Sagradas Escrituras: Yavé, ¡mi Dios, mi Santo! ¿...


Yavé, ¡mi Dios, mi Santo! ¿No eres tú Yavé desde tiempos lejanos? Tú no puedes morir, oh Yavé. ¿Tú has puesto a ese pueblo para que haga cumplir tus leyes, o lo has afirmado como una roca para que sirva de castigo? Tienes tus ojos tan puros que no soportas el mal y no puedes ver la opresión. ¿Por qué, entonces, miras a los traidores y observas en silencio cómo el malvado se traga a otro más puro que él? Tu tratas a los hombres como a los peces del mar, como a los reptiles que no pertenecen a nadie. Aquel los pesca a todos con su anzuelo, los saca con su red y los va amontonando con su malla. Feliz y contento por su pesca, le ofrece sacrificios a su red, quema incienso a sus mallas, pues ellas les debe que haya pescado tanto y tenga que comer en abundancia. ¿Seguirá, pues, vaciando constantemente su red, masacrando sin piedad a las naciones?

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