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Ernesto Esteban Echenique: Para el Sabio no existe la riq...

Para el Sabio no existe la riqueza. Para el Virtuoso no existe el poder. Y para el Poderoso no existen ni el Sabio ni el Virtuoso.

Ernesto Esteban Echenique

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Seguramente existen muchas razones para los divorcios, pero la principal es y serÃ¡ la boda.

A Un Triste

Â¿Por quÃ© de amor la barca voladora
con Ã¡gil mano detener no quieres
y esquivo menosprecias los placeres
de Venus, la impasible vencedora?

A no volver los aÃ±os juveniles
huyen como saetas disparadas
por mano de invisible Sagitario;
triste vejez, como ladrÃ³n nocturno,
sorprÃ©ndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
la copa del placer vuelca Saturno.

Â¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
de sus hechizos el gentil tesoro,
y llamÃ¡ndote ufana en la espesura,
suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
que navega veloz rumbo a Citeres,
de los amigos el clamor te nombra,
mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
sus crÃ³talos agitan las mujeres.

Â¡Deja, por fin, la solitaria playa,
y coronado de fragantes flores,
descansa en la barquilla de las diosas!
Â¿QuÃ© importa lo fugaz de los amores?
Â¡TambiÃ©n expiran jÃ³venes las rosas!

Los atenienses aconsejaban a DiÃ³genes que tomase orden de sacerdote y se consagrase, diciendo que los que asÃ eran ordenados tenÃan despuÃ©s seÃ±orÃo en el cielo. A esto respondiÃ³ DiÃ³genes: Ciertamente Ã©sta es cosa de reÃr si pensamos que Argesilao y Epaminondas estÃ¡n en el infierno y Patecio ladrÃ³n y otros tales como Ã©l estÃ¡n en el cielo, y esto porque tomaron orden sacerdotal. Gravemente reprendiÃ³ la mala costumbre de los sacerdotes de aquel tiempo, los cuales por sus intereses persuadÃan a los hombres ignorantes y supersticiosos que si tomaban aquella orden o seÃ±a sacerdotal serÃan bienaventurados despuÃ©s de esta vida. Siendo cierto que la bienaventuranza estÃ¡ aparejada con aquellos que con buenas obras la merecen, tengan Ã³rdenes o no.

Amame como quiere su ambrosÃa en el jardÃn la flor; como ama de su voz la melodÃa festivo ruiseÃ±or.