Palabras a una mujer admirable ( 29 )
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Por entonces había muchas serpientes en la aldea. Desde el bosque atravesaban el río hasta los campos, de los campos pasaban a los huertos, de los huertos a los patios y de los patios a las casas. Allí se ovillaban de día tras las escaleras, y de noche se bebían la leche fría de los cubos.
Las mujeres llevaban consigo a sus hijos pequeños cuando salían a trabajar al patio o al huerto. Los metían en canastas de mimbre, entre mantas, y dejaban las canastas a la sombra de los árboles. Arrancaban manojos de hierba de los bancales con raíz y terrón incluidos. Tomaban aliento, volvían a escardar y sudaban.
Ella vivía a la orilla del pueblo. Aquel día estaba en el huerto y había dejado al niño en la canasta de mimbre, bajo el árbol. Junto a la canasta había una botella de leche. Estaba escardando la hierba del bancal de patatas. Olía a sudor. De pronto miró hacia el sol, puso a un lado el azadón y se dirigió al árbol.
La mirada se le vació, la ropa se le pegó a la piel. Se quedó paralizada. Levantó bruscamente al niño, sollozó y gritó, y mientras se tambaleaba sobre la hierba, la serpiente salió de la canasta arrastrándose lenta y perezosa por el suelo, y la mujer encaneció en cuestión de segundos.
En el huerto se quedaron el azadón y la canasta de mimbre bajo el árbol. La serpiente se había bebido la leche de la botella.
El pelo le quedó blanco a la mujer y la gente del pueblo tuvo por fin la prueba de que era una bruja.
Las mujeres llevaban consigo a sus hijos pequeños cuando salían a trabajar al patio o al huerto. Los metían en canastas de mimbre, entre mantas, y dejaban las canastas a la sombra de los árboles. Arrancaban manojos de hierba de los bancales con raíz y terrón incluidos. Tomaban aliento, volvían a escardar y sudaban.
Ella vivía a la orilla del pueblo. Aquel día estaba en el huerto y había dejado al niño en la canasta de mimbre, bajo el árbol. Junto a la canasta había una botella de leche. Estaba escardando la hierba del bancal de patatas. Olía a sudor. De pronto miró hacia el sol, puso a un lado el azadón y se dirigió al árbol.
La mirada se le vació, la ropa se le pegó a la piel. Se quedó paralizada. Levantó bruscamente al niño, sollozó y gritó, y mientras se tambaleaba sobre la hierba, la serpiente salió de la canasta arrastrándose lenta y perezosa por el suelo, y la mujer encaneció en cuestión de segundos.
En el huerto se quedaron el azadón y la canasta de mimbre bajo el árbol. La serpiente se había bebido la leche de la botella.
El pelo le quedó blanco a la mujer y la gente del pueblo tuvo por fin la prueba de que era una bruja.
Herta Müller
Esta tarde, cuando salía del California, vi desde lejos a la del ómnibus, la ?mujer del codo?. Venía con un tipo corpulento, de aspecto deportista y con dos dedos de frente. Cuando el tipo reía, era como para ponerse a reflexionar sobre las imprevistas variantes de la imbecilidad humana. Ella también reía, echando la cabeza hacia atrás y apretándose mimosamente contra él. Pasaron frente a mí y ella me vio en mitad de una carcajada, pero no la interrumpió. No podría asegurar que me reconoció. Por lo pronto, le dijo al centroforward: ?Ay, querido? y con un movimiento musculoso y coqueto arrimó su cabeza a la corbata con jirafas. Después dieron vuelta por Ejido. Gran interrogante. ¿Qué tiene que ver esta tipa con la que la otra tarde se desnudó en tiempo récord?
Mario Benedetti
Los Fieles del Amor tenemos a la amada como un culto de creación personal, como un ser menos cercano a nuestros deseos que a nuestro pensamiento. La mujer es el ser amado al cual rinde homenaje el amante, un ser tangible al que no necesariamente se ama con amor correspondido, sino un ser ideal que se convierte en algo inexistente y que habita más allá del alcance de nuestra imaginación o de nuestro pensamiento. Nosotros glorificamos y deificamos a la mujer amada, la comparamos a la Virgen María; la colocamos en un pedestal sublime. Pienso, por otro lado, que quien juzga sabiamente no puede sino acogerse a la contemplación.
