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Proverbio Sueco: La suerte nunca da, solo prest...

La suerte nunca da, solo presta.

Proverbio Sueco

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MuriÃ³ de Nuevo Un DÃa...

MuriÃ³ de nuevo un dÃa... yo la amaba,
mas sin remedio se muriÃ³ ese dÃa...
-Â¡Vuelve, Rabino, vuelve!... - yo clamaba -
pero el Rabino rubio no volvÃa.

PasÃ³ la niÃ±a veinte siglos muerta,
muriÃ³ CafarnaÃºn de Palestina
y el alma mÃa, inÃºtil y desierta,
lloraba de inmortal sobre las ruinas.

Â¡Y la amaba, la amaba... Su blancura
la buscaba en la blanca nebulosa,
su cabellera entre la noche oscura
y en el Poniente su color de rosa...

Y al fin la hallÃ©... Escondida entre los tules
de una puesta de sol, estaba Ella;
su carne inmÃ³vil entre dos azules
inauguraba la primera estrella...

Y la encontrÃ© mÃ¡s blanca todavÃa,
flotando en el azul, sin vestidura,
Â¡quÃ© blanca estaba asÃ!... la niÃ±a mÃa
tenÃa veinte siglos de blancura...

ClamÃ© al Amor entonces... Voces buenas
dijeron a lo lejos: - Te ha escuchado! -
clamÃ© al eterno Amor... y a mi lado
la blanca niÃ±a era una nube apenas...

LlegÃ³ el Amor. Los cielos fueron mudos,
su leve paso silenciÃ³ la esfera,
llegÃ³ el eterno amor de pies desnudos,
maduro el trigo de la cabellera...

"No es muerta... duerme!... y le ordenÃ³:
-Â¡Levanta!
y Ella se alzÃ³, delgada de martirio,
y una voz le subiÃ³ por la garganta
como una abeja que abandona un lirio.

Y ha vuelto a mÃ... su cabellera oscura,
su misma voz... pero en la mano frÃa
con veinte siglos de amasar blancura,
persiste el miedo de morirse un dÃa....

No hay venganza mÃ¡s bella que aquella que infringen los otros a tu enemigo. Tiene hasta la virtud de dejarte la parte del generoso.

Cada hombre, en el fondo de su corazÃ³n, tiene derecho a creerse enteramente igual a los demÃ¡s hombres; de ello no se desprende que el cocinero de un cardenal deba ordenar a su amo que le haga la cena; pero el cocinero puede decir: "Soy hombre como mi amo; he nacido llorando como Ã©l; Ã©l morirÃ¡ como yo entre las mismas angustias y las mismas ceremonias. Los dos tenemos las mismas funciones animales. Si los turcos se apoderan de Roma, y entonces yo me convierto en cardenal y mi amo en cocinero, lo tomarÃ© a mi servicio".

Solo sanamos de un dolor cuando lo padecemos plenamente.