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Bill Gates: Sólo hay un truco para el sof...

Sólo hay un truco para el software, y es usar un componente de software que ya haya sido escrito.

Bill Gates

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1995, GP de Argentina, llueve con intensidad comenzada la clasificaciÃ³n, nadie sale a rodar, la pista estÃ¡ vacÃa, pero espontÃ¡neamente, del pÃºblico presente en las gargantas, sale una exclamaciÃ³n genuina, y al unÃsono... olÃ©, olÃ©, olÃ©... Senna, Senna... y por el instante que durÃ³ ese sentimiento expresado por miles de voces, juro que vi pasar a 'Magic' por la recta principal, levantando su puÃ±o, estrujando algo en su guante, como afirmando... la lluvia es mÃa... la pista no estÃ¡ vacÃa.

Cuando se dice que la riqueza nace del trabajo, se entiende que del trabajo del hombre, pues trata la riqueza del hombre.

Vivo entre dos mundos. La mitad del tiempo me gusta hacer las labores domÃ©sticas, me importa mucho mi aspecto, me interesan mucho los hombres y coqueteo maravillosamente (quiero decir que realmente les admiro, aunque me morirÃa antes de tomar la iniciativa; eso es cosa de hombres), nunca defiendo mi opiniÃ³n en las conversaciones, y me gusta cocinar. Me gusta hacer cosas por los demÃ¡s, sobre todo por los hombres. Duermo bien, me despierto a la hora en punto y no sueÃ±o. Solamente tengo un defecto:

Soy frÃgida.

En mi otra encarnaciÃ³n vivo tal cÃºmulo de conflictos que te parecerÃa imposible que sobreviva, pero sÃ sobrevivo; me despierto enfurecida, me acuesto paralizada por el desÃ¡nimo, me enfrento con lo nue sÃ© perfectamente que es condescendencia y desprecio abstracto, me peleo, grito, me enojo con personas que ni siquiera conozco, vivo como si fuera la Ãºnica mujer del mundo que estÃ¡ intentando conseguirlo todo, trabajo como una loca, lleno todo mi apartamento de notas, artÃculos, manuscritos y libros, me cabreo, no me importa, me pongo estridentemente pendenciera, a veces rÃo y lloro en el espacio de cinco minutos de pura frustraciÃ³n. Tardo dos horas en dormirme y una en despertarme. SueÃ±o ante mi mesa de despacho. SueÃ±o en todos sitios. Voy muy mal vestida.

Pero Â¡oh, cÃ³mo gozo la comida! Y Â¡oh, cÃ³mo jodo!

Te lo entrego no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperaciÃ³n, y la victoria es una ilusiÃ³n de filÃ³sofos e imbÃ©ciles.