Roberto Alifano
Analizando su vida doméstica, Biran sentía que había hecho muy bien en casarse con una "amable y simple mujer, capaz de ser feliz a mi lado sin reclamarme nada, y para quien soy siempre lo suficientemente bueno como para no hacer esfuerzo alguno en modificarme".
Aldous Huxley
Cuando el corazón de una mujer está libre, el que la ama puede albergar siempre una esperanza.
Bram Stoker
Para una mujer resultaba tan sencillo lastimar a un hombre: bastaba pisotear sus sueños.
Guillermo Fadanelli
Si Fusako y las niñas hubiesen sido abandonadas, no les habría quedado otra salida que el suicidio. Pero los hombres, aunque se encuentren en una situación muy difícil, siempre tendrán una mujer que quiera morir con ellos.
Yasunari Kawabata
Pero cuando ella entraba en la casa, alegre, indiferente, dicharachera, él no tenía que hacer ningún esfuerzo para disimular su tensión, porque aquella mujer cuya risa explosiva espantaba a las palomas, no tenía nada que ver con el poder invisible que le enseñaba a respirar hacia dentro y a controlar los golpes del corazón, y le había permitido entender por qué los hombres le tienen miedo a la muerte.
Gabriel GarcÃa Márquez
Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela.
Virginia Woolf
Rebeldía. Pero la rebeldía no es un gesto altisonante. No es un grito, no es un insulto, no es una pedrada, no es una mala contestación, es mucho más profundo. La rebeldia es un grito de la inteligencia y de la voluntad que dice, y lo voy a decir en román paladino: ¡no me da la gana de decirle que sí a esta actual situación! -¿Por qué? - ¡Porque no quiero y me niego a decirle que sí! Porque entiendo que puede haber otra situación y por tanto yo no asumo esta podredumbre y no participo en ella y lucho contra ella. Y esta actitud es una actitud intelectual, y cuando digo intelectual no quiero hablar de universitario, [hablo] de la mente de cualquier ser humano. Es un posicionamiento que nace de la mente y del corazón, del fuego del querer cambiar. Esta es la rebeldía fundamental. Lo otro son voces, son chillidos, son insultos, son graznidos. - ¡Dale caña! - Circo romano. ¡No, no! La rebeldía no es ni más ni menos que el posicionamiento con otros valores y la decisión de hacerles frente. Rebeldía para decir que no aceptamos que la 'Competitvidad y el Mercado' sean los que rijan los destinos de las sociedades. Que entendemos que hay una declaración universal de derechos humanos que tiene que cumplirse y que eso significa sociedad de pleno empleo, donde el hombre y la mujer sean exactamente iguales, donde no haya marginados y que costará mucho tiempo y mucho sacrificio, pero es hermoso luchar. ¡Incluso morir por eso! Porque morir tenemos que morir, muramos por lo menos luchando por un ideal noble y no consumiéndonos como un brasero.
Julio Anguita
BATALLA
Recojo
con presteza mis tripas,
las meto en su lugar,
coso mi panza
con mi habitual cuidado.
Me lavo las heridas,
desinfecto,
les mato las bicheras,
las pinto, las recorto, las enjuago.
Me vendo bien, me enyeso,
me entablillo,
me zurzo, me algodono,
me remiendo,
me emparcho.
Después,
ya más tranquilo,
mientras me siento
y con un cortaplumas
me hago un lindo par de muletas,
una oreja derecha,
una pata y un brazo,
con obediencia espero
mi próxima mujer.
Mixto, fácil, mansito
encantador,
al palo.
Recojo
con presteza mis tripas,
las meto en su lugar,
coso mi panza
con mi habitual cuidado.
Me lavo las heridas,
desinfecto,
les mato las bicheras,
las pinto, las recorto, las enjuago.
