Cuando de noche él me llame, atrayéndome al infierno, iré. Desciendo como un gato por los tejados. Nadie sabe, nadie ve.
Un día será el mundo con su impersonalidad soberbia contra mi extrema individualidad de persona, pero seremos uno solo.
Pero es que basta con silenciar para vislumbrar, debajo de todas las realidades, la única irreductible, la de la existencia.
La forma del caballo representa lo mejor del ser humano. Tengo un caballo dentro de mí que raramente se expresa. Pero cuando veo a otro caballo entonces el mío se expresa. Su forma habla.
Ella mira el mar, es lo que puede hacer. Y su mirada está limitada por la línea del horizonte, es decir, por su incapacidad humana de ver la curvatura de la Tierra.
Yo misma puedo morir de ser ante mí. La soledad está mezclada en mi esencia.
Oh, cachorro, ¿Dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente. ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.
Alguien que me recoja como a un perro humilde, que me abra la puerta, me regañe, me alimente, me quiera severamente como a un perro, eso es lo que quiero, como a un perro, como a un hijo.
Durante las horas de perdición tuve el valor de no componer ni organizar. Y sobre todo, el de no prever.
...pero no verse obligado a discutir, a mirar y a disputar con aquellas personas ignominiosamente humanas, desfilando, exponiéndose sin vergüenza.
Escribo sin la esperanza de cambiar nada. No cambiar nada... Porque en el fondo no estamos tratando de cambiar las cosas. Estamos queriendo florecer...
Escribo porque me resulta un placer que no puedo traducir. No soy pretenciosa. Escribo para mí, para sentir mi alma hablando y cantando, a veces llorando...
Allí estaba una mujer que la golosina del más fino sueño jamás pudiera imaginar.
Solo mucho después iba a comprender que estar también es dar.
Voy a tomar un baño antes de salir y me perfumaré con un perfume que es un secreto mío. Solo digo una cosa de él: es agreste y un poco áspero, con una dulzura escondida. Él es.
Ellos querían gozar de lo prohibido. Querían elogiar la vida y no querían el dolor que es necesario para vivir, para sentir y para amar. Ellos querían sentir la inmortalidad aterradora.
La perfección de Dios se prueba más con la imposibilidad del milagro que con su posibilidad.
Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí a donde voy.
Hasta que la frágil luminosidad de la madrugada los revelaba. Estaban separados, de pie sobre la colina. Exhaustos, frescos. Habían pasado a través de la oscuridad por el misterio de la naturaleza ...
La bondad era tibia y sin consistencia, olía a carne cruda guardada mucho tiempo.