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Paulina Miranda: La Metáfora. Un bello disfraz...
Autores
Paulina Miranda
La Metáfora. Un bello disfraz de la realidad.
Paulina Miranda
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Error humano de los más peligrosos es olvidar aquello que se quiere lograr.
Times Square Ii
Contemplo como salen del local
parejas enlazadas de las manos.
Cuánta mujer hermosa en todas partes.
El vestÃbulo exhibe con orgullo
su muestrario de chicas estupendas.
Un amigo a mi lado me saluda.
Me comenta: «Qué film más aburrido.
Las historias de amor son soporÃferas».
Yo asiento. Y admirados vigilamos
a una mujer preciosa. Acompañada.
Observo cómo mira ávidamente
las muchachas que surgen de la sala
como los coches surgen de un garaje
ostentando sus lÃneas sugestivas.
Como las miro yo seguramente.
También él siente el tedio. Ambos quisiéramos
un amor, un hogar de esos que vemos
en el cine y decimos nos aburren.
No igual a aquel que tienen los amigos
que en su gran mayorÃa se han casado.
Ante una moto grande y esplendente,
como un bello caballo de fuel puro,
nos paramos: «¿Te dejo en algún sitio?»,
precavido pregunta. Yo no acepto.
Buscaré a alguna chica por el Village.
Bobby
No era el amor y se llamaba Antonio.
Hablaba como un indio del Far- West:
«hombre alto», «boca larga». Era de Fuengirola.
y siempre habÃa un teléfono donde llamarlo cuando
-y reÃa-
la noche era más larga, más amarga, más lenta.
Por las villas de canos jubilados de Holanda,
por la «suite» de la vieja dama inglesa,
la viuda o divorciada más allá de los ácidos,
por el apartamento oscuro del borracho,
surgÃa su desnudo auroral como Jonia.
Era animal de dicha y entraba fiel, ruidoso,
un grueso calabrote de plata por el cuello...
Sobre muebles de Herraiz o lacas chinas,
biombo bermellón de zancudas doradas,
o en raÃda moqueta o taquillones
de castellano en serie,
iba dejando las botas deportivas,
los calcetines rojos,
el pequeño taparrabos celeste,
la camiseta como broquel de un pecho
sin defensa. Portador de alegrÃa,
tal un dios de tobillos alados que bajara
a los orcos humanos
ahuyentaba la lágrima, la carta, los somnÃferos,
la desesperación y su lÃvida mecha.
Y una noche me dijo, su lengua por mi oÃdo,
«Quisiera haberme muerto».
el momento a llegado puedo sentir la niebla de su aliento con voz sedienta advirtiendo
seduciendo al mas alla... el momento a llegado
porque correr si por mi a venido porque escapar si no me a atrapado porke amargarme si a mi no me a faltado
solo aceptar que ahora el momento a llegado
solo esperar que me lleve que me habra las puertas del destino proximo
que me deje fantasear un poco con ese ultimo lugar
el paradero final porq amargarme porq gritar
el momento a llegado ..tarde o temprano llegara