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Edward Bulwer-Lytton: Perseguir al todopoderoso dól...




Perseguir al todopoderoso dólar

 Edward Bulwer-Lytton



Guthrie esperando y Christine esperando; pero no quizá la misma cosa. Guthrie asustado y Christine asustada; pero no quizá de la misma cosa. Aquí reside, en una palabra, mi preocupación ?casi mi ansiedad- por el momento; aquí reside, Diana, ¡el misterio del castillo de Erchany!
La educación de los militares, desde el soldado raso hasta las más altas jerarquías, les convierte necesariamente en enemigos de la sociedad civil y el pueblo. Incluso su uniforme, con todos esos adornos ridículos que distinguen los regimientos y los grados, todas esas tonterías infantiles que ocupan buena parte de su existencia y les haría parecer payasos si no estuvieran siempre amenazantes, todo ello les separa de la sociedad. Ese atavío y sus mil ceremonias pueriles, entre las que transcurre la vida sin más objetivo que entrenarse para la matanza y la destrucción, serían humillantes para hombres que no hubieran perdido el sentimiento de la dignidad humana. Morirían de vergüenza si no hubieran llegado, mediante una sistemática perversión de ideas, a hacerlo fuente de vanidad. La obediencia pasiva es su mayor virtud. Sometidos a una disciplina despótica, acaban sintiendo horror de cualquiera que se mueva libremente. Quieren imponer a la fuerza la disciplina brutal, el orden estúpido del que ellos mismos son víctimas».
El enemigo siente que ataca con más violencia cuando sabe que Dios te tiene reservado algo excelente. Cuando
Soy feliz en mi amor, pero esa espada suspendida sobre mi cabeza a todas horas, a veces me ciega el sueño y me angustia de tal modo el alma que me asaltan y me tiemblan los más horrendos presentimientos. Ese es mi destino: la sombra al lado de la luz, el dolor junto a la felicidad.