Me vendo bien, me enyeso,
me entablillo,
me zurzo, me algodono,
me remiendo,
me emparcho.
Después,
ya más tranquilo,
mientras me siento
y con un cortaplumas
me hago un lindo par de muletas,
una oreja derecha,
una pata y un brazo,
con obediencia espero
mi próxima mujer.
Mixto, fácil, mansito
encantador,
al palo.
Humberto Costantini
Una de las sorpresas más impactantes que nos podemos llevar es descubrir que la mujer más hermosa que nunca hemos visto es la que nunca hemos observado
Nelson Damian Cabral
Se equivoca; las mujeres necesitamos otra información sobre un hombre como ése. No conocemos la calidez de su voz, si conversa mirando a los ojos, si su abrazo nos hace sentir pequeñas. A una mujer no le interesa un hombre que necesita ser rescatado. Como empleado, tal vez, concluye, pero para amar a un hombre, el alma buena es lo de menos.
David Toscana
Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos?
Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo.
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como?
Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción.
Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle.
La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa?
Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.
Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo.
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como?
Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción.
Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle.
La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa?
Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.
Patrick Rothfuss
Quién puede medir el calor y la violencia de un corazón de poeta apresado y embrollado en un cuerpo de mujer?
Virginia Woolf
Era el cuerpo de mujer que invitaba al hombre a los círculos inferiores del infierno.
Yasunari Kawabata
La mujer que no hace del hombre su súbdito, su esclavo, ¿qué digo?, su juguete, y que no le traiciona riendo, es una loca.
Leopold von Sacher-Masoch
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Es como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre.
Patrick Rothfuss
Pero cuando estaba con una mujer, y le gustaba el modo que tenía de hablar, se la llevaba a la cama por el entusiasmo que le provocaba verla usar el pretérito perfecto del indicativo, como si a presencia del pasado en el presente justificara cualquier pasión.
Ricardo Piglia
Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica, entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola.
Julio Cortázar
Por primera vez desde que dejó Hungría se sintió feliz. Había atravesado dos guerras, tenía una bala alojada en la cabeza, había visto morir a sus compañeros, padeció la invasión de su país, sufrió la traición de la mujer que amaba, presenció la destrucción de su ciudad y la de su casa, le fueron incautados todos sus bienes, lo había perdido todo, debió exiliarse en un país extraño, lejano e inabarcable y aun así, tenía motivos para ser feliz.
Federico Andahazi
Por momentos siento una tormenta de deseo de abrazar algo, una mujer de la clase de puta barata aunque sea.
Vincent Van Gogh
Una mujer que cría a doce chiquillos aprende algo más que el alfabeto. Los niños enseñan más que la aritmética.
Susan Sowerby
Susan Sowerby
Frances Hodgson Burnett
El cursillo aconsejaba a la mujer trabajadora que quisiera mantener la compostura repetir dos veces al día las siguientes frases:
La compostura es el equilibrio perfecto, una ecuanimidad del cuerpo y la mente, una serenidad perfecta en cualquier entorno social.
Vestimenta elegante, limpieza inmaculada y modales perfectos contribuyen a lograr la seguridad en una misma.
La compostura es el equilibrio perfecto, una ecuanimidad del cuerpo y la mente, una serenidad perfecta en cualquier entorno social.
Vestimenta elegante, limpieza inmaculada y modales perfectos contribuyen a lograr la seguridad en una misma.
Muriel Spark
«Te volveré loca ?gritó su memoria cuando Tatiana se sentó a respirar la brisa salada de la eternidad en el alféizar de la ventana?. Andarás sonriente por la calle como una mujer normal, pero en tu interior te retorcerás como en la hoguera. No te liberaré, nunca serás libre.»
