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Diego E. Loayza G.: COMO UNA GOTA DE AGUA QUE EN E...




COMO UNA GOTA DE AGUA QUE EN EL GUIJARRO PENETRÓ.. Y POR LA QUE EL SEDIENTO SUCUMBIÓ …LABIOS CARCELEROS DE ESTE FIEL CONFESO…LATENTE DESEO DE ESTE ÁVIDO SUEÑO.

 Diego E. Loayza G.



Cuando el pozo enlodado nadie bebe de él. Un pozo viejo no atrae animales. El hombre que carece de cualidades espirituales es como si estuviera hundido en el barro sin que los demás le presten atención. Al final se encontrará solo.
Jesús les contestó: "¡Qué bien salvan las apariencias! Con justa razón hablaba de ustedes el profeta Isaías cuando escribía: Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me rinden de nada sirve; sus enseñanzas no son más que mandatos de hombres." Y Jesús hizo este comentario: "Ustedes dejan tranquilamente a un lado el mandato de Dios para imponer su propia tradición. Así, por ejemplo, Moisés dijo: Atiende a tu padre y a tu madre, y también: El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Ustedes, al contrario, afirman que un hombre puede decirle a su padre o a su madre: "No puedo ayudarte, porque todo lo mío lo tengo destinado al Templo." En ese caso, según ustedes, esta persona ya no tiene que ayudar a sus padres. Así, pues, ustedes anulan la Palabra de Dios con la tradición que se han ido transmitiendo; y hacen muchas cosas parecidas a éstas."
La mujer pensaba: "Si logro tocar aunque sea su ropa, sanaré." Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana. Pero también Jesús se dio cuenta del poder que había salido de él y, dándose vuelta, preguntó: "¿Quién me tocó el manto?" Sus discípulos le contestaron: "Cuando ves a esa gente que te aprieta, ¿cómo puedes preguntar quién te tocó?" Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quién era aquella que lo tocó. Entonces la mujer, que sabía muy bien lo ocurrido, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda sana de tu enfermedad".
Cuando llegó el Sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchó con asombro. Se preguntaban: "¿De dónde le viene todo esto? ¿Qué pensar de este don de sabiduría? ¿Y cómo explicar este poder milagroso que tiene en sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven aquí entre nosotros? Y no creían en él, todo lo contrario. Jesús les dijo: "A un profeta solo lo desprecian en su tierra, en su parentela y en su familia." Y no pudo hacer allí ningún milagro. A lo más, sanó unos pocos enfermos, con una imposición de las manos; pero se admiraba al verlos tan ajenos a la fe.