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Leonardo Da Vinci: Si una persona es perseverante...

Si una persona es perseverante, aunque sea dura de entendimiento, se hará inteligente; y aunque sea débil se transformará en fuerte.

Leonardo Da Vinci

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Xxxviii

VolverÃ¡n las oscuras golondrinas
en tu balcÃ³n sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarÃ¡n.

Pero aquÃ©llas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquÃ©llas que aprendieron nuestros nombres...
Ã©sas... Â¡no volverÃ¡n!

VolverÃ¡n las tupidas madreselvas
de tu jardÃn las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aÃºn mÃ¡s hermosas
sus flores se abrirÃ¡n.

Pero aquellas cuajadas de rocÃo
cuyas gotas mirÃ¡bamos temblar
y caer como lÃ¡grimas del dÃa...
Ã©sas... Â¡no volverÃ¡n!

VolverÃ¡n del amor en tus oÃdos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazÃ³n de su profundo sueÃ±o
tal vez despertarÃ¡.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengÃ¡Ã±ate,
nadie asÃ te amarÃ¡.

La grasa de las capitales no se banca mÃ¡s.

A Un Poeta SajÃ³n

TÃº cuya carne, hoy dispersiÃ³n y polvo,
pesÃ³ como la nuestra sobre la tierra,
tÃº cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tÃº que viniste no en el rÃgido ayer
sino en el incesante presente,
en el Ãºltimo punto y Ã¡pice vertiginoso del tiempo,
tÃº que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la Ã©pica,
tÃº que tejiste las palabras,
yÃº que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al SeÃ±or
sino a la espada de tu rey,
tÃº que con jÃºbilo feroz cantaste,
la humillaciÃ³n del viking,
el festÃn del cuervo y del Ã¡guila,
tÃº que en la oda militar congregaste
las rituales metÃ¡foras de la estirpe,
tÃº que en un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tÃº que tanto querÃas a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis dÃas merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algÃºn verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las maÃ±anas de los hombres.

Madrid, deshabitado como mi colchÃ³n el verano en que me hice mayor, y ella que ya no llama.