Paullina Simons
La dulce sonrisa de una mujer joven: no hay nada mejor en el mundo. Es más valiosa que la sal. Sin ella, algo enferma y muere dentro de nosotros. Estoy seguro. Una cosa tan simple. Qué raro. Qué maravilloso y qué raro. Penthe
Patrick Rothfuss
Y sabe que abandonaría en cualquier la casa de su felicidad, que abandonaría en cualquier momento su paraíso en el que vive con la muchacha del sueño, que traicionaría el "muss sein" de su amor para irse con Teresa, la mujer nacidad de seis ridículas casualidades
Milan Kundera
Las mujeres sólo quieren una cosa, que los hombres quieran acostarse con ellas. Pero si te acuestas con una mujer, ella te puede dejar jodido. Y si no quieres, ella te jode igual por no haber querido.
Enrique Vila-Matas
Alina era tan poco aficionada a todas esas fruslerías sobrenaturales como yo. A ambas nos encantaba leer y ver una película de vez en cuando, pero siempre nos decantábamos por los misterios corrientes, las historias de suspense o las comedias románticas, nunca por las extravagancias de lo paranormal.
¿Vampiros? ¡Puaj! Muertos, y con eso ya está dicho todo. ¿Viajar en el tiempo? Ja, yo prefiero las comodidades domésticas a tener que andar por ahí con un highlander que parece un armario ropero y tiene los modales de un cavernícola. ¿Hombres lobo? Oh, por favor, ¡que memez! ¿Qué mujer va a querer enrollarse con un hombre que está regido por su perro interior? Como si todos los hombres no lo estuvieran de todas formas, incluso sin el gen licantrópico.
¿Vampiros? ¡Puaj! Muertos, y con eso ya está dicho todo. ¿Viajar en el tiempo? Ja, yo prefiero las comodidades domésticas a tener que andar por ahí con un highlander que parece un armario ropero y tiene los modales de un cavernícola. ¿Hombres lobo? Oh, por favor, ¡que memez! ¿Qué mujer va a querer enrollarse con un hombre que está regido por su perro interior? Como si todos los hombres no lo estuvieran de todas formas, incluso sin el gen licantrópico.
Karen Marie Moning
Si ya era basante malo ser birracial en un vecindario conservador, qué no le harían a una mujer lobo.
Cassandra Clare
CUESTIONARIO PARA REGISTRO (punto 5) 01. Según tu experiencia, ¿cómo presionan las amistades a un hombre o a una mujer para tener sexo? 02. Menciona los requisitos para que una mujer sienta un orgasmo. 03. ¿Cuáles crees que serían los requisitos para que un hombre experimente un orgasmo?
Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para que una mujer se deje quemar viva. Tiene que haber algo. Uno no muere por nada.
Ray Bradbury
El miedo era un hombre que huía de su propia sombra. Era una mujer con auriculares que solamente podía oir por ellos su propio terror. El miedo era un solipsista, un narcisista, era ciego a todo lo que no fuera él mismo. El miedo era más fuerte que la ética, más fuerte que el discernimiento, más fuerte que la responsabilidad y que la civilización. El miedo era un animal lanzado a la carrera que pisoteaba niños mientras huía de sí mismo. El miedo era un fanático, un tirano, un cobarde, un enajenado y una puta. El miedo era una bala que le apuntaba al corazón.
Salman Rushdie
A través de Internet y las redes sociales se pueden conseguir las imágenes sexuales más alucinantes, sorprendentes y depravadas que puedan imaginarse. Se trata de materiales en los que la mujer es humillada y presentada como objeto de placer, de usar y tirar, de subordinación y sumisión servil.
Enrique Rojas
¡Te amo, Sandokan; te amo como nunca mujer alguna amó sobre la tierra!
Sandokan la acarició dulcemente y sus labios besaron los dorados cabellos y la nívea frente de la joven.
-¡Ay de quien te toque ahora, que ya eres mía!
Sandokan la acarició dulcemente y sus labios besaron los dorados cabellos y la nívea frente de la joven.
-¡Ay de quien te toque ahora, que ya eres mía!
Emilio Salgari
Una palabra de honor siempre sirve a la mujer de barandilla para agarrarse antes de caer.
Stefan Zweig
Cuando se franquea cierto límite de respeto al varón, la mujer puede llegar a decir a su marido cosas increíbles.
Horacio Quiroga