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Johan S. Forero: Un adios amoroso es el princip...

Un adios amoroso es el principio de un regreso anhelado, la soledad es su fiel compañía..

Johan S. Forero

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Duermes...

Duermes. Mi mano toca sueÃ±o. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implÃcita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenÃsima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiÃ©ndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueÃ±o
se espesa junto a mÃ, sin paz nocturna,
que asÃ convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la sÃºbita inmersiÃ³n en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueÃ±o
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el dÃa aÃºn isleÃ±o.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

Leda

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de Ã¡mbar, del alba al trasluz;
el suave crepÃºsculo que pasa tan breve
las cÃ¡ndidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
despuÃ©s que la aurora perdiÃ³ su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, baÃ±ado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olÃmpico pÃ¡jaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Depart

La barca se alejaba
Sobre las olas cÃ³ncavas

De quÃ© garganta sin plumas
brotaban las canciones

Una nube de humo y un paÃ±uelo
Se batÃan al viento

Las flores del solsticio
Florecen al vacÃo

Y en vano hemos llorado
sin poder recogerlas

El Ãºltimo verso nunca serÃ¡ cantado

Levantando un niÃ±o al viento
Una mujer decÃa adiÃ³s desde la playa

Todas las golondrinas se rompieron las alas.

Verano 1966

Cuando me extiendo junto al mar,
existe el agua y su palpitaciÃ³n
y un cielo azul cuya profundidad
es demasiado grande para mÃ.

Sentir el mar, su lentitud viviente,
es la magnificencia y el olvido,
pero sentir la vida de los camaradas
en ser el camarada de uno mismo.

El cielo inmÃ³vil tiene su razÃ³n, lo sÃ©,
pero la razÃ³n que hay en nosotros
existirÃ¡ aÃºn cuando este cielo
hay sido borrado por el viento y el frÃo.