Yo no tengo la culpa de que la vida se nutra de la virtud y del pecado, de lo hermoso y de lo feo.
El dinero lo ganan todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de los que lo pierden.
El mal, en cualquier forma que tome dentro de lo humano, no tiene significación alguna para una alma fuerte, aplomada y segura de sà misma.
Al amor no se le dictan leyes.
El miedo es la forma de nuestra subordinación a las leyes fÃsicas.
El verdadero amor, el sólido y durable, nace del trato; lo demás es invención de los poetas, de los músicos y demás gente holgazana.
Que cada cual siga su inclinación, pues las inclinaciones suelen ser rayas o vÃas trazadas por un dedo muy alto, y nadie, por mucho que sepa sabe más que el destino.
Dichoso el que gusta las dulzuras del trabajo sin ser su esclavo.
Dime que te gustará esta vida oscura y deliciosa; que amarás esta paz campestre; que aquà te curarás de las locas efervescencias que tuban tu espÃritu, y que anhelas ser una feliz y robusta villana, r...
Desde que te quiero -a su amigo decÃa-, no tengo miedo a nada, ni a los toros ni a los ladrones. Me siento valiente hasta al heroÃsmo, y ni la serpiente boa ni el león de la selva me harÃan pestañear.
Asà como de la noche sale el claro dÃa, de la opresión nace la libertad.
Se ha declamado mucho contra el positivismo de las ciudades, plaga que entre las galas y el esplendor de la cultura corroe los cimientos morales de la sociedad; pero hay una plaga más terrible, y es e...
(...) Ni al mar irritado, ni a los monstruos acuáticos, ni a la ruidosa tempestad, ni al cielo, ni a la tierra; no tenÃa miedo a cosa alguna creada por Dios más que a su bendita mujer.
Más dÃas hay que longanizas.
Acepto la expiación horrible que me ha sido impuesta y la acepto sin ira, con humildad. Perdono las injurias; no siento ni aborrecimiento ni antipatÃa por los que han hecho de mi nombre la palabra del...
¿No es triste considerar que solo la desgracia hace a los hombres hermanos?
Nadie encuentra completa dicha en este mÃsero mundo, y que es rarÃsimo hallar dos caracteres en completo acomodo y compenetración dentro de la jaula del matrimonio, pues el diablo o la sociedad o Dios...
(...) Pues le pertenecÃa como una petaca, un mueble o una prenda de ropa, sin que nadie se la pudiera disputar; ¡Y ella parecÃa tan resignada a ser petaca, y siempre petaca!
Asusta pensar que acaso las admiraciones más sinceras que tenemos son las de las personas que no nos han comprendido.
No es impropio el llanto en las grandes almas, antes bien indica el consorcio fecundo de la delicadeza en sentimientos con la energÃa de carácter.