La felicidad debe ser cultivada. Es como personaje. No es una cosa que se deja con seguridad solo por un momento, o se ejecutará a las malas hierbas.
Es imposible olvidar el sentido de la dignidad que marca la hora en que uno se convierte en un asalariado... Sentí que había adquirido de repente valor para mí mismo, a mi familia, y para el mundo.