno de ellos contenÃa una navaja con un pequeño gavilán en forma de gancho; de este modo servÃa de arma y a la vez de herramienta para desmontar la empuñadura de su hermana mayor. En la otra abertura habÃa papel de esmeril para sacar filo a la hoja; aunque un Tahedorán sólo harÃa esto en una emergencia, pues los aceros dignos de tal nombre deben ser bruñidos y afilados por maestros pulidores. En torno a la empuñadura de la espada corrÃa una fina tira de piel, enrollada y apretada con fuerza para evitar que la mano resbalara al aferrarla. Mikhon Tiq miró de reojo a Linar. TenÃa el ojo cerrado; o dormÃa o estaba encerrado en su mundo interior. En cuanto al guerrero, su respiración bajo la manta era profunda y pausada. Mikhon Tiq sintió la tentación de desenvainar la espada para examinar la hoja. Pero aquello habrÃa sido una afrenta, como desnudar a una doncella dormida, asà que apartó las manos del arma y procuró pensar en otras cosas.
Familia y escuela, desde un punto de vista polÃtico, no son otra cosa que talleres del orden social burgués destinados a la fabricación de sujetos discretos y obedientes. El padre, según la imagen tradicional, es el representante de las autoridades burguesas y del poder del Estado en la familia. La autoridad del Estado exige de los adultos la misma actitud obediente y sumisa que impone el padre (?)
La limitación de la libertad de la actividad psÃquica y de la crÃtica mediante la represión sexual es uno de los pilares más importantes del orden sexual burgués.
La intimidación y la atrofia sexuales, asà como el despertar en los hijos el miedo a la autoridad por sus deseos, pensamientos y actos sexuales, constituyen el nudo del aparato psÃquico con ayuda del cual la familia esclaviza a la juventud al capital