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Antonio Machado: Francisco a Pedro Salinas: Si ...

Francisco a Pedro Salinas:
Si el arte es fuego,
será con sombras divinas,
juego de manos de ciego.

Antonio Machado

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Por esa puerta huyÃ³ diciendo :Â«Â¡nunca!Â»
Por esa puerta ha de volver un dÃa ...
Al cerrar esa puerta dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mÃa.
Por esa puerta ha de volver un dÃa.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano dÃ©bil indecisa,
levemente sacude la vidriera,
palpita mÃ¡s aprisa, mÃ¡s aprisa,
mi corazÃ³n cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueÃ±an mis antojos
y acecha agazapando mi deseo
en el trÃ©mulo fondo de mis ojos.

Â¿Por cuÃ¡nto tiempo, solitario, esquivo,
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyÃ³ por esa puerta?

Â¿CuÃ¡ndo habrÃ¡n de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales,
y, con su beso ha de llegar a ellas,
cual me llega en las noches invernales
el Ã³sculo piadoso de una estrella?
Â¡Oh SeÃ±or!, ya la pÃ¡lida estÃ¡ alerta;
Â¡oh SeÃ±or, cae la tarde ya en mi vÃa
y se congela mi esperanza yerta!
Â¡Oh, SeÃ±or, haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mÃa!...
Â¡Por esa puerta ha de volver un dÃa!

Â¿Por quÃ© esos lirios que los hielos matan?
Â¿Por quÃ© esas rosas a que agosta el sol?
Â¿Por quÃ© esos pajarillos que sin vuelo
se mueren en plumÃ³n?

Â¿Por quÃ© derrocha el cielo tantas vidas
que no son de otras nuevas eslabÃ³n?
Â¿Por quÃ© fue dique de tu sangre pura
tu pobre corazÃ³n?

Â¿Por quÃ© no se mezclaron nuestras sangres
del amor en la santa comuniÃ³n?
Â¿Por quÃ© tÃº y yo, Teresa de mi alma
no dimos granazÃ³n?

Â¿Por quÃ©, Teresa, y para quÃ© nacimos?
Â¿Por quÃ© y para quÃ© fuimos los dos?
Â¿Por quÃ© y para quÃ© es todo nada?
Â¿Por quÃ© nos hizo Dios?

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San CristobalÃ³n desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niÃ±a tocando
una dulce gaita ausente.

NiÃ±a, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.