Comamos y bebamos que mañana moriremos
El sabio no se esforzará en dominar el arte de la retórica y no intervendrá en política ni querrá ser rey.
También en la moderación hay un término medio, y quien no da con él es víctima de un error parecido al de quien se excede por desenfreno
El más grande fruto de la autosuficiencia es la libertad
Las enfermedades duraderas proporcionan a la carne más placer que dolor.
Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven.
El necio, entre otros males, posee éste: siempre trata de comenzar su vida.
El hombre que no sea virtuoso no puedes ser feliz.
Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás.
Nadie, al ver el mal, lo elige, sino que se deja engañar por él, como si fuera un bien respecto a un mal peor
Si lo dice de corazón, ¿por qué no abandona la vida? Está en su derecho, si lo ha meditado bien. Por el contrario, si se trata de una broma, se muestra frívolo en asuntos que no lo requieren.
Así pues, la muerte no es real ni para los vivos ni para los muertos, ya que está lejos de los primeros y, cuando se acerca a los segundos, éstos han desaparecido ya.
El cuerpo, en lances de amor, es parte indispensable del alma.
Una ira desmesurada enjendra la locura.
Vale más ser desgraciado y racional que feliz y falto de razón.
La justicia es la venganza del hombre social, como la venganza es la justicia del hombre salvaje
Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos reportan felicidad, porque, si disfrutamos de ella, lo poseemos todo y, si nos falta, hacemos todo lo posible para obtenerla.
Todo el mundo se va de la vida como si acabara de nacer
Límite de la grandeza de los placeres es la eliminación de todo dolor. Donde exista placer, por el tiempo que dure, no hay ni dolor ni pena ni la mezcla de ambos
La manía de hablar siempre y sobre toda clase de asuntos es una prueba de ignorancia y de mala educación, y uno de los grandes azotes del trato humano